Semanas en las que pasan décadas

En la Argentina, cuya política desde hace mucho tiempo se ha judicializado, hubo un fallo importante este lunes de la Cámara de Casación, el máximo tribunal penal del país, en el que se decidieron dos cuestiones. El fallo fue dictado por los camaristas Daniel Petrone y Diego Barroetaveña. Decidieron, por un lado, remover a los jueces que habían impartido en el tribunal correspondiente que no había que llevar adelante el juicio oral contra los responsables en las causas de Hotesur y Los Sauces. Esos dos jueces son Daniel Obligado y Adrián Grünberg. En cambio, Adriana Palliotti, que había votado por la realización del juicio, se mantiene en la causa. Por otro lado, hubo una especificación relevante desde el punto de vista político y familiar: que Florencia Kirchner debería ser excluida del proceso, debido a que en el momento en el que se constituyeron estas sociedades era menor de edad. Es algo que, desde el punto de vista político, mucha gente reclamó y vio como sensato en la idea de que era alguien que nunca participó de la vida política, ni militó políticamente, fue funcionaria o buscó fueros, y fue expuesta a estas responsabilidades penales por sus padres. Elisa Carrió, en su momento, fue una de las personas que reclamaron que fuera separada de los procesos.

Esto es la consecuencia de una jugada de la Corte. La semana pasada, decidió que debía ser relevada como jueza la camarista de la Cámara de Casación que tenía que resolver sobre este tema, Ana María Figueroa, por razones de edad. El jueves eventualmente, ahora se decidió que no, el kirchnerismo iba a forzar una sesión en el Senado para devolverle a la jueza Figueroa la condición de juez y prolongarla, a pesar de que ya había cumplido 75 años. Lo que nos lleva a un conflicto de poderes laberíntico. Desplazando a la doctora Figueroa de la Cámara de Casación Penal, quedaron sin excusa los otros dos camaristas que venían prorrogando su pronunciamiento y se pronunciaron hoy a favor de que se realice este juicio. Se trata de un juicio que es importante por dos razones: una es política. Es un juicio oral en el cual se va a ventilar todo el caso Hotesur y Los Sauces donde, como sabemos, estos hoteles eran usados por dos empresas constructoras, de Cristobal López y Lázaro Baez, que empleaban esos establecimientos para alojar supuestamente a sus obreros que realizaban trabajos a muchísimos kilómetros de distancia. Ubicaban presuntamente a obreros de la construcción en hoteles carísimos aun cuando por razones meteorológicas, del impacto que tuvieron las cenizas de un volcán chileno sobre El Calafate, estos hoteles estaban cerrados. Aun así figura que estos empleados de López y Báez seguían usando los hoteles para simular ingresos que recibían esas sociedades. Y acá viene la segunda cuestión importante: si en la investigación se cierra un círculo que es el de la obra pública de Santa Cruz donde, según demostró la Justicia en un juicio oral, se pagaban coimas que supuestamente se lavaban en los hoteles. Todo esto fue una construcción societaria de Néstor Kirchner, y ahora su familia enfrenta las consecuencias.

También estos camaristas revocaron el sobreseimiento para quienes intervinieron en el Memorándum de Entendimiento con Irán que, para mucha gente, no es judiciable porque es una cuestión política, pero que tiene un costado discutible que es que sometía a una negociación política con Irán algo que la Justicia argentina ya había acreditado, que era la participación de funcionarios iraníes como cobertura de Hezbolá para el atentado contra la AMIA. Quiere decir que quedan abiertas dos cuestiones importantes para el kirchnerismo en plena campaña electoral. Y eso significa un golpe para el candidato de esta fuerza política Sergio Massa que, paradójicamente, recibe ahora el impacto de algo que si bien no colaboró para iniciar, se dio en un momento en el que él estaba enfrentado con el kirchnerismo, asociado a Margarita Stolbizer, que es la que denunció por primera vez la causa Hotesur. Massa zigzagueó políticamente y ahora aquello que se inició con su consentimiento político, lo perjudica y lleva al centro de la campaña el tema de la corrupción durante la era Kirchner.

No es el único tema judicial que afecta a Massa. Hay otro que lo afecta más directamente y tiene que ver con su propia familia. Llegó al juzgado de Ariel Lijo una denuncia penal formulada por Ricardo López Murphy y Marcela Campagnoli por la compra de 600 autos por 9.000 millones de pesos en AySA a un precio superior al del mercado. Se trató de una adjudicación para la empresa Lumiere Automóviles y acá hay un detalle significativo, que es que el vicepresidente de AySA, Martín Reibel, que es como el hermano de Máximo Kirchner, con quien se crió en Santa Cruz, no firmó esos contratos que ahora deben ser investigados, no firmó el acta de directorio donde se adjudicaban estas compras de autos, lo mismo que el astutísimo sindicalista José Luis Lingeri. Eso que deja aún más expuesta a la familia Massa y a Malena Galmarini, que es la presidenta de AySA. La causa llega al juzgado del doctor Ariel Lijo y en la Fiscalía empiezan a percibir señales de que Lijo, como en tantos otros expedientes, ha decidido dormir esta causa que complica al candidato Massa.

Es inevitable, entonces, que el tema de la corrupción y de las causas judiciales se cruce con la pelea electoral, en un momento de gran cambio en la Argentina. Hay que Lenin, pronunció refiriéndose a la revolución rusa, que él encabezó: “Hay décadas en las que no pasa nada y semanas en las que pasan décadas”. Daría la impresión de que estas semanas que transcurren en la Argentina son semanas en las que pasan décadas por la cantidad de cambios que hay. Por ejemplo, 11 millones de personas que no fueron a votar, 7 millones de personas que van a votar por un candidato anti-sistema como Javier Milei, que tampoco tiene experiencia política, armado político, conocimiento del Estado. Y, lo que es más curioso, lo votan por eso. En este contexto se producen elecciones también muy raras en las provincias. El PJ ya perdió en seis provincias, en lugares en los que aparentemente era invencible. San Juan y San Luis, por ejemplo. Le quedan diez provincias de las que tenía. Juntos por el Cambio, que es una alianza que comenzó siendo muy metropolitana, ya tiene ocho provincias de las cuales la mayoría son radicales. En Santa Fe, hubo una derrota colosal del peronismo. Santa Fe es una provincia que el peronismo ha tenido escriturada, la única provincia que ganó en el derrumbe de 1983. Ahí triunfó Maximiliano Pullaro, que hizo una elección como ningún candidato hizo desde el ‘83. Y ahora se suma Leandro Zdero, otro hombre del radicalismo que acaba de derrotar por más de seis puntos nada menos que a Jorge Capitanich. Capitanich es un personaje especial, un caudillo de provincia que se obsesiona con el poder, conoce cómo se maneja el Estado y la maquinaria clientelar del Chaco. Tiene una tecnología moderna para manejar toda esa maquinaria. Fue senador, varias veces gobernador, dos veces Jefe de Gabinete con Duhalde y Cristina Kirchner. Cae derrotada una figura muy importante del peronismo. Cae derrotado un eventual candidato presidencial en el futuro del peronismo. Cuando Cristina Kirchner mira el mapa de recursos humanos con el que puede contar, debe lamentar muchísimo esta caída de Capitanich no solo porque es alguien con el que ella contaba en el ajedrez del peronismo. También porque la deja en una situación incómoda, en la que ningún caudillo quiere estar, que es un excesiva dependencia de un solo protagonista: Axel Kicillof. La caída de Capitanich quiebra un posible equilibrio interno que pudiera haber en un futuro en el kirchnerismo. Estamos ante un cambio importante en la configuración del poder del país y de la principal fuerza política.

Hay otro dato interesante. Pullaro en Santa Fe o Zdero en el Chaco son dirigentes de partido, identificados con la militancia política clásica. Es gente de la organización política de un partido tan estructurado y tradicional como el radicalismo. En el caso de Zdero, militó durante mucho tiempo en el Chaco y, en el último tramo de su carrera, militó al amparo de Gustavo Valdés, gobernador de Corrientes, que también es un hombre de familia política. Todos ellos tienen sus raíces en la militancia universitaria. Pareciera ser que la impugnación de la casta que verbaliza Milei, que aparece en las encuestas, que sería la proyección de un sentimiento de desgano, de mucho desapego de la gente hacia la política profesional, en esas provincias no se verifica. Pareciera que los partidos todavía tienen una vitalidad que se desconoce tal vez en el Área Metropolitana. Estamos ante novedades, paradojas y contrastes de distinto tipo, que impiden algo que uno busca siempre y hoy se vuelve muy resbaladizo: generalizar, encontrar alguna regla universal. Eso, que tranquiliza, hoy está ausente. Hay que mirar la historia del radicalismo en este momento, el entramado que se puede ir formando entre gente como Pullaro, Zdero y Valdés. No hay que descartar y olvidar un dato que poquísima gente tiene en cuenta y es que Gerardo Zamora, el santiagueño, es de origen radical. Y tiene afinidades históricas con todo este grupo de gente. Entonces estamos ante un mapa, que se puede completar si triunfa en Mendoza Alfredo Cornejo, importante para ir vislumbrando la Argentina que viene. Y probablemente un mapa que le dé más consistencia y esqueleto a JxC del que carece si uno mira las peleas de cúpula y, en la ciudad de Buenos Aires, dentro del Pro.

Obviamente para el peronismo es un golpe importante. Sería interesante ver cómo mira Massa lo que pasó en el Chaco porque, para cualquier peronista, una derrota de esta dimensión, que implica la aparición de un radicalismo que se renueva, tiene mucha densidad política. ¿Es un derrumbe peronista generalizado, que se manifiesta en las derrotas en distintas provincias? No sabemos cuál va a ser el modelo de llegada. Y frente a todo esto, un Massa que enfrenta una campaña electoral que para él es extraordinariamente difícil -no solo por la mala política económica que lleva adelante- sino también por un gobierno desahuciado desde hace mucho tiempo. Massa apela a los reflejos primitivos que tiene cualquier político, que son los reflejos clientelares, de pensar en cambiar plata por votos. Cómo por ejemplo la devolución del IVA, que no es devolución del IVA, como explica muy bien en una nota Alfredo Sainz para LA NACION, es la devolución del 21% a cualquier compra que haga un jubilado, monotributista o beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo en los supermercados. Además de sorteos de electrodomésticos. Es una respuesta un poco desesperada y patética que tiene repercusión en el deterioro de la economía.

Empieza a haber incógnitas de otro calibre sobre la dinámica económica. Una aceleración de la inflación que mensual, ya llegó a 12,5%, y a 15% en alimentos. ¿Eso se detiene acá, o sigue? ¿Qué relación hay entre esa escalada y el dólar, donde la brecha vuelve a estar prácticamente en 100% entre el oficial y el contado con liquidación? ¿Qué sucede con el nivel de actividad económica? ¿Y con los 10 mil millones de dólares negativos del Banco Central que impiden solventar exportaciones por las cuales es imposible producir, y se empieza la caída del nivel de actividad? Hay otro drama del que se habla muy poco, que es la deuda que tiene el Central con las empresas que fueron financiadas por sus casas matrices o proveedores para importar, por 40 mil millones de dólares. Ahora se duda de que los vayan a recibir. Este problema lo heredará el próximo gobierno, aún si fuera Massa el que ganara.

Esto enciende luces de alarma en muchos observadores y actores de la economía. Hace dos semanas se encendió una luz importante en un think-tank de Washington donde pronunció una larga conferencia Jay Shambaugh. Se trata de una figura importante para la Argentina en el engranaje del gobierno norteamericano. Es el segundo de la secretaría del Tesoro. En términos prácticos, para nuestro país, quizás es más importante que la secretaria del Tesoro, Jannet Yellen, dado que es el encargado de las relaciones internacionales de lo que sería el Ministerio de Economía de Estados Unidos. Dentro de sus competencias está el monitoreo y conducción de la representación norteamericana en el Fondo Monetario Internacional. O sea que la representante de Estados Unidos en el Fondo, Gita Gopinath, -para ponerlo en términos crueles, la “jefa de Massa”- depende del señor Shambaugh.

En su discurso, se pronunció sobre el papel que el Fondo tiene en el mundo. En la última parte de esa conferencia, se refirió al papel del Fondo como prestamista y auditor de los países que le piden financiamiento. Y dice algo contundente: que es difícil, pero que si el Fondo le presta a un país que se compromete a determinadas reformas, y ese país no las realiza, con todo el costo que puede significar, el Fondo se tienen que retirar de ese país, romper el contrato, por el riesgo que tendría de quedar envuelto en el incendio que se puede producir en ese país, en detrimento de la gente, si no se cumplen los programas. Cualquiera que escuchó ese discurso, podría decir que estaba hablando de la Argentina. Pero por si quedaba alguna duda, al día siguiente apareció en un blog que se llama The Bretton Woods Committee un artículo de Mark Sobel, un amigo del Shambaugh, y exfuncionario del Tesoro, que avisa que Shambaugh, al hablar del papel del Fondo con países que no cunplen, estaba hablando de la Argentina.

Es decir, que hoy en Estados Unidos, figuras muy gravitantes en el FMI, le están diciendo a Georgieva que le suelte la mano a Massa, y que se vaya. Esto hace juego con un Massa que fue a Washington y arregló determinadas promesas a cambio de financiamiento, volvió y decidió romper las promesas porque tiene que ganar el 22 de octubre. Y cree que ganará gastando más, aunque el mayor gasto alimente la inflación, que es la jefa de campaña de Javier Milei, ya que este crece ligado a la inflación y al tipo de cambio paralelo, el blue.

Hay otra novedad el plano internacional que tampoco le debe agradar a Massa. Es la foto entre Lula con el exministro de Economía Martín Guzmán. El eje principal del discurso electoral de Massa es que se hizo cargo de un desastre que había, al que llama “el fierro caliente”. Pide el voto por eso. Que lo premien por su altruismo, aunque a alguno le parezca inesperado. Y con eso quiere decir que se “hizo cargo” del desastre que dejó Guzmán. Sin embargo, en Brasil no piensan los mismo. Guzmán fue contratado por el Gobierno de Lula en Brasil, en donde asesora al ministro de Hacienda, Fernando Haddad. Lula Da Silva, parece ser el patrón de la Argentina, o sea, el líder sudamericano debajo del cual decidieron ponerse Alberto Fernández y Massa para conseguir financiamiento internacional, entre otros, de China. En las últimas horas, se sacó una foto junto a Guzmán, sonriendo. Un inesperado regreso de Guzmán, que para Lula, por lo visto, no era tan desastre. Además, si uno mira las variables que dejó, el “hierro caliente” era un hierro frío comparado con la temperatura que tiene ahora.

No hay que pedir demasiada prolijidad, ni demasiada coherencia a un candidato que le toca ser el candidato de un gobierno fisurado, donde en las provincias los gobernadores prefieren adelantar las elecciones para no quedar pegados al gobierno nacional. Como no quiere quedar pegado el FMI al gobierno de Alberto Fernández. Por eso, la campaña de Massa tiene ese eje central: pedir el voto por haberse hecho cargo del desastre que fue el gobierno de Alberto hasta que él llegó. Massa pide el voto casi casi contra Alberto Fernández. En sus últimos spots de campaña dice “tenemos con quién ahora”. ¿Alberto Fernández qué es? ¿Un muñeco de trapo tirado en el piso, como dijo una persona en un focus group?

Hay quienes esperan que Alberto reaccione, y eche a Massa al ministro de Economía que lo desprecia de ese modo. En otro video dice algo que podría entenderse como el discurso de un opositor: “Lo que viene es mejor que lo que termina”. Hay que ver qué dice Alberto Fernández de todo esto, si es que tiene algo para decir.

Complicada la campaña de Massa porque está en la situación que describía Camila Perochena, cuando recordaba lo que fue la campaña del ‘89 donde Eduardo Angeloz, envuelto en las llamas de la hiperinflación de Alfonsín, tenía que pedir la cabeza de Juan Sourrouille, el ministro de Alfonsín. Encontraba que esa era la única salida para decirle al público: “Yo no tengo nada que ver con este desastre”.

Ahora estamos en una situación todavía más rara en la que es prácticamente Massa quien tiene que pedir la cabeza de Alberto Fernández. Está a punto de pedirla cuando dice “ahora tenemos con quien”. Recordemos que es un presidente al que le renunciaron sus ministros, después retiraron sus renuncias, como el ministro del Interior, quien sigue en el mismo ministerio hasta hoy: “Wado” de Pedro.

Mientras tanto, Massa prefiere ir a las provincias, estuvo en Misiones por ejemplo, antes que ir al conurbano. Es curioso lo poco que recorre el conurbano. Tuvo que suspender en su momento una recorrida por La Matanza y ahora estuvo en Hurlingham, que es una zona liberada de cualquier tipo de inconveniente porque es la zona que controla La Cámpora. Ahí es donde La Cámpora le ganó la interna a Juan Zabaleta. La Cámpora le muestra la cabeza cortada de Zabaleta a los demás dirigentes tradicionales del conurbano como diciéndoles “portense bien”. Ese fue al lugar al que fue Massa.

Hay muchas curiosidades también en el conurbano. Por ejemplo, hubo un divorcio, que generó algún ruido en las redes sociales, de un exintendente del, alto funcionario de Kicillof. Pagó, aparentemente, 20 millones de dólares. Toda es plata negra, con lo cual es muy difícil de demostrar. Se habría abierto para eso una cuenta en Uruguay. La esposa le reclamaba 50 millones, pero se resignó a 20 millones. Hizo un buen negocio el marido. Lo cierto es que estamos hablando de cifras siderales, es decir, de una clase política de las zonas más pobres y complicadas del país constituida por multimillonarios que viven de la política desde hace 30, 40 años.

¿De qué negocio se puede obtener un patrimonio donde la esposa le reclama al marido 50 millones de dólares? ¿Cuál será el negocio? Es una pregunta bastante fácil de resolver.

Más allá de este episodio, de esta anécdota -después se asombran de que Milei hable de la casta y consiga votos denunciándola-, lo cierto es que lo llevan a Massa a Hurlingham y aparece un mayor protagonismo de Máximo Kirchner, más activo. Dicen que hasta la madre, Cristina, le dijo: “Tenés que mostrarte más”. Wado De Pedro, que hizo un videito después de haber desaparecido de la campaña, a tal punto que le prestó su propio búnker a Juan Grabois para que hiciera campaña en contra de Massa, ahora dice que hay que militar la candidatura del ministro.

Decidió Máximo Kirchner y La Cámpora terminar las tensiones musicales, melómanas con Axel Kicillof. Hubo una pelea muy visible en el mundo kirchnerista. Kicillof se animó, es más, dijo: “Lo voy a decir, lo digo: hay que inventar otra canción. Perón y Evita fueron lo mejor, Néstor y Cristina fueron lo mejor, fueron los grandes momentos de la historia argentina, pero no podemos seguir cantando canciones que nos sabemos todos. No podemos seguir viviendo de la nostalgia, tenemos que inventar otra canción”. Es este Kicillof que se ve recortado casi como la única figura, si llega a ganar la provincia de Buenos Aires, del peronismo que viene. Esa nueva canción sería la canción post-kirchnerista.

Le contestó Máximo Kirchner diciendo: “Yo no me dedico a la música, soy un militante político”. Kicillof quería otra canción. Está muy abocado a la música, regala entradas para los conciertos del Teatro Argentino en La Plata. Uno puede ir gratis a disfrutar de ese teatro y esos conciertos. Ayer hubo uno, pero cuando terminó de tocar la orquesta aparecieron unas pancartas que decían: “Designaciones ya, salario digno. Equiparación y recomposición salarial”. Siguen los problemas musicales. No sé si son problemas musicales de Kicillof o son problemas que siguen siendo problemas musicales entre Kicillof y La Cámpora.

Mientras tanto, Kicillof también tiene que soportar otro golpe, más duro que este, porque la jueza Loretta Preska consolidó su sentencia estableciendo que el Estado argentino tiene que pagar 16 mil millones de dólares por la forma en que estatizó YPF. Se lo tiene que pagar a un fondo, Burford, detrás el cual está la familia Eskenazi, las sociedades de los Eskenazi. En realidad, son las sociedades de los Eskenazi los que litigan delante del juzgado de Preska. Si uno mira la documentación del juicio, los litigantes son las empresas Petersen, que así se llaman las sociedades que constituyeron los Eskenazi en España para la argentinización de parte de YPF. Es curioso, ¿no?

Va a salir 16 mil millones de dólares la fiesta por la soberanía energética. Aunque en realidad es un error mirarlo así, porque ya se pagaron 5000 millones de dólares en bonos que Kicillof le entregó en su momento a Repsol para pagar por el 51% de YPF. No tiene nada que ver con los 16.000 millones de Burford/Eskenazi en este caso.

Repsol se dio vuelta y vendió esos bonos muy bien en el mercado. Pero de esos bonos hay que pagar los intereses, que osn más o menos otros 5000 millones de dólares. Es decir, que ya sumamos 16.000, más 5000, más 5000: esta fiesta nos sale 26 mil millones de dólares . El Gobierno dice: “Bueno pero tenemos los 26 mil millones de dólares de gas de Vaca Muerta”. Primero, ¿con qué precio del gas son 26 mil millones de dólares? Segundo, ¿no sale nada sacarlo? ¿No cuentan cuántos miles de millones de dólares hay que invertir para que esos metros cúbicos de gas se conviertan en algo real? Porque, si nadie invierte, son algo potencial. Es decir, un gran desaguisado de mala praxis que le cuesta al país una tonelada de dinero y un gran (con perdón de la palabra, que al kirchnerismo no le gusta), endeudamiento.

Hubo un argumento delante del juzgado de Preska, que esgrimió la Procuración del Tesoro del gobierno de Mauricio Macri. cuando al frente de esa repartición estaba Bernardo Saravia Frías.

El argumento de Saravia Frías frente a la jueza Preska fue parecido al siguiente: “Señora, abra la información total de YPF, de Repsol y del Estado Argentino para que se tengan que poner sobre la mesa toda los mails, las comunicaciones internas, los intercambios entre los negociadores, lo que se llama en la técnica judicial norteamericana un discovery, y Usted va a ver que el fondo Burford en realidad representa a una familia que entró a YPF por ser poco menos que testaferros de los Kirchner. Es decir, usted está recompensando a alguien que tiene el activo por el cual litiga a través de la corrupción”. Obviamente que Carlos Zannini, que venía de ser director del banco de los Eskenazi en Santa Cruz en 2019 y después va al lugar que ocupaba Saravia Frías, lo primero que hace es romper ese argumento, porque obviamente implicaba reconocer la corrupción de los Kirchner asociada a los Eskenazi. Hay una causa por esta cuestión. La inició Elisa Carrió. ¿ En qué juzgado está? En qué juzgado no duerme, ronca. En el de Ariel Lijo.

Cuando comenzaron hace muchos años ya, en 2008, las investigaciones por todo este entramado de corrupción, que vuelve al caso YPF un caso internacional, se lanzó una operación de inteligencia contra aquellos que formulaban preguntas. Entre ellos estaba el entonces diputado Federico Pinedo, la entonces diputada Lidia Satragno, Pinky. Esa operación de inteligencia tenía una ingeniería que consistía en gente que se hacía pasar por inversionistas y que preguntaban cómo se podía hacer para poner plata en las campañas de determinados candidatos. Entre ellos, Carrió o Prat Gay. Todo esto salió muy mal porque lo hicieron, como suele pasar en la Argentina, con una falta de profesionalismo extraordinario. Se cayó a pedazos. El sábado Hugo Alconada Mon publicó en LA NACIÓN un artículo que se titula “La extraña operación política internacional que buscó ensuciar la campaña electoral”. En esa nota y en otra que salió el lunes intentos de involucrar a políticos con sobornos, inversiones falsas y hasta pedidos insólitos para bajar candidaturas. Esta operación tenía básicamente dos candidatos que había que bajar, armándoles camas, para luego construir el escándalo de corrupción que los iba a sacar del juego. Uno de ellos era Axel Kicillof, que fue un posible candidato a presidente dentro del kirchnerismo. El otro es Julio Zamora, candidato a intendente de Tigre. Son casualidades. No hay derecho a sospechar. Mucho menos a imputar a nadie. ¿Prueba? Como suele suceder en esta materia, ninguna. Pero da la curiosidad que son dos personas que le podrían haber cortado el camino a Sergio Massa o a Malena Galmarini.

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