Alertados de lo que se avecinaba, los chinos activaron el repliegue. Echaron llave al portón del estacionamiento y se metieron en el galpón. Cerraron rejas y bajaron persianas.
Los empleados del supermercado ya se habían marchado, pero sus dueños, dispuestos a defender lo suyo, se prepararon para resistir la embestida, muy probablemente deseando que los rumores no sean más que eso.
Cerca de las 6 de la tarde del pasado martes, en las inmediaciones del comercio se detectaron los primeros movimientos que comenzaban a despejar las dudas y confirmar los temores. Un pequeño grupo de personas rodeó el comercio. Pese a los reiterados llamados, la policía no aparecía. Al poco tiempo, las personas ya eran más de 40. Comenzaron los piedrazos. “Tenemos hambre”, decía uno de ellos mientras agitaba la reja del estacionamiento.
Caída la noche, la horda congregada en la esquina de San Lorenzo y Padre Fahy dio la señal que precipitó el desafuero: el depósito donde guardaban las garrafas de gas en la esquina del estacionamiento comenzó a arder. La intervención policial seguía demorada, el portón no resistió, las rejas y las persianas tampoco, y el supermercado Conquista, en el barrio La Reja, municipio de Moreno, cayó a manos de una turba exaltada. “Como poco eran 150 personas”, cuenta Horacio, que vio todo desde su casa, frente al supermercado. “Nunca vi algo así”, resume.
Cuando se comenzaba a ganar perspectiva de lo ocurrido el 13 de agosto, y el clima postelectoral parecía asentarse, una seguidilla de saqueos en distintos puntos del país volvió a levantar una polvareda negra, y como en la antesala a las PASO, cuando una ola de hechos de inseguridad enrareció el ambiente, la atmósfera social, a poco más de diez días de los comicios, volvió a ganar densidad.
Algunos presumen que los dueños del supermercado Conquista contaban con algo más que la intención para hacer frente a la arreciada. Sorprendidos por el número, terminaron claudicando y se replegaron en el último refugio del supermercado devenido en ciudadela: un cuarto cerrado, arriba del local, desde donde observaron, a través de las cámaras de seguridad, cómo se llevaba a cabo el más grande de los últimos saqueos. Comida, sí. Televisores, heladeras y equipos de música, también. Salvo la verdura, arrasaron con todo.
“Cargaban los autos que estacionaron en la puerta. Hasta la máquina de fiambres se llevaron”, señala Johana, una de las empleadas del supermercado, que asegura: “Algunos estaban armados”.
Lo sucedido en Moreno fue solo uno de los muchos episodios en el conurbano que se sumaron a los hechos registrados el pasado fin de semana en las provincias de Mendoza, Neuquén y Córdoba, y que terminaron por darle espesor definitivo a un fenómeno con desenlace en curso.
El supermercado Dia en el municipio de José C. Paz fue quizás la postal más emblemática del desborde en los primeros días de la semana. Parte de lo ocurrido allí, en la esquina de la Avenida Croacia y Alsina, se reconstruye a partir de las muchas grabaciones que, de a retazos, los transeúntes y vecinos registraron con sus celulares.
En ese territorio la policía sí mostró reflejos y entorpeció tempranamente el saqueo. Las imágenes enseñan a uniformados disparando balas de goma y persiguiendo a personas que, sin dirección, huían despavoridas con todo lo que sus manos podían cargar. “Está bien, pegale un tiro”, se escucha decir a una de las pasajeras de un colectivo que pasaba por la avenida Croacia, mientras se llevaba a cabo el saqueo. Probablemente no supiera que su visceral reacción formaría parte de una de las muchas capturas de los desmanes. O quizás fuera ella misma quien filmara.
Varios de los comerciantes de la zona vieron los disturbios a través de esas mismas grabaciones. Es que para las 4 de la tarde -como los dueños del supermercado chino de Moreno- los vecinos ya estaban por demás anoticiados: el rumor de que algo podía ocurrir comenzó a correr temprano en la mañana. Tanto antes que un comerciante se hizo a tiempo para desmontar el aire acondicionado de su local.
Las redes sociales cumplen un rol central en la dinámica de los saqueos. A un tiempo, son punto de origen y caja de resonancia. A diferencia de hace más de 20 años, cuando los Norte, los Tía y los Vea, entre tantos otros, fueron víctimas del vandalismo, hoy, las redes sociales y la mensajería instantánea le imprimen nuevo vértigo al boca en boca. Un comentario en algún grupo de Facebook puede tener curso ligero, replicarse, y de un momento a otro cobrar el peor de los cuerpos.
“Nos habían avisado”, se repite una y otra vez en la cuadra. Un vecino, un colega, alguien de otro barrio que pasó a advertir. Los comerciantes actuaron en consecuencia y ante los rumores, retiraron parte de la mercadería, cerraron los locales, y se fueron a sus casas. “Estamos conectados”, cuentan en una carnicería.
Otros, sin embargo, desatendieron la voz de alarma y se quedaron en sus locales, en una actitud absurdamente desafiante. Uno de ellos, cuyo negocio cuenta con vista privilegiada al supermercado que fue atacado, retiró todo lo que tenía sobre sus mostradores y, con una escopeta recortada al alcance de la mano, se quedó haciendo guardia de las heladeras. “Me quedé a cuidar el cuartel”, dice más distendido, a dos días de los sucesos.
Según lugareños, la mayor parte de los protagonistas del saqueo provenían de otros barrios, pero en las grabaciones algunos logran identificar a vecinos que no solo participaron de los desmanes, sino que también ofrecieron su casa como guarida cuando la policía sobrevino a frustrar parcialmente el saqueo. “La de rojo vive a 50 metros”, desliza uno.
El oficialismo mostró reacciones diversas frente a los hechos. El martes, la vocera presidencial Gabriela Cerruti, casi sobre la marcha de los acontecimientos, no dudó en agitar responsabilidades políticas detrás de los incidentes. “Esta es una operación armada por la gente de Javier Milei”, disparó, poniendo en la mira al candidato de La Libertad Avanza.
Sus dichos enfurecieron a más más de uno en el comando de campaña del candidato Sergio Massa. Fue Aníbal Fernández, ministro de Seguridad, el que sin descartar las responsabilidades políticas se encargó de bajar el tono. “Todavía no tenemos datos fidedignos”, atemperó. Desde Washington, el ministro de economía Sergio Massa mostró operatividad, y anticipó un desembolso de hasta 7 millones de pesos para los negocios afectados.
Tensa calma
Por estos días, la avenida Croacia está “tranquila”. Entre el jueves y el miércoles, los negocios fueron reabriendo y hoy todo funciona con normalidad. Sin embargo, el ir y venir de las patrullas despierta en los comerciantes tantas dudas como certezas. Pueden ser vestigios de lo sucedido el martes, o nuevos movimientos que responden a un último rumor.
Como en el supermercado de Moreno, una patrulla hace guardia intermitente en la esquina del DIA. El miércoles, durante un tiempo, fue relocalizada y el supermercado, como mecanismo de defensa, cerró el portón para regular el acceso de la clientela. Cerca del mediodía del jueves, la patrulla también abandonó su posta.
“Es una tranquilidad un poco rara”, dice Yolanda Pedraza, vecina de la cuadra, mientras compra en la carnicería que hace cruz con la sucursal atacada. “No sabemos si terminó o van a seguir”, agrega Marta González, dueña de una peluquería sobre Croacia, que el martes canceló todos sus turnos y bajó las persianas del local. Muchos de los negocios retiraron sus carteles de la vereda, por si hay que hacer un rápido repliegue comercial. “Estamos en alerta”, concluye González, que asegura haber escuchado nuevos rumores de saqueos, negados por otros comerciantes de la cuadra.
La caída del supermercado Conquista en el municipio de Moreno, no fue el único episodio de disturbios en el barrio La Reja. A cuatro cuadras del saqueó más grande hasta ahora registrado, hubo otro supermercado que sufrió los ataques por parte de un grupo de saqueadores. Sin embargo, a diferencia del Conquista, este resistió la embestida.
“Eran vecinos contra vecinos”, describe Vilma, vecina de La Reja, en alusión a una improvisada defensa que parte del barrio hizo en favor del supermercado Alianza, en la esquina de San Carlos y San Juan. El comercio -que salió ileso- el jueves permanecía completamente cerrado, pero un cartel escrito a mano en la entrada del estacionamiento rezaba: “Abierto, trabajamos con portón cerrado”.
“No podemos no volver a reponer [la mercadería]”, cuenta Sandra, que trabaja en la carnicería Zagal, una de cuyas sucursales fue rápidamente desabastecida en el municipio de Merlo, en otro capítulo de la saga de saqueos que se desplegó por el conurbano. En pocos segundos, un grupo de encapuchados ingresó al local y vació la góndola de las carnes. “Hay que seguir”, dice con cierta resignación, Sebastián, que trabaja con su madre en una zapatería sobre la avenida Croacia.
El futuro del supermercado Conquista, sobre la calle padre Fahy, es una gran signo de interrogación. Los destrozos ocasionados todavía están a la vista. Los bomberos intervinieron a tiempo, y extinguieron un fuego que hubiera agravado el caos del pasado martes.
El jueves por la tarde, dos días después de los hechos, dueños y empleados, codo a codo, todavía juntaban los restos del desborde. Eran todas caras largas, concentradas en un piso que barrían con desgano. “Hay que recomponerse. Si vuelven a abrir probablemente lo hagan después de las elecciones de octubre”, comparte Johana