Pragmático y portador de un carácter volcánico que lo ha convertido en protagonista de estruendosas polémicas, Gerardo Morales será el compañero de fórmula de Horacio Rodríguez Larreta en la primaria de Juntos por el Cambio y logró avanzar, así, un casillero más en la búsqueda del poder que ha signado su extensa carrera política.
La decisión llega justo cuando su estrella amenazaba con empezar a menguar. Sin la posibilidad de apostar por una nueva relección en la gobernación de Jujuy, decidió lanzar su precandidatura presidencial para proyectarse a nivel nacional, pero su postulación nunca terminó de prender. Además, está cursando el tramo final de su segundo mandato, que asumió en diciembre del 2021, como presidente del Comité Nacional de la UCR.
Polemista de declaraciones altisonantes, Morales hizo de la controversia pública una de sus fortalezas, eligiendo cuidadosamente a sus enemigos políticos. No en vano la pista de despegue para su primera gran aparición pública a nivel nacional fue el Senado, desde donde se convirtió en uno de los azotes legislativos durante los años en los que el kirchnerismo era todopoderoso e imponía por la prepotencia de los votos su voluntad en ambas cámaras legislativas.
Los memoriosos de las lides parlamentarias todavía recuerdan como, en tándem con el mendocino Ernesto Sanz, el jujeño se plantó en pleno recinto de la Cámara alta para espetarle en la cara a Amado Boudou, recientemente procesado por el escándalo de la expropiación de Ciccone, que no tenía la dignidad que se requería para presidir el Senado.
“No sé a usted qué le pasa, si a usted le avergüenza esta situación. Pero mientras estamos en este debate acá en el Senado, mientras hay un debate respecto a las instituciones y su situación judicial -que también afecta al Gobierno que usted representa-, usted anda de joda con La Mancha de Rolando. Y esto está mal. Esto está muy mal”, le enrostró Morales al entonces vicepresidente de Cristina Kirchner durante una sesión en una fría tarde de agosto de 2014.
El Senado fue la pista de despegue definitivo para que este contador público nacido en Salta el 18 de julio de 1959 se convirtiera en la contracara de Milagro Sala, la poderosa piquetera y figura emblemática de los años de poder kirchnerista que se había convertido en el poder en las sombras de Jujuy.
Fue su prédica contra la líder de la organización Tupac Amaru y su sociedad política con el gobernador peronista Eduardo Fellner lo que llevó a Morales a lograr, en diciembre de 2015 y al calor del clima de cambio de época que llevó a Cambiemos al gobierno nacional, lo que parecía imposible después de tantas experiencias frustradas para la UCR: desplazar al PJ del poder en una provincia que había gobernado de manera ininterrumpida desde el retorno de la democracia, en 1983.
No fue sólo su rivalidad con Sala lo que lo llevó al poder provincial. Morales supo aprovechar las grietas que la sociedad de Fellner con la piquetera había abierto en el peronismo para romper la unidad del partido gobernante.
En un claro gesto de pragmatismo político, Morales se alió con el sector del PJ crítico de Fellner y con el peronista Carlos Haquim de compañero de fórmula y una alianza que incluía al Frente Renovador, de Sergio Massa; Progresistas, de Margarita Stolbizer más el Pro y la Coalición Cívica logró convertirse en gobernador con el 58% de los votos, una cifra histórica para la provincia.
La gobernación de Jujuy, que pudo retener en 2019 a pesar de la ola que devolvió al kirchnerismo a la Casa Rosada, fue el máximo escalón de una extensa carrera que comenzó con el regreso de la democracia y su militancia política en Franja Morada, el brazo universitario de la UCR.
En el gobierno de De la Rúa
A partir de ahí, su carrera fue en permanente ascenso. En 1989 fue electo diputado provincial. Dos años después acompañó a Humberto Salum en la fórmula por la gobernación. Fueron el binomio más votado, pero la ley de lemas postergó al radicalismo. Dos años después, consiguió renovar su banca en la legislatura provincial, lo que volvería a hacer en 1997.
Ese tercer mandato legislativo quedó trunco cuando en junio de 2000 fue designado ministro de Desarrollo Social del gobierno de Fernando de la Rúa. Su participación en la administración de la Alianza sigue persiguiéndolo hasta el presente. Se encargó de recordárselo Cristina Kirchner en su reciente polémica por los incidentes registrados en Jujuy por las protestas contra la reforma constitucional que impulsó Morales.
Renunció al ministerio en septiembre de 2001, poco tiempo antes de la definitiva debacle política de la Alianza, para ser candidato a senador, elección que ganó a pesar de la crisis económica que ya atravesaba al país y golpeaba la gestión de De la Rúa.
Su carácter volcánico y expeditivo le ha granjeado no pocas críticas, incluso entre sus correligionarios. “Se mueve como un patrón de estancia”, lo han calificado sus opositores. “El virrey” es el mote que le puso la izquierda trotskista de su provincia, fuerza con la que siempre mantuvo un duro enfrentamiento desde que llegó al poder en Jujuy.
Hasta en su vida sentimental se ha mezclado la polémica y la política. En 2018 se casó, en una ceremonia indígena, con Tulia Snopek, 14 años menor que él y hermana de su archirrival político en la provincia, el senador peronista Guillermo Snopek.
Con el inicio del 2023 y su candidatura presidencial ya lanzada, se acercó a Larreta, al calor de las encuestas que ponían al jefe de Gobierno porteño como el favorito de la oposición para derrotar al cuarto kirchnerismo.
Pero aquel panorama cambió. La figura de Patricia Bullrich comenzó a crecer y a ganar espacios dentro de Juntos por el Cambio, al punto de quebrar la unidad de una UCR que ya no se alinea de manera firme detrás de su presidente partidario. Sin la certeza del triunfo, Morales enfrentará ahora una de las apuestas más arriesgadas de su carrera política, una encrucijada que podría ser definitiva para su futuro.
