Para el homo economicus votar es un acto irracional, porque ocasiona molestias (hay que ir hasta el lugar donde se vota) y riesgos (que te pise un auto en el trayecto), en tanto que, en una elección presidencial, nadie espera que la votación esté empatada antes de emitir el sufragio, y por consiguiente uno se convierta en el verdadero elector del primer mandatario.
El referido comportamiento del homo economicus fue planteado por James Anthony Downs, en su tesis doctoral, titulada Una teoría económica de la democracia, publicada en 1957. ¿Explica esto la declinante participación de los votantes, como proporción de los habilitados para votar?
El piloto presidencial que hizo el polémico vuelo sobre Aeroparque renunció después de que “le soltaron la mano”
Ante todo, un notorio contraejemplo a la bajísima probabilidad de empate. En 2000, en Estados Unidos, votaron cerca de 100.000.000 de personas, pero la Corte Suprema de Justicia tuvo que determinar “a dedo” que George Bush hijo le había ganado a Al Gore, porque por defectos en algunas máquinas utilizadas para votar en Florida las urnas no lo pudieron determinar. Pero se trata de una excepción, que confirma la regla.
No soy un experto en votaciones, pero la hipótesis de Downs no me parece empíricamente relevante. Tampoco explico la concurrencia a votar por la obligatoriedad, porque en la Argentina, en los últimos años, el voto es de hecho voluntario, ya que no votar no genera ningún contratiempo.
Votamos porque no nos da lo mismo quien resulta electo y –aunque sin explicitarlo– sentimos que con nuestro granito de arena contribuimos a que la realidad vaya en cierto sentido y no en otro. Claro que tanto antes como después de votar nos gusta despotricar, cuando hablamos con amigos y parientes.
No todas las elecciones presidenciales tuvieron la misma importancia. En 1983 y en 2015 se votó con mucha mayor pasión que en 2007 o 2011. Pero lo que tienen en común todos los casos citados es que pertenecen al pasado, mientras que el próximo comicio es algo que influirá en nuestras vidas en los próximos cuatro años.
Una importante perogrullada. Alguien va a resultar electo, porque alguien tiene que ocupar el sillón de Rivadavia, a partir del 10 de diciembre próximo. Ergo, para decidir su voto no tire una moneda al aire, con el argumento de que “todos son iguales”.
A votar, entonces, el 13 de agosto (PASO nacionales), el 22 de octubre (primera vuelta) y el 19 de noviembre (segunda vuelta). Dejando de lado lo que nos aconsejaría el homo economicus.