Su nombre se instaló en la vidriera nacional a mediados de 2018, cuando anunció en la red social Twitter que junto a sus dos comprovincianos y también diputados nacionales del PJ iba a votar a favor de la legalización del aborto, dándole luz verde en la Cámara baja al proyecto que poco después fracasaría en el Senado. Esa fue la plataforma de lanzamiento que llevó a Sergio Ziliotto a ganar, al año siguiente, la elección a gobernador de La Pampa.
Cuatro años después, este “Ruso” que en realidad es descendiente de italianos que llegaron el siglo pasado y se instalaron en varios pueblos del norte pampeano, se encaminaba esta tarde a su reelección y, sobre todo, a retener por cuatro años más la hegemonía que el peronismo ejerce en la provincia desde el regreso de la democracia, en 1983.
La historia política de Ziliotto reconoce otra fecha emblemática, también en 2018. Fue en diciembre de ese año cuando el entonces gobernador y líder del peronismo pampeano, Carlos Verna, anunció públicamente que sufría un cáncer cuyo tratamiento lo obligaría a parar la pelota y tener que delegar el poder en un delfín. La bendición de “El Barba”, o “El Gordo”, como se lo conocía en sus tiempos de senador nacional, recayó en el “Ruso”, con quien se conocían de la militancia en el peronismo pampeano desde la época del deshielo político antes de la recuperación democrática.
De hecho, Verna y Ziliotto compartieron, en diciembre de 1983, lo que sería un viaje iniciático para el joven descendiente de italianos, cuando abandonó su pueblo natal, General Pico, en donde nació el 24 de septiembre de 1962, para instalarse de manera definitiva en Santa Rosa, la capital pampeana.
Esa amistad de 40 años sigue vigente, pero desde que Ziliotto llegó al poder ha sufrido un importante desgaste. Como buen caudillo, Verna nunca dejó del todo el control del partido, todavía sigue liderando la línea Plural del PJ, pero el “Ruso” siempre tuvo carácter y nunca dejo que le controlaran el gobierno.
La separación comenzó casi de inmediato. Ni bien asumió, en diciembre de 2019, su primer mandato, Ziliotto plantó bandera y aclaró que lo suyo no sería una continuación del vernismo. “El mío va a ser un gobierno distinto, no quiero ser el nuevo Verna”, dijo, antes de prometer que iba a hacer “un armado mucho más horizontal”. “Quiero gobernar con todos, pero la conducción no se la dejo a nadie”, advirtió.
Y así fue. En sus cuatro años de gobierno buscó acumular poder y construir su propia corriente interna dentro del peronismo. No tuvo mucho éxito. Verna sigue siendo todavía el principal referente del PJ y Ziliotto sabe que ahora sólo le quedan cuatro años de gobierno por delante, pero sin posibilidad de re-reelección tendrá que fortalecerse para poder ubicar un delfín.
En contra de sus aspiraciones le jugaron a Ziliotto las últimas elecciones de medio término, en las que el peronismo pampeano perdió por primera vez la elección para senador nacional. Ese 2021 fue determinante para ponerle un freno al proyecto de acumulación de poder del gobernador.
Para lograr su reelección tuvo que lidiar, también, con su falta de carisma. De hecho, cuando en el mundillo político de la provincia se pregunta por el gobernador siempre surge la misma imagen para mostrar que es un técnico más que un político, que no tiene un gran atractivo personal: “No es un tipo que le gusten los asados”, dicen.
De alguna manera este carácter hosco del “Ruso” Ziliotto se puede resumir en los ejes que usó para la campaña. Estabilidad, equidad y seriedad fue la tríada elegida por el gobernador en la búsqueda de su reelección, resaltando esta idea de que prefiere los actos de cortes de cinta inaugurando obras que los políticos multitudinarios.
Si algún temor surgió en el peronismo en los días previos a la elección estuvo vinculado, precisamente, con su relación con la Casa Rosada y el presidente Alberto Fernández, que fue lo que le permitió inaugurar gran cantidad de obras públicas a lo largo del último año. La contracara fue el riesgo de quedar pegado a un gobierno con mala imagen y que lidia con una crisis económica sin demasiada suerte.
Se aferró a esa estrategia, al extremo de que se sumó a las críticas del Gobierno y del kirchnerismo contra la Corte Suprema de Justicia por la suspensión de las elecciones a gobernador en San Juan y Tucumán. La jugada parece haberle estar saliéndole bien. Si se confirman los pronósticos, tendrá cuatro años más como gobernador al frente de La Pampa y le habrá ofrendado al peronismo un motivo para festejar y tratar de ilusionarse con la idea de que se puede pelear la elección nacional.