A 40 años de la recuperación de la democracia, la Iglesia presentó un valioso trabajo de investigación sobre la actuación del Episcopado y de la Santa Sede en el período de violencia dela década del 70, que produjo un baño de sangre en la Argentina, particularmente durante la dictadura militar.
Del trabajo se desprende que la Nunciatura –especialmente en la gestión del nuncio Pio Laghi, presentó a las autoridades militares más de 3000 reclamos por el paradero de detenidos y desaparecidos, con pocas respuestas. La investigación añade que, en ese período, el Episcopado argentino priorizó la vía del diálogo, a través de gestiones y pronunciamientos tendientes a evitar la profundización de la violencia del terrorismo de Estado.
La investigación está condensada en la obra “La verdad los hará libres”, cuyo segundo tomo fue presentado en la Universidad Católica Argentina (UCA), en la sede de Puerto Madero. La obra fue publicada por el Grupo Editorial Planeta y la iniciativa partió del presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Oscar Ojea, que encomendó a la obra a la Facultad de Teología. Se conformó un equipo de investigadores, dirigidos por los sacerdotes Carlos María Galli (decano de Teología), Luis Oscar Liberti y Juan Guillermo Durán, a quienes se sumó doctor Federico Tavelli, formado en ciencias políticas. Mediante el trabajo de más de veinte investigadores se relevaron los archivos de la propia Conferencia Episcopal y de la Santa Sede, a partir de los documentos que se conservan en la Secretaría de Estado y en la Nunciatura Apostólica.
Cada tomo reúne más de 800 páginas y en sus textos se conjugan, en una paciente reconstrucción, las “variaciones de la memoria y los datos de la historia”, explicó el padre Gallo en la presentación.
Mientras el primer tomo, dado a conocer hace un mes, analiza la actuación de la Iglesia Católica en la espiral de la violencia en la Argentina en el período 1966-1983, el segundo analiza el comportamiento de la Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al terrorismo de Estado (1976-1983). El tercer tomo, aún no publicado, reúne el trabajo de investigadores y teólogos interpretaciones de la implicación de la Iglesia Católica en los procesos y fenómenos de la violencia de esos años.
Los registros
Del trabajo se desprende que, durante la gestión de Pio Laghi, la Nunciatura presentó 3115 casos de desaparecidos y detenidos ilegales al gobierno militar y que solo el 35% (1078) tuvieron respuesta. Y solo 1812 de esos casos están incluidos en los informes de la Conadep y las posteriores actualizaciones realizadas por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación en 2006 y 2015.
“No suscribimos a la teoría de los dos demonios, ni de tres, ni de cuatro…”, expresó el padre Galli, al presentar la obra, que demandó cinco años de trabajo. “Hubo violencia en los golpes de Estado, en grupos políticos de derecha y de izquierda, en los movimientos guerrilleros, las bandas paraestatales y el terrorismo de Estado”, precisó.
El padre Liberti analizó el rol de la jerarquía de la Iglesia frente al terror de Estado. Basado en testimonios de hombres de la Iglesia recogidos especialmente para esta investigación, mencionó que hubo distintos posicionamientos por parte de los obispos, a lo largo del período militar. Estimó que varios de los referentes de la Iglesia optaron por el diálogo con el gobierno militar, en el período 1976-1982- con el propósito de prevenir el crecimiento de la violencia. “Con los pros y los contras que esa postura podría haber tenido”, evaluó el sacerdote.
Más allá de las posturas ideológicas, enumeró otros posicionamientos de obispos que tomaron distancia del gobierno de facto. Se trataba, principalmente, de representantes de la Iglesia que después de las reuniones en Buenos Aires regresaban a sus diócesis y se encontraban con la realidad local y tenían una actitud de “cercanía y empatía” con las familias de los que estaban presos o desaparecidos.
El doctor Tavelli, en tanto, se refirió a la actuación de la Santa Sede y afirmó que “los papas estaban al tanto de lo que pasaba en la Argentina en ese período de dolor y violencia”. Dijo que se informaban de los que ocurría, principalmente, a través del nuncio apostólico, que es su delegado diplomático.
“Pio Laghi llegó a la Argentina al día siguiente de la muerte de Juan Domingo Perón, en julio de 1974, en un tiempo de fuerte inestabilidad y violencia. “Inicialmente, confía en el golpe de Estado y cree que la Junta Militar puede restablecer la paz en ese clima de incertidumbre política. A medida que la violencia no cede y se agudiza, y comienzan a llegar a la Nunciatura cartas pidiendo por los desaparecidos y detenidos sin juicio, empieza a comprender que no se trataba de la acción de grupos que escapaban del control del Estado, sino de un procedimiento del propio gobierno de facto”.
Ese cambio de percepción coincide con ataques a hombres de la Iglesia, como la masacre de los sacerdotes palotinos, los mártires riojanos y los secuestros en la iglesia de la Santa Cruz, en una época que coincide con el período posterior al Concilio Vaticano II y que se extiende a los pontificados de Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II.