El desacople de las elecciones provinciales de los comicios nacionales es más que nunca, en este 2023, una demostración de cómo la ciudadanía diferencia realidades en muchos planos. También expone la creciente desafección con los sellos partidarios de orden nacional.
El arrasador e histórico triunfo de Maximiliano Pullaro, que le da por primera vez desde la recuperación de la democracia la gobernación de Santa Fe a un radical, lo expone con claridad. En los primeros comicios después de las PASO presidenciales no hubo reflejo alguno de lo ocurrido hace cuatro semanas en el plano nacional.
Después del terremoto de hace cuatro semanas que dejó aturdidos a los cambiemitas, el triunfo de sus candidatos santafesinos en casi todos las escalas es un potente analgésico, aunque pueda ser de efecto efímero. Los cambiemitas ampliados, que se presentaron bajo el paraguas de Unidos para cambiar Santa Fe, casi doblaron en votos al oficialismo peronista. Una enormidad.
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No solo se impuso Pullaro, cuya gestión al frente de la crítica seguridad provincial entre 2015 y 2019 parece haber tenido reconocimiento. También Pablo Javkin retuvo la intendencia de Rosario, la ciudad más grande de la provincia y la más castigada por el flagelo del narcodelito. Aunque lo haya logrado con angustia. Se impuso finalmente por un puñado de votos a Juan Monteverde, el joven candidato de una nueva fuerza progresista con mucho arraigo por su trabajo social en los barrios populares, que tiene vínculos con Juan Grabois y que para esta instancia se alió al peronismo rosarino. Fueron expresiones de realidades hiperlocales.
A ello los cambiemitas suman el triunfo de la lista de diputados de Unidos para Cambiar Santa Fe, encabezada por la socialista Clara García, que le dará a la alianza triunfadora el control de la Cámara baja.
Son dos victorias que a priori asomaban mucho más difíciles que el previsible triunfo del candidato a gobernador. Suficientes motivos para que los cambiemitas, encabezados por la candidata presidencial Patricia Bullrich, hayan ido a Santa Fe a celebrar después de tanto padecer desde la noche del 13 de agosto.
No importa ahora que Pullaro haya sido quien derrotó en la interna a la bullrichista Carolina Losada y que él haya sido en aquella instancia el candidato de sus rivales Horacio Rodríguez Larreta y Martín Lousteau, que encontraron ayer aquí una pequeña, pero insuficiente, causa de alivio a sus dolorosas derrotas en las PASO .
El triunfo santafesino les da a los candidatos de JxC la insuperable posibilidad de sobreactuar una esperanza desde la que darse ánimos y venderles a sus posibles votantes la ilusión de una recuperación. Nada más oportuno para este momento en el que intentan relanzar y reencausar la complicada campaña presidencial. A la recuperación de cierto protagonismo con la designación de Carlos Melconian como vocero económico, ahora pueden sumar los afiches con las sonrisas santafesinas.
Poco importa en estas horas que las encuestas y el clima de opinión en todo el país no ofrezcan motivos para pronosticar sustentabilidad y proyección de este triunfo fuera de las fronteras provinciales. Pero son fotos que mejoran las caras demudadas de hace cuatro semanas y que esperan sean reimpresas el 24 de este mes en Mendoza y en las próximas elecciones provinciales. Anoche lo explicitó Bullrich. Pero una sucesión de fotos no construyen ni auguran una película de final feliz.
No debería, sin embargo, postergar o detener el proceso de revisión, autocrítica y reconstrucción que necesita hacer JxC después de la cruenta disputa interna que todavía tiene muchos heridos graves en sala de recuperación.
El triunfo en Santa Fe podría confundirlos. Pullaro logró imponerse y aumentar los votos que la coalición había obtenido en las PASO, a pesar de la sangrienta puja que hubo antes de las primarias, con las gravísimas acusaciones que le dedicó la pupila de Bullrich.
Los resultados santafesinos dejan pocas conclusiones extrapolables a la dimensión nacional de lo que ocurrió ayer en la tercera provincia argentina.
La más evidente de esas conclusiones tal vez sea que las malas gestiones se pagan muy caro. Sobre todo, cuando la polarización se sostiene y no emerge un tercer actor capaz de romperla y de disimular el castigo a una administración fracasada, como ocurrió en las PASO nacionales.
La decadencia peronista
Al oficialismo peronista de Santa Fe le llegó sin ningún descuento la factura de una sociedad a la que la realidad se le volvió una pesadilla cotidiana más insoportable de lo que ya era. Ni siquiera tuvo el premio consuelo de retener el control de la Cámara baja.
La presencia del gobernador Omar Perotti al tope de esa lista, que desde el arranque parecía un acto de audacia, ahora se convierte en la evidencia de una temeridad. O, peor aún, en la demostración palpable de una desconexión severa de la dirigencia con el ánimo social. Otra más. Esos resultados también son reflejo de la decadencia y la incapacidad de renovarse de lo que alguna vez fue la fuerza hegemónica provincial, que gobernó Santa Fe 28 de los últimos 40 años.
Así, la designación del rosarino Agustín Rossi como compañero de fórmula de Sergio Massa en el binomio oficialista presidencial agrega otra cuota de extravagancia y no puede augurar que del electorado santafesino surja una ayuda a Unión por la Patria en la elección presidencial del próximo 22 de octubre.
Rossi es una expresión destacada de la decrepitud del peronismo santafesino, pero también de la esclerosis del peronismo nacional: el jefe de Gabinete y candidato a vicepresidente es un sempiterno perdedor en su pago chico. Los fines de ciclo son una realidad inocultable, pero casi nunca son advertidos por quienes los protagonizan.
A los santafesinos, además, les sobran los motivos para estar enojados con el oficialismo nacional y rechazar a casi todos sus referentes locales.
Santa Fe es una de las provincias que menos asistencia financiera y recursos ha recibido del Estado nacional en los últimos cuatro años, durante la gestión de Alberto Fernández. A pesar de padecer como ningún otro distrito el drama descontrolado e incomparable de la narcocriminalidad, que hace que en Rosario se produzca más de un homicidio diario por esa causa. El Presidente era un amigo y es ahora un espejo aumentado (aunque distanciado) del gobernador saliente Perotti. Así les ha ido a ambos en los cargos más altos a los que han llegado. En el ocaso de su vida política, dejan impresa una imagen de ineficiencia que admite pocas comparaciones.
Solo malas noticias para Massa
Para la campaña presidencial del oficialismo y, sobre todo, para Sergio Massa, es esta otra sombra que se posa desde las PASO.
Lo ocurrido en Santa Fe llega justo cuando el ministro-candidato ha decidido quemar las naves y jugarse los pocos recursos que le quedan al Tesoro para tratar de sostener su candidatura distribuyendo beneficios en un festival de anuncios que dejará muchos más desequilibrios de los que ya hay. Todo sea por llegar en pie al 22 de octubre. Después se verá.
Para peor, pasado mañana se difundirá el índice de inflación de agosto, que por primera vez en dos décadas llegará a los dos dígitos. Al mismo tiempo, la “jefa del peronismo”, como la ratificó el gobernador Axel Kicillof hace una semana, volverá a ser noticia y no por los buenos motivos.
Nuevos avances judiciales en su contra, por casos de corrupción, repondrán a Cristina Kirchner en el centro de la agenda pública. Las malas nunca llegan solas.
Hoy los rivales directos de los postulantes de UP son los cambiemitas, con los que pelean el ascenso para llegar al ballottage. Y, anoche, JxC salió fortalecido de Santa Fe. Como en la lucha por el descenso, todo triunfo del adversario duele y se computa doble.
En el plano provincial, a los cambiamietas, pero muy especialmente a Pullaro, le sobran motivos para celebrar.
El histórico triunfo que obtuvo puede sentirlo y mostrarlo como toda una reivindicación, dada su condición de ministro de Seguridad de Santa Fe en la gestión anterior, durante la cual se redujeron los índices de homicidios, que volvieron a dispararse en los cuatro años del mandato de Perotti.
Para el mandatario electo es una forma de considerarse definitivamente absuelto de las acusaciones de su rival interna de haber protegido durante su gestión a policías luego condenados por sus vínculos con la narcocriminalidad. Todo puede ser relativo. Y es mejor terminar de despejar toda duda antes de asumir la nueva responsabilidad en una provincia tan complicada por ese flagelo.
La otra lección que deja esta elección es que fue la ampliación y no el achicamiento de la coalición cambiemita la que permitió arrebatarle la gobernación al peronismo. La incoporación al conglomerado cambiemita de la vieja alianza formada por una parte del radicalismo y el otrora poderoso socialismo dio el resultado que ahora todos festejan. Incluidos aquellos que hicieron campaña y ganaron en el plano nacional bajo la premisa de la pureza y que, en el mejor de los casos, admitían solo una extensión hacia la derecha libertaria.
Nada más alejado de lo que ocurrió en esta provincia. Curiosidades argentinas. O diferencias insaldables y no extrapolables entre las realidades locales y las nacionales.
Sin festejo libertario
Por último, a los libertarios les podría quedar el consuelo del aumento de votos del candidato a gobernador Edelvino Bodoira, aunque siga siendo irrelevante aquí.
Además, cuentan con la excusa de que el postulante de Viva la Libertad no era parte de la escudería oficial y nunca contó con el aval de Milei.
También podrían contabilizar la consolidación de la conservadora antiabortista Amalia Granata, cuyos votantes son considerados electores naturales del anarcocapitalista.
Sin embargo, cabe apuntar que Granata y los adláteres de Milei se habían ilusionado con un triunfo de la lista de diputados de la exmodelo, que le hubiera dado el control de la Cámara baja provincial, en función del singular sistema que rige en esta provincia. Deberá seguir esperando.
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Por ahora, los únicos que festejan, a contrapelo de lo que ocurrió en la noche de las PASO presidenciales hace cuatro semanas, son los cambiemitas. Los grandes afectados por los resultados de esas primarias.
Pero se trata de realidades no extrapolables. El de Unidos para Cambiar Santa Fe es un triunfo arrollador e histórico, pero en la dimensión nacional es apenas un analgésico de afecto pasajero para Juntos por el Cambio.