Carlos Bianco, el principal colaborador de Axel Kicillof en el gobierno bonaerense, adelantó el lunes pasado que “si nuestra fuerza política decide que es mejor que Kicillof sea candidato a presidente, él no tiene ningún problema para serlo”. Pero agregó: “Cuando digo ‘nuestra fuerza política’ me refiero a Cristina Kirchner”. Hay que remontarse mucho en el tiempo para encontrar una manifestación de culto a la personalidad tan fervorosa. La fuerza política es, en realidad, la voluntad del que manda. Bianco está intoxicado de populismo. Sin embargo, su afirmación es muy oportuna porque sintetiza lo que el kirchnerismo pretende comunicar con el acto que realizará este jueves, cuando instale a la vicepresidenta en la Plaza de Mayo como única oradora: insistir en que será ella quien decidirá la oferta del oficialismo al electorado y, por lo tanto, el reparto de poder que se cifre en esa oferta.
A la vicepresidenta le sobra egocentrismo para representar ese papel. Y las efemérides le juegan a favor: “Nacimiento de la Patria”; ascenso de Héctor J. Cámpora a la Presidencia con ella y Néstor, dos jovencitos que acababan de conocerse, festejando en la misma plaza; y llegada del propio Néstor a la Casa Rosada. Todos los 25 de mayo confluyen hacia su índice, encarnación de la voluntad popular. La consigna, además, refuerza el valor del apellido: “Imitemos el ejemplo”. Ese verso, que en la marcha partidaria remite a Juan Perón, en los afiches acompaña la foto de otro “varón argentino”: el expresidente Kirchner.
Es muy comprensible que Cristina Kirchner quiera mantener esa posición de privilegio. Habrá que ver si, además, es conveniente. Porque la mujer que aparecerá este jueves delante del monumento a Belgrano, debajo de la lluvia, está atrapada en una madeja de dificultades. La más evidente es que el dedo que se pretende consagrar es el responsable de un estrepitoso fracaso. En las encuestas más serias, el gobierno nacional registra un rechazo del 95% de la población. Supera al de Fernando de la Rúa que se fue con un desprestigio del 92%. Esa pésima imagen está asociada a Alberto Fernández, pero también a su vicepresidenta, que fue quien lo convirtió en Presidente un sábado por la mañana a través de un tuit.
No debería sorprender ese deterioro. Entre 2019 y 2021 el Frente de Todos perdió 40% de los votos. ¿Hubo alguna razón política o económica para que esa caída se detenga? La señora de Kirchner asume un riesgo considerable al aceptar la tesis de Bianco: el Frente de Todos se resume en ella. Porque su deseo puede terminar siendo el responsable de una catástrofe. Nada, por otra parte, que no esté en sus cálculos: ha admitido en público que el oficialismo podría no entrar al ballottage. Quiere decir que este 25 de Mayo, cargado de miserias, no está a la altura de aquellos otros. Es la razón por la cual la vicepresidenta ha iniciado una ronda de consultas con dirigentes importantes del partido antes de definir el destino del conjunto. Un dato desalineado con la corriente principal: algunos de esos dirigentes le han recomendado lanzar a Máximo Kirchner. ¿Respuesta? Silencio.
No es fácil conjurar la amenaza del derrumbe. El oficialismo está quebrado. Alberto Fernández no fue invitado a un acto al que él mismo había convocado por Twitter. Era, hay que suponer, la última vez que lo haría: prometió ante el periodista Robero Navarro terminar este año con dos décadas de kirchnerismo. Fernández adelantó que el homenaje a Kirchner contaría con la atracción de que estaría “su compañera de vida”. Como si Cristina Kirchner fuera Nené Acevedo de Cámpora. En esta guerra, ella trabaja para dejar a su antiguo pupilo sin consenso. El martes por la noche se reunió con la cúpula del otrora detestado Movimiento Evita. Emilio Pérsico agradeció con un mensaje muy sincero: “Muchos se dicen cristinistas y durante el gobierno de Cristina no la apoyaron. Nosotros estuvimos hasta el último día de su gobierno”. Es verdad. Lo mismo podría decir de su relación con Mauricio Macri.
¿Cómo periodizará Pérsico su lealtad a Alberto Fernández? Es significativo para saber con qué fuerza territorial contarían Daniel Scioli o, más todavía, Agustín Rossi, con quienes el Presidente aspira a enfrentar a su vice. La multiplicación de candidaturas revela una incipiente indisciplina. Contra lo que la señora de Kirchner reclamó en su apogeo, algunos le están perdiendo el miedo. También se lanzó Guillermo Moreno, acompañado por Alberto Samid como candidato en La Matanza. Inesperada fisura del sciolismo, acaso ligada al pase de su líder desde el mercado de la carne de Samid al de los langostinos del mega importador Rubén Cherñajovsky.
Cristina Kirchner debe despejar una incógnita: ¿cuál es la ingeniería electoral más adecuada para retener la provincia de Buenos Aires? Ese es su objetivo principal, basado en la hipótesis de que deberá enfrentar desde esa fortaleza a un gobierno nacional de otro partido. La ecuación más difundida es Eduardo “Wado” De Pedro presidente, Kicillof gobernador. Algunos dirigentes muy ligados a la vicepresidenta, como el sindicalista Hugo Yasky, sostienen que esa fórmula es la definitiva. Para otros es todavía un diseño provisorio, que la vicepresidenta somete a pruebas de ensayo y error. Su hijo Máximo, por ejemplo, especula con postular a Kicillof para la Nación, suponiendo que es el candidato a presidente preferido por los bonaerenses. Con él en la cabeza de la lista sería posible, por arrastre, quedarse con la gobernación. Allí iría De Pedro.
Originario de Mercedes, como “El Tío”, la predilección por De Pedro para la provincia está inspirada también en el pragmatismo de Máximo Kirchner y sus socios, los despiadados intendentes del conurbano. Si se está frente al riesgo de conservar sólo la estructura bonaerense, mejor poner ese aparato y, sobre todo, esa caja, en manos de un pragmático como el actual ministro del Interior. O en las de su sombra, un tal Saavedra: otro homenaje a los héroes de Mayo. Y no en las de Kicillof, demasiado quisquillosas en la administración de los recursos. Este aspecto muy poco edificante del debate ilumina de otro modo la frase de “Carli” Bianco: “Cuando digo ‘nuestra fuerza política’ me refiero a Cristina Kirchner” quiere decir, también, “no me refiero a La Cámpora”. Imposible olvidar que Máximo Kirchner defenestró en 2021 a Bianco para colocar en la jefatura de Gabinete provincial a Martín Insaurralde, un engranaje ineludible en el negocio del juego. Imitemos el ejemplo.
A diferencia de Kicillof, para De Pedro el pragmatismo no tiene secretos. No sólo se abrazó a Luis Barrionuevo, su mentor sindical, sino que mantiene una relación más que amigable con los directivos del Grupo Clarín, a quienes cultiva en el directorio de Telecom. El ministro suele decir que está allí contra su voluntad, porque todavía no le encontraron reemplazante. En las celebraciones del sector agropecuario, en cambio, no tiene contradicciones: se presenta como cuarta generación de productores. Ya lo enseñó la vicepresidencia, en política los agravios prescriben a los seis meses.
En la mesa de arena de Cristina Kirchner, De Pedro es un candidato dedicado a la base más recalcitrante, es decir, concebido para conservar identidad. Igual que Kicillof. Requerirían, del otro lado, alguien simétrico, que mantenga la polarización. Al ministro del Interior se le escapó hace unas semanas: “A Javier Milei o Patricia Bullrich le ganamos”. Horacio Rodríguez Larreta pensó en pegar afiches con esa confesión.
En el rompecabezas sigue habiendo una pieza que no encaja: Sergio Massa. La razón más obvia por la que su candidatura se desdibuja es la pésima situación de la economía. No es la única. Si se observa lo formal, sería raro que el PJ postule a un extrapartidario, líder del Frente Renovador. Massa lo tiene en cuenta y por eso hizo publicar una declaración de su corriente en la que, entre otras cosas, pide generosidad. El problema es que de la memoria de gobernadores e intendentes peronistas todavía no se borró el recuerdo del período 2013-2017, en que él los desafiaba con sus propios candidatos. Aunque, para la sensibilidad de la señora de Kirchner, Massa tiene detractores más corrosivos. Gente que habla desde la izquierda del Frente de Todos, como Alicia Castro o Juan Grabois, y que ya advirtieron, cada uno por su lado, que no aceptarán una candidatura “de derecha”. El operativo clamor tenía un doble sentido: pedir que se postulara Cristina Kirchner y advertirle a Cristina Kirchner que sólo sería inapelable su propia postulación.
Respecto de Massa, Grabois fue ayer terminante: lo acusó con extorsionar al país con que dejará el cargo si no lo consagran candidato único del oficialismo. “Eso dejaría una situación de caos económico” fue la inesperada evaluación de Grabois para quien, por lo visto, Massa y su destartalado acuerdo con el Fondo serían una última garantía de orden. Para desgracia del ministro, su detestado antecesor, Martín Guzmán, emitió un podcast el domingo pasado en el que confraterniza con el ecuatoriano Rafael Correa, astro del populismo de América Latina.
Es verdad que Massa presiona por ser un candidato de unidad. Se trata de una aspiración audaz, ya que apenas se habla con su jefe, Alberto Fernández. Es la razón por la cual envió a un embajador, el “Cabezón” Raúl Pérez, a ensayar alguna reconciliación con la Casa Rosada. Massa quiere que Cristina Kirchner vuelva a hablarse con Fernández para alcanzar una sola coincidencia: bendecirlo a él. Sueña en colores. En ese empeño seductor, el líder del Frente Renovador recurre a todos los detalles. Invitó a Máximo Kirchner a acompañarlo a China, donde harán gestiones para mejorar las reservas del Banco Central. Sería la primera vez en décadas que el diputado usa el pasaporte. Ayer el tribunal oral que entiende en la causa Hotesur y Los Sauces le autorizó esa salida del país. Un trámite innecesario porque Kirchner fue sobreseído.
Massa piensa llegar hoy a la plaza con un regalo para la oradora: ayer el fiscal Guillermo Marijuan envió sus excavadoras a boxes y sobreseyó a la señora de Krichner en la causa denominada “Ruta del dinero K”. Marijuan es uno de los amigos más dilectos de Massa en Comodoro Py. Su hiperactividad contra los Kirchner fue contemporánea de las incesantes denuncias de Margarita Stolbizer, por entonces aliada a Massa, en ese expediente. Zonas olvidadas del lawfare.
La relación con la Justicia parece ser el único lazo que mantiene unido al oficialismo. Rossi, como jefe de Gabinete, mantiene abierto un conflicto con los tribunales por negarse a girar las partidas correspondientes a las actualizaciones salariales. El sindicato ayer convocó a una huelga. Por su parte, la AFIP intervino en el juicio político a la Corte liberando información tributaria de Silvio Robles, el principal colaborador de Horacio Rosatti. Fue en respuesta a un pedido de los diputados oficialistas, sin intervención de juez alguno. Como apuntó el diputado Juan Manuel López, de la Coalición Cívica, esa quiebra del secreto fiscal es un antecedente que debería inquietar a Massa, empecinado en avanzar con un blanqueo que, hay que suponer, tiene garantías de confidencialidad. Con los tribunales neoyorkinos el vínculo es parecido: ayer la jueza Loretta Preska rechazó un pedido de reconsideración de la Argentina en la causa por el modo en que se estatizó YPF, ignorando los estatutos de la empresa. Con cierta indignación, en dos notas a pie de página, la jueza demuele por inconsistente el argumento según el cual, si se tomara en cuenta el derecho argentino, los funcionarios kirchneristas tendrían razón. Una considerable victoria del fondo Burford y, por derivación, de los Eskenazi, que podrían cobrar una millonada de dólares sin haber puesto jamás en YPF una moneda. Delicias de la soberanía energética.
Massa pide una lista de unidad. Scioli, Rossi, Grabois, Moreno defienden la competencia. La vicepresidenta está ante un dilema. Si no hay competencia, el día de las primarias el Frente de Todos pagará el costo de la desmovilización. Si se presentan demasiados candidatos, la noche del 13 de agosto quedará la impresión de que el más votado del oficialismo quedó, tal vez, como cuarto competidor individual. Habrá que explicar que la suma de los votos de toda la coalición modifica esa posición. Es un inconveniente. Hay un motivo secreto por el que Cristina Kirchner podría preferir una oferta unificada: el candidato del Frente de Todos tendría la debilidad de carecer de votos propios. O, dicho de otro modo, dependería más de su dedo.
En un juego de espejos, Macri también busca impedir que la candidatura de Juntos por el Cambio se defina en las urnas. Joaquín De la Torre, irritado por declaraciones de Larreta, adelantó la jugada: lanzar una campaña pidiendo que el alcalde porteño renuncie a su postulación.
Ese movimiento comenzó por Macri, en innumerables conversaciones informales en las que aconseja “que Horacio se baje”. El conflicto de Macri con Larreta es personal y no tiene, al parecer, vuelta atrás. Pero ese imaginario desistimiento de Larreta perjudicaría también a Patricia Bullrich, cuya carrera sería subsidiaria del impulso de Macri. La señora de Kirchner y Macri resisten el mismo destino: convertirse, para usar la expresión que Felipe González asigna a los expresidentes, en jarrones chinos. Algo cuyo valor todo el mundo aprecia, pero que nadie sabe dónde colocar.
El expresidente ejerce una tutoría meticulosa sobre Bullrich: le acerca colaboradores, supervisa su estrategia, le consigue fondos de campaña. El último sello de Macri en esa carrera es la candidatura de Néstor Grindetti para la gobernación. Grindetti apareció después del último esfuerzo de Bullrich por seducir a Diego Santilli, el pupilo de Larreta. Según afirman en el entorno de Santilli, hace diez días Bullrich le ofreció ser su candidato individual. Después invitó a Grindetti. Es un duelo curioso: en 2021, Grindetti fue jefe de campaña de Santilli, candidato a diputado. Al parecer, el vínculo se rompió porque Santilli contrajo alguna deuda que hasta ahora no saldó.
La bendición a Grindetti dejó en el camino a De la Torre, Javier Iguacel y Cristián Ritondo. El ex ministro de Seguridad, socio de Grindetti en Independiente, no debería ofenderse con Bullrich. Tampoco con Macri, para quien tan leales servicios prestó en la Bicameral de Inteligencia. Ritondo es víctima de la jueza Sandra Arroyo Salgado, quien prometió que, en caso de que lo postularan, le haría una denuncia por semana. Arroyo cree que Ritondo está detrás de las hostilidades que le dedicaron Marcelo Rochetti y Marcelo D’Angelo, dos colaboradores del ex ministro vinculados a la defensa del ex fiscal Claudio Scapolan y una banda de policías involucrados con el narcotráfico.
En el equipo de Larreta están convencidos de que están ganando la interna por alrededor de 4 puntos sobre Bullrich. Que ella sobresale en Mendoza, Córdoba y Santa Fe, pero que el jefe porteño se impone en la provincia de Buenos Aires. Creen, por lo tanto, que la presión para que desista es maliciosa. Pero esa presión seguirá ejerciéndose. Grindetti, De la Torre y Sebastián García De Luca, un colaborador de Emilio Monzó, esperan que los intendentes Julio Garro, de La Plata, y Guillermo Montenegro, de Mar del Plata, pidan compartir la boleta con Bullrich, para presentar ese pedido, no como un reflejo de autopreservación en sus distritos, sino como una señal de derrotismo de Larreta. El radicalismo bonaerense, encabezado por Maximiliano Abad, está en una posición más ambiciosa: evitar una interna de gobernadores en la provincia para, manteniéndose unido, sellar algún acuerdo nacional. Por ejemplo, ubicar a un dirigente de sus filas como vice de Bullrich. El problema siempre es el mismo: Facundo Manes, que tiene un desarrollo propio en el distrito, no renuncia a su sueño presidencial.
Hasta ahora Larreta ha conseguido mantener su jugada en la provincia, donde apuesta a hacer la mayor diferencia sobre Bullrich. La clave de ese éxito es que Santilli, el que mejor figura en las encuestas para gobernador, le sigue siendo fiel. No acepta compartir su nombre en la boleta de Bullrich. ¿Cuánto durará esa lealtad? ¿Santilli cambiará de posición sobre el borde del cierre de listas, aspirando a capturar los votos de los dos candidatos a presidente? En ese caso, la campaña de Macri para que su antiguo discípulo desista iría más a fondo. En detrimento de Larreta, es obvio. También en detrimento de Bullrich. Y en preservación, con métodos mucho más sutiles que los de Cristina Kirchner, de su propio liderazgo sobre el grupo.