Se conocieron en un avión, se enamoraron y abrieron una confitería argentina en México que es furor

“Hola, ¿cómo va? Bienvenidos a Recoleta”; “adiós, que tengan un día muy rosa”; “me dan un argentino agrandado”. Las frases son las que a diario, desde el 2020, se escuchan en Recoleta Confitería Argentina, un emprendimiento del matrimonio argentino-mexicano de María Luzuriaga y Diego Gómez, en Guadalajara, ciudad de 5,3 millones de habitantes en México. Arrancaron con una inversión de US$130.000 y hoy tienen dos locales, una heladería y preparan la tercera confitería y el desembarco en Texas, Estados Unidos.

Luzuriaga, de 31 años, dejó CABA hace seis años. Licenciada en Comercio Internacional, se fue a México DF a trabajar como modelo. Asegura que le gustaba, que le iba bien, pero que no era su “pasión”, quería “algo propio”. Gómez, de 36 años, es músico y trabajaba expandiendo la franquicia de “La Casa del Waffle”, una empresa familiar.

El 20 de agosto -la misma fecha en la que nacería su primera hija, Emilia- de 2018, coincidieron en un vuelo que regresaba de Los Ángeles al DF con escala en Guadalajara. “Nos empezamos a conocer. Estuvimos viajando para vernos, nos pusimos de novios y en el 2019 me mudé a vivir con él -cuenta Luzuriaga-. Tenía mucho tiempo libre, estaba mucho en casa, horneaba, hacía alfajores, tortas, medialunas. Me apasioné y la gente pedía que le vendiera”.

La pareja viajó a la Argentina y de allí Luzuriaga regresó con el “librito de recetas de toda la vida” de su abuela Delia Francia, quien había vivido en Recoleta. También volvieron con la idea de abrir una confitería. Gómez comenta que él había pensado en una panadería, pero en Buenos Aires se “enamoró” de la “gente, de la ciudad que es un espectáculo, de las confiterías, de sus aromas, de sus sonidos”.

Esto lo tengo que compartir con mi gente -asegura que dijo-. No hay ningún lugar así en México. Mi pasión es el servicio, la de María es hornear. Pensé ‘unamos las dos’ y hagamos una confitería auténtica, que represente, con mucho respeto, la cultura dulce argentina”.

Los primeros meses de pandemia sirvieron para que ella pusiera a punto las recetas de la abuela y ambos empezaran a idear el espacio que llamarían Recoleta: “Un lugar todo rosa, como era mi habitación de chica, un color que para mí es la vida”.

También usaron ese tiempo para hacer el registro de marca, diseñar el logo, la imagen, hacer cursos de cocina. “De todos los productos hicimos muchas pruebas hasta encontrar la mejor -describe Luzuriaga-. Todos hablan en el mundo de la carne argentina, pero al lado dulce nadie lo conoce afuera y ese era nuestro objetivo”.

En medio de la pandemia encontraron un espacio “ideal” en Guadalajara. Convencidos de que era “el indicado”, se animaron a abrir. Contrataron diseñadora y escenógrafa argentinas porque aspiraban a un local que fuera como “un set de televisión, con paredes y piso rosas, con mobiliario de los ‘30, uniformes y música de esa época. Una propuesta que abarque todos los sentidos”.

A eso le sumaron denominaciones “argentinas” para los cafés (“petiso”, “común”, “agrandado”), mate, entregar con el nombre del cliente precedido del “che”. En el primer local invirtieron US$130.000 y, como por el aislamiento, se podían ocupar mesas de por medio, sentaron osos gigantes como clientes en las que debían estar vacías.

“Cuando entramos la primera madrugada y vimos todo rosa y los osos sentados, nos preguntamos ‘¿qué hicimos? ¿va a funcionar esto?”, recuerda el matrimonio. Ella horneaba y él atendía. A los 15 días una hermana de Gómez los llamó para decirles si sabían lo que estaba pasando en las redes sociales: “Había explotado todo, estaban las fotos en cuentas de influencers, de actores, de modelos, de deportistas. Teníamos fila afuera, no dábamos abasto”.

Al año abrieron el segundo local, al que destinaron US$200.000. Ya son 50 personas trabajando, y antes de fin de año abrirán el tercer local. Hace unos días sumaron Recoleta Heladería Argentina en el centro comercial Punto Sur. Ya tienen un espacio en el Andares (otro shopping de la ciudad) y se preparan para expandirse en Texas.

Maxi Maccarrone es el maestro heladero argentino que contrataron para desarrollar los 18 sabores, entre los que sobresalen los argentinos (incluido el que desarrolló para el Papa Francisco), aunque hay “guiños” a los mexicanos, como el de mango tajin (con un “dejo de picante”).

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