Pasteur, provincia de Buenos Aires. Es 7 de agosto y recién amanece. A pesar de la helada machaza que cayó en la madrugada y el frío que llega hasta los tuétanos, nada parece detener a Julio Gutiérrez, que ya lleva plantado el roble número 50.
De la pasión por las leyes y la industria del cable a ser amante de la ganadería y el “diamante negro”, por la trufa. Ese es un poco el compendio de la historia del empresario devenido en productor, oriundo de Martínez de Hoz, en el partido bonaerense de Lincoln.
Su larga aventura de trabajo que culmina en el sector agropecuario comenzó en esa pequeña localidad de 1000 habitantes, en el centro de la provincia, acompañando a su padre, feriero de oficio, a los diferentes remates y subastas que se organizaban en la zona.
Silla vacía: el presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario criticó el faltazo del Gobierno en un acto
“Don Julio” fue quien le transmitió los saberes y el amor hacia la ganadería y le inculcó la responsabilidad por el trabajo y el compromiso de la palabra empeñada, a pesar de las vicisitudes de la Argentina de siempre. “Si mi padre no se hubiese fundido, seguramente yo hubiera sido feriero y no hubiese hecho todo lo que hice en estos años”, cuenta a LA NACION.
Lo único que “Don Julio”, hoy con 93 años, buscaba era que su hijo tenga una educación universitaria, cosa que él no había podido. Fue así que una vez que terminó la secundaria, el joven se mudó a Buenos Aires para estudiar abogacía y, una vez recibido se volvió a su pueblo para ejercer la profesión y casarse con María Isabel, maestra jardinera de El Triunfo, un pueblo vecino.
Pero, un día en 1981, una conversación con un amigo lo llevó a convertirse, por casualidad y sin saber casi nada del tema, en el fundador de la televisión por cable primero en Martínez de Hoz, donde llegó a tener 200 abonados, para luego expandirse a Necochea y Casilda, entre otras ciudades. “Sin tecnología y junto a la cooperativa eléctrica de mi pueblo, empecé esta historia de ambición (bien entendida) e inconciencia por 22 años. Al principio, algunos me decían que estaba loco por abandonar la abogacía y la verdad que sí, estaba un poco loco y cerrando los ojos, avanzaba. Fui haciendo camino al andar”, describe.
Luego vino su despegue y crecimiento empresarial. En 1996 se asoció a Hicks, Muse, Tate & Furs para consolidar la tv por cable en la Argentina, Brasil y Venezuela. Después llegó un protagonismo en el Citicorp Equity Investment (CEI) con empresas tales como Telefónica, Telefé, Torneos y Competencias, Editorial Atlántica, para acabar como presidente y CEO de Cablevisión y Fibertel. Fue así que en 2000 fue el “encargado de traer la banda ancha a la Argentina”.
Si bien era un apasionado de lo que hacía, Gutiérrez no olvidaba su infancia ligada a la ganadería y era así que cada peso que ahorraba lo volcaba a la actividad. Con una gran escuela empresaria en su haber, pero con un panorama complejo enfrente, en 2003 sintió que era momento de dar un paso al costado en ese rubro y meterse de lleno en el sector agropecuario.
Con 12.000 hectáreas distribuidas en dos campos en Cañuelas, uno en Roberts, otro en Pasteur y uno en Fortín Vigilancia, comenzó sus andanzas como ganadero: “Dejé la tecnología de la TV y con las mismas ganas y compromiso decidí consolidarme en la tecnología ganadera, a través de la genética”.
Bajo el nombre de Fortín Quieto, desde ese entonces, hace 18 años cría Angus y desde 2018 sumó la raza Limangus. Tiene un rodeo de excelencia con 4500 vientres seleccionados a través del tiempo. En Pasteur, en la estancia La Leonor de 5000 hectáreas, tiene su cabaña, donde cada año organiza dos remates con productos diferenciados del mercado y, por su convicción no vende pedigree, solo puro controlado.
Empleando su know how empresarial trata siempre de mantener un vínculo cercano con sus clientes: “Lo que más me gusta de la ganadería es el mundo de relaciones públicas e intercambio que se genera con la gente. Hago una atención personalizada y visito a todos mis clientes, es un servicio de posventa que les gusta y a nosotros nos sirve para mejorar”.
Pero con una mente inquieta y buscando diversificar la actividad ganadera, agregando valor, descubrió la truficultura, o sea la producción de trufas. “Nos llevó más de tres años la investigación para determinar qué inversión era la más conveniente para agregarle valor a nuestra explotación ganadera. Me puse a estudiar del tema, cómo era la producción en Chile y España y me entusiasmé. Empezamos con una plantación de 11 hectáreas de cerca de 4500 encinas y robles, bajo riego por aspersión. El año que viene serán unas 12 hectáreas más con 5000 árboles para llegar al proyecto final que serán 100 hectáreas, con una inversión total de US$5 millones”, describe.
Más allá de ramificar sus actividades rurales, con esta producción tiene un triple propósito: “Obviamente lo productivo; sumar lo medioambiental, buscando certificar ese bosque y tener carbono neutro. Porque a la hora de exportación de carne vacuna, en el corto plazo, muchos países del primer mundo nos van a exigir esa huella de carbono. Y, por último lo turístico, como los viñedos, y que la gente venga a buscar, descubrir y desenterrar ella misma las trufas”, detalla el empresario, de 68 años.
Además de encontrar un producto con demanda creciente, de alto valor en el mercado mundial, entendió que era una mercadería casi sin grandes restricciones para exportar, como lo son los productos más tradicionales (soja, maíz, carne). “Buscamos una producción en donde el Estado, mediante sus políticos, no intervenga con sus reglamentaciones, trabas, objeciones que hacen los negocios imposibles. Estoy convencido de que esto funciona”.
Ya es cerca del mediodía y el sol pone más ameno el ambiente. Las hileras de robles y encinas han quedado perfectas. Es momento de descanso. Ahora habrá que esperar siete años para tener la primera cosecha de trufas. A lo lejos, en una parcela contigua, ve su rodeo Angus comiendo. Aunque está muy entusiasmado de haber encontrado un nuevo horizonte productivo, no piensa descuidar la ganadería porque fue esta actividad la que le permitió económicamente llevar adelante este proyecto. “No solo estamos creando valor económico para nuestra empresa, sino también mejores condiciones para toda la humanidad, aunque sea un grano de arena”, finaliza.