ASUNCIÓN.- Aunque la continuidad prevaleció una vez más en Paraguay, con la victoria del candidato colorado Santiago Peña, el próximo gobierno se enfrentará a una multiplicidad de desafíos que incluyen importantes decisiones de política exterior así como la necesidad de resolver un enorme déficit social, en un país en donde la desigualdad y el precario estado de los servicios públicos generan cada vez más descontento entre el pueblo paraguayo.
Es cierto que el país goza de indicadores macroeconómicos saludables. Con una economía impulsada por las exportaciones de productos agrícolas, el Banco Central prevé en 2023 un crecimiento de 4,8% del PBI para el país sudamericano. El FMI lo calculó en 4,5%, uno de los más altos de América Latina. La inflación también está controlada y para este año está prevista en menos del 5%. Sin embargo, la riqueza está concentrada en unas pocas manos. El 1,6% de la población es propietaria del 80% del territorio, en un país donde casi la mitad de la población es rural, según Oxfam, y la pobreza alcanza a 24,7% de los 7,5 millones de habitantes, según la encuesta de hogares de 2022 por el Instituto Nacional de Estadísticas.
En Asunción, los contrastes son evidentes entre las lujosas torres desarrolladas en los últimos años y las endebles y precarias construcciones que se lleva el río Paraguay en cada crecida.
Como si fuera poco, Paraguay mantiene una de las percepciones de corrupción más altas de la región, registró en los últimos años un aumento de la violencia por la penetración del crimen organizado, arrastra una infraestructura y servicios básicos ineficientes y costosos y uno de los peores sistemas de educación del mundo, según el ranking de Competitividad Global del Foro Económico Mundial.
En este contexto, Peña se presentó durante su campaña como el candidato indicado para impulsar el desarrollo de Paraguay y sus principales apuestas giran en torno del plano económico y la seguridad ciudadana. “Empleo, inversión en capital humano, salud, educación. Los próximos años pueden ser los mejores años para el Paraguay. Pero tenemos que poner en práctica todo nuestro conocimiento, nuestra experiencia y nuestra determinación”, dijo en varias entrevistas.
Entre sus principales propuestas está la creación de guarderías gratuitas para que los integrantes de las familias puedan trabajar con mayor holgura, un programa de combate a las adicciones que incluye rehabilitación, educación y persecución en focos de venta, así como otro de lucha contra el hambre que consiste en un estímulo estatal para congelar los precios de la gasolina, la canasta básica y de esta forma frenar la inflación. También se propuso crear 500.000 empleos durante su mandato, una cifra atractiva para un país de 6,7 millones de habitantes.
Pero antes de atender las deudas sociales, Peña deberá recomponer la armonía en el fracturado Partido Colorado y probar que es más que un “títere” del poderoso Horacio Cartes.
“Hay muchas dudas con respecto a cuánta autonomía puede llegar a desarrollar Peña. Lo más probable es que en los próximos años veamos un gobierno bicéfalo”, señala el politólogo Marcos Pérez Talia en diálogo con LA NACION.
Cartes le ha hecho pasar una mala jugada a su ahijado político en el último año. Los señalamientos de corrupción en su contra por parte de Estados Unidos han puesto a Peña en un brete. El joven candidato se promocionaba como un hombre honesto y dispuesto al cambio al tiempo que defendía de los ataques de Washington a su mayor sustento político, un personaje sumamente ligado al contrabando de cigarrillos y lavado de dinero.
Además, ahora que Peña llegó al poder, tendrá que reevaluar su política exterior y buscar una manera de recomponer la necesaria relación con Estados Unidos, un importante socio comercial de Paraguay, una iniciativa estratégica que podría traerle problemas con Cartes, asegura Pérez Talia.