Trenes rusos: un regalo millonario a Putin, archivado en el cajón de los imposibles

Es difícil elegir el principal furcio dentro de la política exterior del gobierno de Alberto Fernández. Hubo varios y variados. Pero, sin dudas, en cualquier podio estaría aquella frase del Presidente a su par de Rusia, Vladimir Putin, cuando se reunieron en febrero de 2022, poco días antes de que el ejército ruso invadiera Ucrania. “El contexto es muy favorable para vincularnos más –dijo entonces el mandatario argentino-. Tenemos que ver la manera en que la Argentina se convierta en puerta de entrada de Rusia en América Latina de un modo más decidido”.

En esos días de sonrisas de dientes blancos, el Presidente le llevó en mano una adjudicación a Putin en la que la Argentina le compraba trenes eléctricos a Rusia, pese a que serían destinados a un ramal que no tiene electricidad. La diligente misión hasta se dio el lujo de pasar por alto ese pequeño detalle con tal de entregar el souvenir a tiempo. Pasaron los meses y no solo que jamás se puso un solo tornillo, sino que la empresa ferroviaria rusa TMH, que había ganado la licitación, acaba de dejar el país, después de que se desprendió de la filial local, justamente la encargada de fabricar los trenes en suelo argentino.

Un grupo de inversores locales, CaleGroup, compró la firma que arrastraba serios problemas financieros. Más allá de que tiene operaciones en Córdoba, Tucumán y Santa Fe, la principal actividad está en la bonaerense Mechita, una localidad ferroviaria donde hay una enorme planta sobre el ramal Sarmiento, a 200 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires.

Compramos la filial local, que tiene 208 empleados, de los cuales hay 34 que ocupan cargos gerenciales que terminarán su relación comercial con la compañía. Dentro de la empresa hay dos contratos: uno con el Estado y otro con el ferrocarril de cargas NCA. No hay nada de ese contrato”, dijo a LA NACION Augusto Marini, el CEO de Motora Argentina, tal el nuevo nombre que tendrá la sociedad.

Pero mucho antes de esta salida había empezado la novela de los trenes eléctricos comprados para la línea San Martín. La primera nota distintiva fue que justamente este ramal no tenía, al momento de la adjudicación, ni siquiera en marcha la licitación para la electrificación de la traza.

La segunda fue que los rusos anunciaron siete meses antes de la adjudicación que habían ganado la licitación. Quizá leyeron la borra en algún café y pudieron percibir el futuro. Vaya a saber. En aquel junio de 2021, casualidad o no, el presidente de Trenes Argentinos, Martín Marinucci, fue invitado a Rusia a una exposición de transporte que financiaba y auspiciaba TMH. En la empresa estatal argentina argumentaron que no hubo irregularidad en ese viaje ya que fue autorizado por el Estado y se siguieron todos los protocolos para un destino así, como autorizaciones y viáticos. En la revista de la empresa, que se publica en su sitio de internet, lo nombraron como ”un invitado”.

El segundo hecho que llamó la atención se dio poco tiempo después de la visita. En la comunicación oficial, una revista editada por la ferroviaria rusa, la adjudicación se dio por concretada. Mientras tanto, en el expediente iban y venían pedidos a la francesa Alstom, la otra competidora, para que a los trenes que proponía en la oferta se les incorporara una puerta más para que queden tres por vagón y no dos, como presentaba el diseño de la compañía francesa. Era una modificación en el diseño original. Finalmente, después de respuestas en la que la ferroviaria confirmaba que esa era su propuesta y no otra, su oferta fue descalificada. Los rusos quedaron solos. “Esperamos la firma del contrato en los próximos días”, se leía en aquella revista, de boca de su presidente.

Mientras la confirmación amanecía en Moscú, en la Argentina ni siquiera se había avanzado en la adjudicación.

Los rusos ratificaban la operación y, en tanto, en el país se movía con fineza un viejo conocido de los trenes fantasmas argentinos: Thibault Desterac. El ejecutivo de origen galo no es ni más ni menos que el hombre fuerte del consorcio que lideró Alstom y que se quedó con la fallida adjudicación del tren bala argentino que uniría Buenos Aires con Rosario y Córdoba. Alguna vez su foto fue portada de diarios cuando Néstor Kirchner y Ricardo Jaime miraban enamorados la maqueta del tren de alta velocidad. El vendedor de material ferroviario francés también apareció en aquella recordada foto. Jamás se puso un solo durmiente de ese faraónico proyecto.

Finalmente, en octubre de 2021, cuatro meses antes de que se decidiera la adjudicación, el director general de TMH, Kirill Lipa, llegó a la Argentina en un viaje relámpago. Pese a que no se asentó en el Registro de Audiencias, se reunió con el entonces ministro de Transporte, Alexis Guerrera, con el entonces presidente de la Cámara de Diputados y hoy ministro y precandidato, Sergio Massa, y con Marinucci.

El ruso no se fue con las manos vacías de aquellas reuniones: se llevó un informe de firma conjunta identificado con el número IF 2021 98425581, fechado el 15 de octubre. Es un documento donde dejó claro que las otras ofertas fueron desestimadas y que TMH era la única competidora que quedó en pie. Allí se acordó que haya un programa de integración del 30% de componentes argentinos. También estableció el crédito que se tomaría con el Eximbank de Rusia por hasta US$850 millones, con un período de gracia de 48 meses y un plazo de 108 meses mínimos de repago de la deuda, con un interés en dólares de Libor seis meses más 2,5% anual.

“Adjudícase la licitación pública 451-0014-LPU18 para la adquisición de 70 unidades eléctricas múltiples, la provisión de la documentación técnica y la prestación de los servicios de capacitación técnica, asistencia técnica y mantenimiento de unidades a la firma TMH International Limited Liability Company por la suma de US$864.217.959,42″, dice el artículo 2 de la resolución del Boletín Oficial que se publicó a principios de 2022.

La resolución con la adjudicación se convirtió en una de las principales ofrendas que Fernández le hizo a Putin. Fueron todas sonrisas y promesas de compras que financiarían los rusos mediante un crédito que tomaría la Argentina.

Pero los tiempos cambiaron. Guerrera ya no es ministro y Massa es “superministro”. Por supuesto, el ramal no tiene electricidad. Sin embargo, las menudencias argentinas quedan pequeñas frente a la coyuntura de Rusia. Después de la invasión a Ucrania, y con casi un año y medio en guerra, todas sus empresas y sus jerarcas se replegaron. TMH dedicó su capacidad de producción a fabricar armamento y el banco sólo pone dinero en causas nacionales.

Ese repliegue llegó a la Argentina con la venta de la filial local. Mientras, Alberto Fernández se quedó en el zaguán a la espera de que Putin abra la puerta para entrar en América Latina. Eso sí, tiene en la mano una licitación millonaria adjudicada, que ya junta polvo de tan quieta que estuvo.

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