Por años, muchos, desde estas pampas se miró a Brasil como un mercado siempre dependiente del trigo argentino. “Tenemos la vaca atada”, era la expresión popular más usada para describir esa ventajosa relación comercial. Cuestiones de logística, de aranceles, de clima, de rentabilidades e incluso de tradición cultural sostuvieron y todavía hoy sostienen el posicionamiento favorable de la Argentina para ingresar con el grano fino en el mercado del principal socio del Mercosur. Sin embargo, la “vaca” parece querer desatarse y empezar a caminar, a paso calmo, pero libre.
Según información de la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), dependiente del Ministerio de Desarrollo Agrario de Brasil, entre 2010 y 2022 la superficie sembrada con trigo creció un 43,6%, de 2.149.800 a 3.086.200 hectáreas; el rendimiento promedio nacional, un 25%, de 2736 a 3420 kilos por hectárea, y la producción, un 79,4%, de 5.881.600 a 10.554.400 toneladas. Recientemente el organismo publicó su primera proyección para el nuevo ciclo agrícola y sus cifras fueron, a decir de los analistas brasileños, “muy conservadoras”, al tomar un rinde de tendencia bajo. En su reporte mensual ratificó la tendencia de crecimiento de superficie, con 3.302.700 hectáreas –ya se sembró el 30,5%–, pero estimó una productividad de 2894 kilos por hectárea y una cosecha de 9.559.500 toneladas.
“Tras el récord de 2022, el escenario para la nueva campaña es de crecimiento en el área cultivada, tanto en la zona triguera tradicional del sur de Brasil como en la región triguera tropical del centro del país. La demanda de semillas; las evaluaciones del sector cooperativo, que es el que concentra a gran parte de los productores de trigo brasileños, y los relevamientos de organismos oficiales respaldan esa información de más hectáreas destinadas al cultivo”, dijo a LA NACION, Jorge Lemainski, gerente general de la Unidad Trigo de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa, por sus siglas en portugués), un organismo estatal semejante por sus tareas al INTA en la Argentina. Agregó que el agricultor brasileño está “motivado” por los resultados que viene ofreciendo el trigo en los últimos tres años.
Luego la invasión de Rusia a Ucrania, el 24 de febrero de 2022, Brasil fue uno de los países que pudo –y supo– usufructuar un momento de mercado con altos precios para salir a exportar lo que en ese momento la demanda buscaba en proveedores alternativos. Tanto fue así que, según el relevamiento de la Asociación Nacional de Exportadores de Cereales brasileña, las ventas externas de trigo treparon un 188,3% entre 2021 y 2022, de 1,11 a 3,20 millones de toneladas.
La búsqueda de una revancha tras La Niña: ¿quiénes pueden tenerla?
Para Elcio Bento, analista de la consultora Safras & Mercado, Brasil sembrará 3,59 millones de hectáreas con trigo este año. “Esta será la segunda mayor superficie jamás registrada, superada solo por los 3,90 millones de hectáreas sembrados en 1986. En ese año la producción nacional estaba regulada por el gobierno. Es decir, después de la desregulación –en 1990– el país nunca sembró tanto trigo. Además, mientras ese año la cantidad producida fue 5,60 millones de toneladas, en el actual el potencial de producción debería alcanzar un récord de 12,50 millones de toneladas, contra los 11,20 millones de 2022. Esto será posible gracias a las ganancias en productividad que logró el trigo brasileño, que de aquellos 1440 kilos por hectárea de 1986 debería pasar a alrededor de 3470 kilos en 2023″, dijo el especialista a LA NACION.
En su primera estimación para 2023 en Brasil, la consultora estadounidense StoneX proyectó un aumento del área destinada al trigo de alrededor del 6%, al totalizar 3,48 millones de hectáreas, frente a los 3,28 millones que la firma estimó en el ciclo anterior. “El aumento se fundamenta en el retraso en la cosecha de verano en el Estado de Paraná, que redujo la ventana de siembra de la safrinha de maíz y que ahora lleva a un buen número de productores a optar por el trigo. En tanto que en Rio Grande do Sul el crecimiento responde en gran medida a los incentivos que trajo la exportación, con productores que incluso comenzaron a negociar su producto en dólares y que lograron márgenes positivos durante toda la temporada, a pesar de la retracción de las cotizaciones en los últimos meses. En cuanto a la cosecha, esperamos un volumen de 11,30 millones de toneladas, unas 300.000 toneladas por encima de los 11 millones que calculamos en 2022″, explicó a LA NACION Jonathan Pinheiro, especialista en el mercado de trigo de StoneX Brasil. Añadió que en la nueva campaña se espera una reducción significativa en los costos de producción, hecho que favorece el uso de tecnología y que mejora las perspectivas de la productividad.
Ese último punto resulta muy importante en opinión de Vlamir Brandalizze, de Brandalizze Consulting, dado que más allá de la caída de los precios internacionales y domésticos del trigo, “los productores se mantienen optimistas porque el fuerte descenso de los costos de producción sigue brindando márgenes operativos rentables, principalmente por el valor de la urea, que en Brasil llegó a 6000 reales por tonelada y que hoy se negocia a cerca de 3000 reales”. Agregó que “los agricultores brasileños vendieron mucho trigo el año pasado en momentos ‘pico’ de precios, con el cereal por encima de los 2000 reales por tonelada –hoy oscila de 1300 a 1400 reales–, y así aprovecharon ese buen momento de mercado”, explicó el analista.
Desde la Asociación Brasileña de la Industria del Trigo (Abitrigo), su presidente Ejecutivo, Rubens Barbosa, coincidió con los buenos augurios para el nuevo ciclo triguero en Brasil, “a pesar de la caída de los precios internos” y proyectó el volumen de la próxima cosecha en “alrededor de 10,50 millones de toneladas”.
Razones del optimismo
Como se indicó anteriormente, Brasil logró usufructuar el conflicto en la zona del Mar Negro con un volumen de exportaciones inédito para un país que hasta no hace mucho tiempo estaba en el podio de los principales importadores mundiales y que hoy está afuera de la lista de los primeros diez compradores. Eso les permitió a los productores acceder a precios muy elevados y a Rio Grande do Sul, en particular, una salida más que beneficiosa para el excedente de cosecha que el principal Estado productor vio crecer en las últimas campañas.
“Sin duda, Brasil aprovechó muy bien la apertura de la ventana del mercado internacional para exponer su trigo. Este fue el principal avance logrado por el sector productivo en los últimos años”, aseguró Bento. Y destacó que el hecho coyuntural se vio potenciado por la inversión en investigación que se hizo en el país para garantizar mejoras en calidad y en productividad del trigo. “En los últimos tres años los buenos precios posibilitaron altos márgenes al productor. Esto brindó el apoyo que los cultivadores necesitaban para aumentar sus apuestas por el trigo, que siempre fue una opción tras la cosecha de soja”, contó el analista.
Al respecto, Pinheiro explicó que históricamente los productores brasileños utilizaron el trigo para reducir el costo de producción de los cultivos de verano, especialmente la soja, “y no necesariamente para generar ganancias. Sin embargo, durante las últimas dos temporadas, y especialmente después de las tensiones en Europa del Este, los productores lograron generar ganancias con el cereal. Para la nueva campaña, a pesar de la caída de los precios, también se prevé un escenario de reducción de costos de producción que podría colaborar para, al menos, mantener parte de los márgenes positivos”.
Con cifras, Bento marcó lo que ocurrió en materia de precios en estos últimos años: “Entre 2015 y 2020 el precio promedio FOB en el Golfo de México para el trigo Kansas –es el mercado estadounidense de referencia para Brasil– fue de US$225 por tonelada; el de la Argentina, origen de casi el 80% del trigo importado, de US$213, y el de Brasil, de US$221. Entre 2021 y 2022 los promedios en los tres mercados fueron US$343 por tonelada (+52,4%), US$321 (+50,7%) y US$ 325 (47%), respectivamente. A esto hay que sumar el comportamiento del tipo de cambio, con una paridad real/dólar que pasó de 3,79 entre 2015 y 2020 a 5,28 entre 2021 y 2022. Es decir, además del aumento de las cotizaciones internacionales creció el incentivo cambiario y la competitividad del grano brasileño”.
En opinión de Brandalizze, la reciente cosecha récord de trigo brasileño se sustentó en los avances en tecnología de los cultivos; en una gran campaña de las cooperativas para que los productores siembren más, y en un mercado internacional recalentado por la guerra entre Rusia y Ucrania. “Con semillas de mayor calidad y con un elevado potencial productivo, el trigo dio un importante paso adelante y así debe continuar este año, con un impulso renovado porque los productores vieron que se pueden conseguir buenos resultados, sobre todo para los del sur del país”, destacó el analista.
Y fue un paso más allá, al considerar que el trigo puede ser el nuevo cultivo con el que Brasil comience a pisar fuerte en el mercado agrícola internacional, en buena medida por el trabajo que viene ejecutando la Embrapa. “Ahora tenemos cultivos con potencial de rendir más de 5000 kilos por hectárea y de generarle ganancias al productor. En el pasado reciente se podía aspirar a lograr entre 2000 y 4000 kilos, con semillas que no tenían buena calidad de panificación y que, por lo tanto, no le posibilitaban rentabilidad al agricultor. Estamos evolucionado con el cultivo de trigo y considero que su producción puede seguir creciendo”, dijo Brandalizze.
De coyuntura a tendencia
El hecho coyuntural (el alza de precios que impulsó la producción) que Brasil espera se convierta en tendencia permite abrir el debate sobre el autoabastecimiento de trigo. “En el ciclo 2023/2024 la producción que estimamos en 12,50 millones de toneladas es inferior al consumo en solo 1,50 millones. En la campaña 2017/2018 el déficit fue de 7,50 millones de toneladas. Esto demuestra que el país se encamina a producir volúmenes acordes con el consumo interno”, afirmó Bento.
Sin embargo, dejó en claro que eso no significa que Brasil dejará de importar para cumplir con las necesidades de la molienda o, en rigor, para hacer una administración más inteligente de los recursos disponibles. “Hoy el único Estado que produce excedentes sobre la demanda de los molinos es Rio Grande do Sul, donde en el ciclo 2022/2023 la industria procesó 1,90 millones de toneladas, sobre una cosecha de 6,01 millones. Ocurre que el costo logístico y los impuestos entre Estados dificultan el envío del grano a otras regiones del país. Así, el excedente se va al exterior. Por esta razón, el país seguirá siendo importador, aunque produzca una cantidad que supere su consumo”, clarificó Bento.
En el mismo sentido, Pinheiro sostuvo que si la Argentina logra normalizar la cosecha tras la sequía podría recuperar su participación usual en las compras brasileñas (Rusia y Uruguay están supliendo el faltante argentino), principalmente para el nordeste y el sudeste, donde el costo logístico de comprar trigo argentino es muchas veces menor que el de adquirir grano en el sur de Brasil. “Esto será así incluso ante la chance de una nueva cosecha récord, considerando que buena parte de esa oferta ampliada sería volcada en el mercado externo”, dijo el analista.
Para Barbosa “la autosuficiencia brasileña dependerá del desarrollo logístico (almacenamiento y transporte) para apoyar el crecimiento y para abastecer regiones más alejadas de los centros de producción. Sin embargo, la competitividad del trigo importado, sobre todo desde la Argentina, posiblemente prevalecerá sobre el trigo nacional”.
El referente de la industria molinera brasileña destacó el trabajo de la Embrapa para lograr en un plazo de 10 años un volumen para la cosecha del país en torno de los 20 millones de toneladas. “La expectativa se basa en la diversificación de áreas plantadas y de variedad de semillas, especialmente en la región del Cerrado (ver: En busca de ampliar fronteras para el trigo, la Embrapa abre caminos en el centro de Brasil). Esto, mientras los grandes productores internacionales de trigo tienen pocas posibilidades de expansión de superficie. Por eso, el momento brasileño para participar en el mercado internacional de trigo es muy positivo”, auguró Barbosa. Y contó que la producción del Cerrado será, en parte, consumida por las plantas del norte, nordeste y del centro del país, en tanto que las plantas del sur se abastecerán de los centros de producción de Rio Grande do Sul, Santa Catarina y de Paraná.
El Niño dice presente
“El Niño que puede venir según los augurios de los climatólogos está asustando a los productores, sobre todo en Rio Grande do Sul, porque las mayores lluvias que suele traer este fenómeno sobre el hemisferio sur, en esa región del país, tienden a coincidir con la fase final de los cultivos y con la cosecha, con todo lo que el exceso de humedad trae aparejado para la calidad de los granos, que hasta los puede volver apenas útiles para forraje, con valores mucho más bajos para el agricultor”, advirtió Brandalizze.
Pinheiro explicó que Paraná, el segundo mayor productor de trigo brasileño, queda menos expuesto a los excesos de humedad para el tiempo de la cosecha que puede traer El Niño porque siembra antes que Rio Grande do Sul. “Ante la chance de un año Niño, los productores paranaenses intensificaron las labores de siembra e incluso adelantaron la ventana de plantación (ya cubrieron el 50% del área prevista, contra el 43% de 2022), con una evolución de los cultivos que se ve considerablemente superior a la media de los últimos años. Entonces, en resumen, el escenario continúa siendo favorable en general para la producción brasileña, pero con preocupaciones para la cosecha, principalmente para Rio Grande do Sul”, destacó.
Cautela en torno de la siembra del grano transgénico
Si bien a principios de marzo último Brasil aprobó la importación y la siembra del trigo transgénico tolerante a sequía HB4 desarrollado por Bioceres, la industria y los analistas brasileños expresan la cautela con que se está maneja su uso.
“La industria está esperando ver la reacción de los consumidores. Abitrigo está al tanto de una encuesta de opinión pública que mostró que alrededor del 70% aceptaría el trigo HB4. Este porcentaje todavía no permite sacar una conclusión, ya que un 30% se pronunció en contra y puede generar un efecto multiplicador”, dijo Barbosa a LA NACION y agregó que la industria está preocupada por los costos que podría ocasionar el uso de esta variedad, sobre todo si luego hubiera que segregar el tipo de harina por el grano de origen.
“Al menos en esta nueva campaña no creo que se siembre el trigo transgénico en Brasil. Por la información que tenemos, las empresas que están trabajando para traer estos cultivos aún tardará unos cuatro años en tener una producción efectiva en el mercado”, contó Pinheiro.
Bento consideró que por el momento la adhesión de los productores a esta nueva tecnología será acotada. “Con el tiempo, creo que los cultivares con tecnología transgénica ganarán terreno porque el productor tiene garantía de comercialización y porque las variedades que puedan dar certezas en cuanto a su relación con el clima seguramente tendrán buena demanda”, dijo.
Según Brandalizze, quizás el próximo año se vea más interés por este trigo transgénico, “pero por ahora la demanda de semillas no está yendo en esa línea”.