¿Sabías que más del 80% de los inversores enfrentan dudas cruciales al elegir entre renta fija y renta variable en sus carteras? En el mundo de las inversiones, estas dos categorías a menudo generan un debate intenso. En esta nota, desmitificaremos estas opciones y te ayudaremos a comprender cómo tomar decisiones financieras más acertadas. Preparate para descubrir la clave de un portafolio exitoso en el emocionante pero a veces confuso universo de las inversiones. ¡Comencemos a profundizar en estos conceptos clave!
El pilar de la estabilidad financiera: renta fija
Se consideran activos de renta fija a todo instrumento que ofrece pagos fijos en fechas establecidas de antemano, junto con la devolución del capital una vez cumplido cierto plazo. De esta manera, es totalmente posible calcular con certeza el dinero que obtendrá el inversor durante la vida de su colocación. El caso más fácil para entender es el un plazo fijo bancario. Por ejemplo, si la tasa es 50% anual e invertimos $10.000 por 3 años con capitalización anual, obtendremos $5.000 el primer año, $5.000 el segundo y $15.000 el tercero (poque nos devuelven el capital prestado). De esta manera, los flujos de fondos futuros son totalmente predecibles y por ende estamos en una inversión típica de renta fija. El caso de los bonos (emisiones de deuda de las empresas o gobierno) puede ser más complicado porque las condiciones de emisión pueden diferir. Pero tomemos para este análisis un bono clásico, que tiene un pago de cupón (intereses) fijo: bono emitido a una Valor Nominal de $100, con vencimiento en 5 años y cupón 7%. En este caso, si invertimos $10.000 tendremos pagos de $700 cada uno de los primeros 4 años y luego un pago de $10.700 al final. Entonces, para el inversor que compre este bono cuando sale a cotizar en la bolsa por primera vez a un valor nominal de $100 y lo mantenga 5 años hasta el vencimiento, la inversión será de renta fija pura, igual que la del plazo fijo visto anteriormente. Su rendimiento será de 7%, misma tasa que la del cupón ofrecido por dicho bono. Para aquel que decida comprar días/semanas/meses/años después de que haya salido a cotizar el rendimiento no obstante dependerá del precio abonado en el mercado, si es superior a $100 será un rendimiento inferior al 7% y viceversa. Pero también para él, si mantiene su inversión hasta el vencimiento del bono, su rendimiento será fijo aunque distinto al inversor que compró en la génesis del bono. Ahora bien, es importante entender que durante la vida del bono su precio en el mercado secundario (la bolsa de valores) suele fluctuar, algo que no ocurre con los plazos fijos, por lo cual el inversor puede sentir que está perdiendo dinero si el precio del bono cae (como estuvo ocurriendo estos últimos años por el contexto de suba de tasas de interés a nivel global). Pero si se “aguanta” hasta el vencimiento del mismo, la empresa o gobierno emisor devolverá los $100 prometidos, independientemente de que en la bolsa meses antes de ese vencimiento valga, por ejemplo, $97. En resumen, la renta fija se define por activos que proporcionan pagos predecibles y, en teoría, una seguridad en cuanto al capital invertido. Sin embargo, es esencial reconocer que, a lo largo de la vida de los bonos, su precio en el mercado secundario puede fluctuar, lo que puede crear la impresión de pérdida de valor para los inversores que observan los cambios en el precio. Esta volatilidad es una diferencia clave con respecto a los plazos fijos, que mantienen un valor constante. Entonces, ¿qué deben tener en cuenta los inversores en renta fija? En primer lugar, la duración de su inversión es crucial. Aquellos que mantienen sus activos hasta el vencimiento tienden a experimentar una mayor estabilidad en sus flujos de efectivo y la garantía de recuperar su capital. Por otro lado, quienes compran o venden bonos en el mercado secundario pueden verse afectados por cambios en los precios. Comparado con la renta variable, la renta fija generalmente se percibe como una opción menos riesgosa debido a la previsibilidad de los flujos de efectivo. Sin embargo, esta menor exposición al riesgo a menudo se traduce en rendimientos más bajos en comparación con la renta variable, que puede ofrecer mayores ganancias, pero con un nivel de riesgo significativamente mayor. Y hablando de renta variable, estudiemos juntos sus aspectos claves.
La esencia de la renta variable: un mundo en constante cambio
La renta variable recibe su nombre porque, a diferencia de la renta fija, aquí sabemos lo que invertimos, pero nunca podemos estar seguros de cuánto tendremos cuando decidamos finalizar la inversión. Esto la convierte en un terreno más dinámico y, en cierta medida, impredecible. En la renta variable, en donde las acciones bursátiles son las más populares y representativas, los activos representan una participación en la propiedad de una empresa. Esto significa que los inversores son propietarios de una parte de la compañía y tienen derechos económicos, como la posibilidad de recibir dividendos en caso de que la empresa decida distribuir ganancias. También tienen derechos políticos, lo que les permite votar en las asambleas de accionistas y participar en decisiones clave de la empresa. A diferencia de los bonos de renta fija que pagan los cupones religiosamente, las empresas no están obligadas a pagar dividendos a los accionistas, lo que hace que el flujo de ingresos en renta variable sea menos predecible. Además, en el caso de que la empresa enfrente dificultades financieras o una quiebra, los acreedores de bonos tienen prioridad sobre los accionistas para el cobro. Es importante destacar que no todos los activos de renta variable presentan el mismo nivel de riesgo. El riesgo se mide en términos de la potencial desviación en el precio esperado de salida. En el corto plazo, la inversión en acciones es inherentemente volátil y, en cierto modo, azarosa. Sin embargo, a medida que se prolonga la inversión en el largo plazo y se realiza un estudio exhaustivo, las posibilidades de obtener resultados positivos aumentan significativamente. En resumen, la renta variable ofrece a los inversores la oportunidad de ser propietarios de una parte de una empresa y participar en su éxito potencial. Sin embargo, esta inversión conlleva incertidumbre en términos de flujos de ingresos y un mayor nivel de riesgo en el corto plazo. Para aquellos dispuestos a asumir este riesgo y comprometerse a largo plazo, la renta variable puede ser una herramienta poderosa para el crecimiento y la acumulación de riqueza.
Superando la falsa dicotomía entre renta fija y renta variable
La elección entre renta fija y renta variable al armar un portafolio de inversión es una decisión fundamental que enfrentan los inversores. En este contexto, el modelo 60/40 se ha convertido en uno de los enfoques más populares y ampliamente aceptados. Pero, ¿cómo terminar la dicotomía entre estas dos formas de inversión en busca de un equilibrio? El modelo 60/40 se refiere a la asignación de activos en un portafolio donde el 60% de los fondos se invierten en renta variable (acciones) y el 40% en renta fija (bonos u otros activos de ingresos fijos). ¿Por qué se ha vuelto tan popular?
1. Diversificación: La base de este modelo es la diversificación. Al combinar activos de renta fija y renta variable, los inversores pueden mitigar el riesgo inherente a cada clase de activo. En otras palabras, si un componente del portafolio está bajo presión, es probable que el otro esté compensando las pérdidas.
2. Estabilidad y Crecimiento: El componente de renta fija brinda estabilidad y flujos de ingresos predecibles, lo que es esencial para mantener un cierto nivel de seguridad en el portafolio. Por otro lado, la renta variable ofrece el potencial de crecimiento a largo plazo y la oportunidad de superar la inflación.
3. Aversión al Riesgo Personal: La elección entre 60% en renta variable y 40% en renta fija puede ajustarse según el perfil de riesgo individual. Algunos inversores pueden preferir una asignación más conservadora, como 50/50, mientras que otros, con una mayor tolerancia al riesgo, pueden optar por una asignación más agresiva, como 70/30.
4. Ciclos de Mercado: El modelo 60/40 también puede adaptarse a las condiciones cambiantes del mercado. Durante períodos de alta volatilidad en la renta variable, la asignación en renta fija puede actuar como un amortiguador. Y cuando los mercados de acciones están en auge, la participación en renta variable puede impulsar las ganancias.
Conclusión
El modelo 60/40 busca poner fin a la dicotomía entre renta fija y renta variable al combinar lo mejor de ambos mundos. Ofrece diversificación, estabilidad, oportunidades de crecimiento y la flexibilidad para adaptarse a las preferencias y objetivos de inversión individuales. Sin embargo, es importante recordar que no existe una solución única para todos, y la asignación de activos debe basarse en una evaluación cuidadosa de la situación financiera y los objetivos de cada inversor. La clave está en encontrar el equilibrio adecuado para satisfacer sus necesidades personales y aspiraciones financieras. ¡Nos reencontramos el próximo martes con más material de finanzas personales e inversiones!