Lo primero que quiere aclarar Francisco “Pancho” Piñero Pacheco es que tiene 49 años y que emprende desde los 20, el tiempo suficiente para tomar el proyecto que en cada frase ratifica que encontró una oportunidad. Su vida como empresario está marcada por una fallida asociación como trader, allá por los 90, cuando no se conocía en la Argentina las operaciones de granos o carnes a través de los sitios web, pero también por un negocio acuícola en Bariloche, con una empresa chilena. Desde hace ocho años comenzó Casa Vegana, donde invirtió US$40.000 y este año prevé tener ventas por $600 millones.
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En 2010, contó, se fundió en Bariloche donde tenía una concesión con una empresa acuícola para producir salmónidos, truchas y salmón salar para venderle a Chile. “Teníamos el espejo de agua; uno de los más grandes que hay que te permite esa producción que es Piedra del Águila. Nos fundimos: no caminó, lo estábamos haciendo en sociedad con dos empresas chilenas. Era un proyecto muy, muy ambicioso”, explicó. Antes, junto a un inversor de Citibank, armó una trader de granos, en 1998, inspirado por la historia familiar ligada al agro. “Soy la oveja negra”, dijo.
Para hablar de su actual negocio, el empresario recapitula en la erupción del volcán Puyehue-Complejo Cordón Caulle, en 2011, cuando decidió volver a Buenos Aires y se encontró con que Lalo, un amigo suyo, estaba produciendo medallones a base de plantas en una fábrica en Luján. Allí hacían producción de milanesas de soja. “Se me acercó y me dijo estoy con un proyecto de medallones de quinoa, y me preguntó si le podía dar una mano. Él estaba en una escala muy chiquitita: compraba en un comercio la quinoa y volvía a venderle las hamburguesas al mismo comercio. Era ese el nivel de volumen”, narró. La contrapropuesta que le hizo fue ayudarlo a comprar un horno: hoy el proyecto es referente en el mercado.
La inversión inicial fue de US$40.000 para comprar el horno y parte de ese dinero se lo prestó su hermano. “Yo venía de Bariloche medio fundido, además, estaba viendo cómo podía levantarme. Después de ayudar a Lalo a levantarse, él siguió cinco años y un día me llamó para decirme que estaba a punto de cerrar, porque el mercado no arrancaba, tenía 50 clientes en total. Cuando me metí vi un potencial, pero había que estructurar a los clientes, la deuda con los proveedores, generar otra mística interna con la empresa, porque era la erosión lógica de un grupo humano que no le estaba yendo bien”, aseguró.
En 2017 se consolidó el despegue del proyecto que hoy tiene entre sus clientes al rapero Wos, quien durante el último Lollapalooza, habría pedido que le acercaran sus productos a través de su madre. Además, la actriz Liz Solari es habitué de sus productos.
En ese momento, Piñero Pacheco dividía su tiempo con sus otros emprendimientos. “El proyecto Casa Vegana comenzó a chuparme tiempo, plata, horas, y comencé a dejar de lado todo lo que estaba haciendo. Los ahorros los metí acá. Me había ido bien, mal y regular”, añadió.
Un año más tarde, el comercio comenzó a traccionar fuertemente las ventas. “Nosotros teníamos las complicaciones de tener una planta diminuta, pero empezamos a crecer y a diversificar. Armamos una línea de productos, teníamos mucho tiempo en el mercado, es decir, el nicho nos conocía, por eso explotó. Comenzamos a crecer y en cinco años duplicamos la producción por 10. Ahora estamos en 2000 puntos de ventas en todas las cadenas”, expresó.
Motivado por el empuje del negocio y su crecimiento, se percató de que había otros emprendimientos en la misma situación en el mercado con la misma tasa de crecimiento. “Nos unimos cuatro o cinco, los que generamos mayor visibilidad y armamos la Asociación Argentina de Productores a Base de Plantas; hoy es una cámara de la que soy el presidente. Son 100 empresas, donde hay algunas que son grandes, pero también está el micromundo”, advirtió.
Casa Vegana tiene pensado este año generar ventas por $600 millones. “Fue todo a venta, tracción a pulmón hasta el año pasado que apareció un inversor que puso US$1 millón por una parte de la empresa y nos está acompañando en un crecimiento regional. Hasta el año pasado fue un crecimiento muy orgánico, reinvertimos todo lo que generamos. Cuando arranqué estábamos en una planta de 60 o 70 metros cuadrados. Nos mudamos a una de 500 metros cuadrados y ahora cuando aparece el inversor estamos terminando una planta de unos 2500 metros cuadrados. Sería la planta de productos más grande de la Argentina, exclusiva para estos tipos de productos”, explicó.
“Nos agarró esta inversión justo cuando comenzó a desacelerar el crecimiento. El mercado de la dietética se empezó a contraer con la situación de la Argentina, que la estamos viendo. Hemos pasado muchas crisis, pero esta es la más áspera que hemos pasado y que recuerdo desde en 1989 y 2001. Es duro, pero lo estoy viviendo en la construcción de un negocio. Esas expectativas que tenía para este año no tiene nada que ver con lo que está ocurriendo”, planteó.
El empresario mencionó que tiene una impronta familiar, vinculada a la exportación de granos, carne, pero también tiene una mirada muy corporativa de la vida, además, terminó siendo un pionero en el rubro de los traders. “Había entrado como trader de granos para seguir los caminitos de mi familia, pero terminé armando una web. Me terminé saliendo del banco, empecé mi camino, ahí puse esta página con la que me fue mal. Fueron dos o tres años de generar posibilidades, pero el timing era malo. Era para tradear granos cuando los productores de granos no sabían usar una computadora. Era fuera del momento, hoy se está haciendo”, recordó.
La industria plant based tiene dos grandes corrientes. Por un lado, los análogos que organolépticamente buscan emular las carnes, leches, mayonesa o huevos. Por otro lado están todos aquellos productos que simulan una textura cárnica. El desarrollo de los productos que hace el empresario va en esa dirección, porque ese tipo de productos tiene una mejora y una mayor potencia nutricional; son alimentos que tienen un mejor encuadre nutricional.