Los empresarios hacen sus proyecciones. La indefinición sobre los candidatos para las próximas elecciones, con sus respectivas propuestas, y la macroeconomía en permanente tensión, provocan que se multipliquen escenarios posibles para el futuro. Especialmente, tienen la mira puesta en qué podría ocurrir el 14 de agosto y el 11 de diciembre, los primeros días hábiles, en cada caso, después de las PASO y de las generales.
Por eso, organizaciones como la Unión Industrial Argentina (UIA) comenzaron a llevar adelante reuniones con candidatos de la oposición. Ya se juntaron con Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y Juan Schiaretti. Planean armar un encuentro con Javier Milei en el futuro cercano. Mientras tanto, están en contacto con los equipos técnicos de las figuras, como Luciano Laspina, Dante Sica, Hernán Lacunza, Carlos Melconian y Martín Redrado.
Lo mismo venían haciendo los empresarios que integran la Asociación Empresaria Argentina (AEA), quienes se reunieron con Rodríguez Larreta. Según pudo saber LA NACION, la entidad tenía previsto sumar otros candidatos a la saga de encuentros.
Algunos integrantes del sector privado admiten, escudados en el off the record, que percibieron en encuentros privados con los presidenciables que sus propuestas no son tan rupturistas como las presentan frente a los micrófonos.
Una parte del empresariado da por descontado un mal resultado para el oficialismo, aunque no descartan la posibilidad de que una muy mala elección “produzca un vacío de poder”. Por otro lado, aseguran que un buen resultado del candidato liberal Javier Milei en las PASO (en el caso de que sume más de 30%, estiman) podría “generar un terremoto”, indicaron.
“La propuesta de dolarización de la economía acrecienta las expectativas de devaluación y la necesidad de hacerse de la divisa estadounidense para el futuro”, explicaron.
Por eso, se preparan para una “crisis”. Las proyecciones de varios industriales indican que las empresas podrían aguantar “entre tres y cuatro meses de debacle económica”, pero que debería haber “contención social” por parte del Estado. Creen que, tarde o temprano, habrá una devaluación del tipo de cambio y eso tendrá un fuerte impacto en combustibles, tarifas y alimentos. Así, para evitar una espiralización de los precios, la depreciación debería ser “controlada” y tendrá que generarse “confianza”.
¿La fecha? Algunos creen que debería hacerse en la primera semana después de la asunción de un nuevo presidente, mientras otros piensan que debe ser gradual.
A contramano, no confían en que lo haga el Frente de Todos porque, además de ser una opción vedada por la jefa política de la coalición, Cristina Kirchner, “cargarían con todos los costos de esta medida sin ver ninguno de sus beneficios”, indicaron.
La devaluación repentina sería el peor de los escenarios para los importadores, indicaron, especialmente, para los que traen bienes del exterior a un tipo de cambio oficial (hoy, a $231,5) y luego venden en una economía que ya interiorizó una cotización que se acerca a los $500.
La medida conduciría a mayor inflación en el corto plazo, explican. El momento de elevada tensión sería cuando el ritmo de aceleración de precios impacte en la actividad económica.
En esta línea, esperan señales de un plan de largo plazo por parte de la política, necesario para vislumbrar una suerte de “luz al final del túnel”, y creen que el próximo Gobierno tendrá como máximo seis meses para dar indicios de un “camino correcto para enderezar la macroeconomía”.
Desde la Cámara de Comercio y Servicios (CAC) se refieren a un panorama que es “cada día un poco más complicado”. Hasta cierto punto, consideran que “no es tan importante quién gane las elecciones”, ya que la herencia económica tiene un “alto peso específico propio”, independientemente de quién la reciba.
También opinan que es “inevitable” una devaluación. Agregaron, como otros colegas, que, cuando llegue la medida, tendrá que ser de la mano de un plan económico explícito para que tenga sentido. “Ninguna devaluación en la Argentina surtió efecto porque nadie tuvo una hoja de ruta”, reprocharon, y pronosticaron un “2024 peor que 2023″.
Mientras tanto, muchos acuden con frecuencia al “teléfono rojo”, como llaman al canal de comunicación directo con el Palacio de Hacienda para resolver “situaciones límite”, como “quiebres de stock, problemas puntuales o desequilibrios gestados a partir de la multiplicación de medidas o parches para preservar las reservas del Banco Central”.
En ese sentido, las llamadas y los mensajes de WhatsApp se multiplican los días de reunión de directorio de la entidad monetaria.
La situación será difícil en el futuro cercano. La inflación del año que viene ya se estima superior a la que cerrará en 2023 y la deuda comercial de las empresas es alta. Se estima en US$12.000 millones. Se espera una caída en la actividad comercial debido a la inflación y una disminución en el crecimiento en los meses posteriores.
Por su parte, fuentes de la industria automotriz explican que ven una demanda “sostenida” frente a una oferta “reducida” tanto en los cero kilómetro como en usados. “Muchas de las ventas se pactan en dólares billete, pero la volatilidad e incertidumbre sobre su valor futuro provoca que muchos no estén dispuestos a entregar”, indicaron en reserva.
Por eso, por momentos se observa en la cadena comercial cierta “retención de vehículos como forma de resguardar el capital”.
Además, añaden que el panorama es “triste” si se lo compara con otras épocas. En 2003, el mercado demandaba un poco menos de un millón de unidades por año, mientras hoy se encuentra en 400.000, aproximadamente.
Una actitud similar se da en el caso de algunos comerciantes, como textiles y electrónicos. O se refugian en el dólar o lo hacen en “especie”. Una mayor inflación (al comienzo) podría impulsar el consumo, por eso de que los pesos “queman en el bolsillo” y se prefiere destinarlos a bienes. Pero esto se da solo hasta cierto punto, porque una degradación aún mayor de los ingresos reales resentiría las ventas futuras.
Desde el mundo de las startups ven un “muy mal” 2023. En las charlas y reuniones -frecuentes entre los protagonistas de ese segmento de la economía- se suelen quejar de que “un gobierno que necesita a los bancos como aliados, para poder esterilizar pesos y conducir una macro en crisis, tiende más a conceder y, por lo tanto, a restringir la competencia” con las fintech.
En las últimas semanas, hubo rispides entre estos dos sectores por cuestiones como el pago con QR. Entre las empresas techies estiman que habría un escenario de mayor apertura el año próximo, sea cual sea el ganador. Son un rubro con salarios altos comparativamente e incluso con ingresos y sueldos en dólares.