La nueva campaña propone contextos locales e internacionales desafiantes. Por un lado, en el ámbito internacional, Estados Unidos se proyecta con buenos niveles de producción. Brasil, otro actor importante del mercado global, va a probablemente repetir el récord productivo de la campaña pasada.
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La Argentina viene de una de las peores campañas de los últimos 24 años y podría encaminarse hacia una recuperación. “Es decir, estamos ante un escenario global de aumento de la oferta y cuando se analizan las diferencias entre las existencias y los consumos, vemos que es la segunda relación más elevada de los últimos años. Todo esto genera una situación de calma en los mercados”, analiza Gonzalo Agusto, economista jefe de la Bolsa de Cereales de Córdoba. Y agrega: “También hay que considerar que China no viene creciendo a los niveles que se esperaba. Otra variable que le pone un freno al crecimiento de las cotizaciones”.
A nivel local, la gran incógnita tiene que ver con la política cambiaria y las decisiones que tome el nuevo gobierno a partir del 10 de diciembre. “Si hubiera una quita de retenciones, a pesar de estos bajos precios, la soja se posicionaría como una opción muy rentable para el productor y eso haría que aumente la siembra”, opina Augusto.
La Bolsa de Comercio de Rosario está proyectando que el área de soja del ciclo 2023/24 suba después de nueve campañas de caída ininterrumpida. La primera estimación nacional en cuanto a intención de siembra de la oleaginosa señala 17 millones de hectáreas. El aumento sería de un millón de hectáreas, 6,2% más que en la 2022/23. “Si seguimos con los derechos de exportación en torno al 33% y con un panorama de precios internacionales bajos, la rentabilidad para el productor sería prácticamente nula. En cambio, con otra política cambiaria la situación se podría revertir”, expresa el economista jefe de la Bolsa de Cereales de Córdoba.
Pero la intención de aumento de la siembra va a depender de un mix de factores políticos, económicos y ambientales que alienten a un incremento de la soja por sobre el maíz. “Estamos hablando de 48 millones de toneladas de expectativas de producción. Y hay que considerar que el maíz es más caro de producir que la soja. Y después de una campaña tan mala, el productor viene desfinanciado”, argumenta.
Agusto considera que los precios internacionales son buenos y que no hay grandes perspectivas alcistas. Para mayo, la soja en el mercado local cotiza en torno a los US$/t 325.
Para el economista lo más importante son los incentivos y las reglas claras. “Los Dólar Soja y Dólar Agro generan distorsiones en el mercado”, sostiene. Y considera que hay tres puntos principales a tener en cuenta: “Por un lado, nos vamos desacoplando de los mercados internacionales porque los precios del mercado interno no reflejan lo que pasa en el mundo como consecuencia de las intervenciones que modifican de un día para otro los valores que recibe el productor. Por otro lado, los cambios en las reglas de juego desincentivan la inversión, las ganas de transformar y de agregar valor. Y finalmente, esa distorsión en los precios relativos genera una asignación ineficiente de los recursos de la economía, porque los precios –cuya principal función es asignar recursos– pierden ante estas intervenciones que modifican arbitrariamente los valores, que no reflejan lo que realmente demandan y ofertan”.
Agusto insiste en que los cambios en las reglas de juego impactan en los precios y estos inciden en la decisión del productor a la hora de sembrar. “En cualquier lugar del mundo, el riesgo de un productor se puede manejar a través de los mercados a futuro, luego está el riesgo climático, que también se puede asegurar. Y en la Argentina se suma el riesgo político que es muy importante porque puede modificar la rentabilidad de un cultivo de acuerdo a las medidas que se tomen, tanto en la política agrícola como en la cambiaria. Por último, a los derechos de exportación se le suma la brecha cambiaria, que también funciona como otro derecho a la exportación adicional sobre los productores”.
Augusto destaca que, de los 20 millones de toneladas que se produjeron en la campaña 22/23, todavía quedan por vender ocho millones y 3 millones de toneladas por fijar precio lo que equivale a 3000 millones de dólares. “Comparada con otras campañas, la producción fue tan baja que tampoco queda tanto respecto a otros años”, dice el economista.
“La decisión de vender o no va a depender de la necesidad de cada productor. Quizás el productor pueda capitalizarse si vende hoy, pero estamos en un momento de tanta incertidumbre que las decisiones tienen que ser muy pensadas y evaluadas”, concluye el economista de la Bolsa de Córdoba.