NUEVA YORK.- El astronómico aumento de las tasas de interés que anunció esta semana el Banco Central de Rusia es un mensaje de la nueva realidad que enfrenta el Kremlin: la economía rusa tocó su techo.
El gobierno de Vladimir Putin ha inyectado descomunales cantidades de dinero en la economía para mantener abastecidas a sus tropas en el frente ucraniano y para blindar a sus empresas y ciudadanos de los efectos de la guerra. Gracias a la holgura del Estado, la demanda en Rusia está creciendo y la economía se va recuperando de la recesión inducida por las sanciones de Occidente el año pasado. Pero la oferta, cada vez más acogotada por el aislamiento de Rusia y la generalizada escasez de mano de obra, no crece.
Ese creciente desequilibrio entre demanda y oferta en la economía de guerra de Rusia quedó bajo los reflectores esta semana, cuando el rublo se desplomó a su nivel más bajo desde los primeros días del conflicto armado. Un alto funcionario del Kremlin culpó del derrumbe a la expansiva política monetaria. Al día siguiente, tras una reunión de emergencia, el Banco Central ruso elevó las tasas de interés en 3,5 puntos porcentuales, y lo adjudicó a la necesidad de estabilizar la moneda local y bajar la inflación, que en los últimos tres meses creció a un ritmo del 7,6% interanual.
El rublo se recuperó un poco y cotiza a 94 rublos por dólar norteamericano, en comparación con los 102 rublos que pedían el lunes. Para los economistas, la volatilidad no es señal de una inminente crisis financiera, sino más bien un síntoma de las escleróticas perspectivas de la economía rusa.
En otra jugada destinada a apuntalar el rublo, el gobierno ruso llegó a un acuerdo informal con los exportadores para que liquiden sus ingresos en moneda extranjera, según el diario de negocios ruso Vedemosti. Poco antes del inicio de la guerra, el Banco Central implementó una versión más estricta de esa misma medida para frenar el derrumbe de la moneda nacional.
“Por sus características, Rusia es uno de los países con más aguante, y no creo que vayan a quedarse necesariamente sin divisas o algo así”, dice Erik Meyersson, estratega en jefe para mercados emergentes del banco sueco SEB.
El dilema de Putin
Pero la velocidad a la que puede crecer la economía rusa sin fogonear la inflación es mucho más baja que antes de las sanciones de Occidente. Y el deterioro de las perspectivas de crecimiento representa un dilema para el presidente Putin, que por un lado tiene que impulsar la producción militar y por el otro tiene que aplacar a los rusos de cara a las elecciones presidenciales de marzo próximo.
El gasto público en relación con el PBI se disparó un 13,5% en el primer trimestre en comparación con el mismo periodo del año pasado: desde 1996 que no se registraba un salto similar en los gastos del Estado. El FMI estimó que antes de 2014, cuando ocupó Crimea, el potencial de crecimiento era del 3,5%.
Hoy los analistas del banco Raiffeisenbank Russia estiman que el potencial de crecimiento económico a largo plazo ronda el 0,9%. En los años previos a la crisis financiera internacional de 2008, la economía rusa promediaba un crecimiento del 7% anual.
“La devaluación del rublo demuestra que la pirotecnia económica de aumentar el gasto público es insostenible”, dice Janis Kluge, experto en economía rusa del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad. “El techo no lo pone la capacidad de financiamiento del Estado, sino la capacidad de producir que tiene la economía”.
La capacidad de Rusia para aumentar la producción de sus fábricas ya está al límite. En los sectores que abastecen a los militares, las plantas trabajan a tres turnos para hacer frente a los pedidos. En la primera mitad del año, todos los rubros asociados con la producción militar, como artículos de metal, productos ópticos o indumentaria especial, tuvieron un auge fenomenal.
Falta de insumos
En contrapartida, los sectores industriales no militares languidecen por falta de acceso a insumos y repuestos occidentales, por ineficiencia y por su pobre historial de inversión en mantenimiento de máquinas y equipos. La producción de automóviles se desplomó un 10% interanual. Como resultado, la economía de Rusia se fue enfocando cada vez más en la explotación de sus vastos recursos naturales, y las ganancias que generan la energía y los metales llenan las arcas del gobierno.
Desde que invadió Ucrania y quedó aislada de las redes de suministro occidentales, Rusia ha hecho esfuerzos para volverse más autosuficiente, aunque con lentitud y con resultados disímiles. Alrededor del 65% de las empresas industriales de Rusia dependen de equipos importados, según una encuesta publicada en junio por la Escuela Superior de Economía de Moscú.
“Generar capacidad productiva en nuevos sectores lleva tiempo”, apunta Iikka Korhonen, director del Instituto para Economías Emergentes del Banco de Finlandia. “Hace falta maquinaria, hacen falta técnicos calificados, y todo eso insume recursos y lleva tiempo”.
Rusa ha buscado suplir ese vacío en el extranjero: según datos de su Ministerio de Economía, de enero a julio de este año las importaciones de bienes aumentaron un 18%. Las importaciones desde China aumentaron y el ministro de defensa de Rusia visitó recientemente Corea del Norte para conocer sus sistemas de armas.
Esa creciente dependencia de las importaciones tiene importantes implicancias para la estabilidad económica de Rusia. La balanza de cuenta corriente sigue siendo superavitaria, lo que en términos generales significa que recibe más de las exportaciones de lo que gasta en importaciones. Pero este año ese superávit cayó un 85%, o sea que hay menos ingreso de dinero en la economía y menor demanda de rublos. Y un rublo débil se traduce en un encarecimiento de las importaciones, lo que a su vez impulsa la inflación.
Rusia ha tenido menos éxito a la hora de reemplazar a sus proveedores de productos de tecnología media y alta, como piezas y repuestos de aviones, que han sido objeto de sanciones occidentales. En el último trimestre de 2022, las importaciones de esos rubros disminuyeron en 7000 millones de dólares en comparación con el año anterior, según un análisis publicado por el Centro de Investigación de Política Económica.
Se estima que el creciente aislamiento tecnológico de Rusia reducirá sus perspectivas de crecimiento a largo plazo, que ya eran sombrías incluso antes de la guerra. La fuerza laboral del país se viene reduciendo desde hace más de una década, mientras se acentúa el envejecimiento poblacional. Además, la productividad es baja debido a la falta de inversión y a un entorno de negocios sumido en la corrupción y burocracia estatal.
Durante el último año, esas tendencias no han hecho más que agravarse. Rusia enfrenta la peor escasez de mano de obra desde la década de 1990, ya que cientos de miles de hombres fueron movilizados al frente de batalla o huyeron del país. “En Rusia ya casi no hay oferta, y el resultado inevitable de eso será más inflación”, apunta Liam Peach, economista de mercados emergentes de Capital Economics.
Chelsey Dulaney y Georgi Kantchev
Traducción de Jaime Arrambide