Javier Milei, Patricia Bullrich y Sergio Massa tienen flancos débiles por donde pueden atacarlos con una campaña sucia o negativa. Sea con datos verdaderos, o tergiversados, o falsos. Y ellos lo saben, como también guardan información sobre sus contendientes que podrían sacar a la luz durante las próximas semanas, si ellos fueron los atacados.
La lucha en el barro escaseó hasta el domingo 13, cuando se celebraron las PASO. Pero es probable que la dinámica cambie en la recta final hacia las elecciones generales del 22 de octubre. En particular, contra Milei, el candidato más votado en las primarias, convirtiéndolo en la figura a desgastar por sus inmediatos perseguidores.
Antecedentes laborales, rasgos de sus personalidades, sus socios o allegados o amigos, sus patrimonios y los de sus familiares, los aportes a sus campañas, fotografías y declaraciones de ayer o de hace años son apenas algunos de los ítems que están bajo revisión. Lo negarán en público, pero cada candidato tiene personas abocadas a eso, sea dentro de sus equipos o tercerizado en consultoras: su función es buscar “muertos” en el ropero ajeno.
El ataque, sin embargo, no suele lanzarlo el propio candidato. Puede encargarse un alfil –arte que Aníbal Fernández maneja como pocos- o un consultor amigo, que a su vez puede esconder su mano detrás de, por ejemplo, cuentas anónimas en las redes sociales. Bien lo sabe Horacio Rodríguez Larreta, que en cada contienda vuelve a lidiar con versiones que corren por Twitter y Facebook sobre su presunto rol en el suicidio del cardiocirujano René Favaloro. El mismo Larreta al que el entorno de Bullrich responsabiliza de haber desplegado afiches de la candidata como montonera.
En el caso de Milei, cuatro son los ejes centrales por donde espera que lo ataquen. El primero, las dudas sobre su salud mental y estabilidad emocional. Él lo sabe y le ha salido al cruce, repetidas veces. “La diferencia entre un genio y un loco es el éxito”, respondió durante estos días en al menos dos programas distintos de televisión.
Más agresivo se mostró, no obstante, con Rodríguez Larreta. Lo acusó de intentar atacarlo por ese flanco. “Se inmiscuye en mi historia clínica”, le dijo a la periodista Laura Di Marco, meses atrás. “Una de las amenazas que recibo es: o accedo a correrme de la política o cuenta qué psicofármacos tomo. Y yo solo tomo Somit [por un inductor del sueño], que es un caramelito. [Rodríguez Larreta] juega muy sucio porque va contra tu vida personal”.
El libertario también debe lidiar con acusaciones recurrentes por plagio. Tanto en sus libros “Pandenomics” y “El camino del libertario”, como en el prólogo de otro libro -”4000 años de controles de precios y salarios”-, al igual que en artículos que publicó en el diario El Cronista y el portal Infobae. “Muestra lo nerviosos que están”, replicó cuando las evidencias salieron a la luz, por primera vez, en 2021.
El otro frente abierto para Milei pasa por la gestión de su campaña, que afrontó acusaciones y denuncias por la presunta falsificación de firmas en las adhesiones y afiliaciones a los partidos que conforman su espacio, por el presunto manejo irregular de fondos, por las sospechas sobre los aportes a la campaña y por los vínculos que unen a sus listas –en especial, en el conurbano bonaerense- con el Frente Renovador de Massa.
Dinero y relaciones
Bullrich también ya comprobó por qué flancos podrían cuestionarla; en parte, porque ya lo han hecho. El primero es por su “Instituto de Estudios Estratégicos en Seguridad” (IEES), la fundación que mantiene un contrapunto durísimo con el titular de la Inspección General de Justicia (IGJ), Ricardo Nissen, que llevó a su intervención a mediados de julio, decisión que la Justicia dejó en suspenso esta semana.
Para la IGJ, Bullrich recurrió al instituto para montar “un sistema de ingresos y egresos destinado a financiar, en todo o en parte, acciones de proselitismo político”, que le permitió recaudar más de $65 millones que habría destinado a financiar su campaña por fuera de la ley de financiamiento de los partidos políticos. De ese modo, según el organismo que lidera Nissen, habría incurrido en presuntas “irregularidades contables y administrativas”.
Para Bullrich, la intervención no sería más que otra jugada política del kirchnerismo para perseguirla y boicotear su candidatura, como también lo serían las acusaciones que apuntan a su marido, Guillermo Eduardo Yanco, tanto por sus negocios privados como por su supuesta actuación en un encuentro de la comunidad judía, como afirmó Milei, al que salió a cruzarlo la candidata. “Lo que está haciendo con Guillermo es una total injusticia”, reclamó.
Otro flanco incómodo para Bullrich pasa por su otrora jefe de campaña, Gerardo Milman, quien debió dar un paso al costado tras quedar bajo la lupa en la investigación por el atento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Kirchner. No figura como imputado, pero terminó cuestionado por el borrado del contenido de teléfonos celulares y la contratación de asesoras. El jueves, la Cámara Federal porteña ordenó abrir y analizar su teléfono celular.
Negocios y amigos
Massa también acumula flanco por los que puede recibir cuestionamientos. Entre ellos, por la zona nebulosa de negocios, amistades y fondos públicos que mantiene con empresarios como Marcelo Mindlin, Daniel Vila, José Luiz Manzano, Sebastián Eskenazi o Daniel Gregorio Guerra, dueño del campo “La Vanguardia” en San Andrés de Giles que de manera recurrente suelen endilgarle al candidato de Unión por la Patria.
Sin embargo, ninguno de esos y otros empresarios o financistas como el mexicano David Martínez tiene el vínculo que Massa desarrolló durante años con el fallecido Jorge Brito, señalado como sostén de sus campañas hasta su fallecimiento en 2020. El banquero, al que llamaba “tío”, estuvo a su lado en los mejores y peores momentos de su vida, como el robo a su casa en el country Isla de Sol, en julio de 2013.
Por ese robo, el prefecto Gorgonio Díaz Torres terminó condenado a 18 años de prisión, aunque él se definía como un supuesto “preso político” y desde el kirchnerismo –enfrentado por entonces con Massa- deslizaban afirmaban que el dinero que le habían robado al líder del Frente Renovador era muchísimo más de lo que constaba en el expediente judicial. Una versión que suele volver a rodar en cada contienda electoral.
Más desgastante para Massa es, sin embargo, el flanco por el que más suelen cuestionarlo: su plasticidad ideológica. Hizo sus primeros palotes en el alfonsinismo, jugó para Carlos Menem, Palito Ortega, Eduardo Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner, se volvió antikirchnerista y voló al Foro Económico Mundial con Mauricio Macri, que ahora lo detesta como a pocas personas. Así es como el expresidente lo definió como “ventajita” y la expresidenta como “fullero”, es decir, según la Real Academia Española, alguien que hace trampa o engaño en el juego, en el que se mueve con astucia.