En el centro de Catamarca, atravesado por la ruta 40, se encuentra el Departamento de Belén, sede de una labor ancestral: el tejido. La tradición, arraigada en las costumbres de sus habitantes, se traspasa de generación en generación. Así sucedió con la familia Baigorria, creadora de Rua Chaky (“hecho a mano” en quechua inca), un emprendimiento de tejidos artesanales.
Ramón Baigorria, 67 años, tejedor y padre de familia, explica que en Belén era normal que en todas las casas hubiera por lo menos un telar y cuenta: “Con mi esposa, Graciela Carrasco, venimos de familias de tejedores. Somos quinta generación. Acá se practica mucho este arte. Antiguamente, era el principal ingreso del pueblo, y era un trabajo que hacía toda la familia”.
Aunque hoy Rua Chaky vive un momento de relativa popularidad, gracias a un video publicado en junio por Lisandro Martínez, campeón de la Copa Mundial de Fútbol 2022 con la camiseta argentina y defensor en el Manchester United de Inglaterra, la historia de los Baigorria fue cuesta arriba. “Vivimos en la Argentina, somos efecto de una crisis. Hasta los 90 teníamos otro emprendimiento [en el rubro del calzado] y nos fue muy mal. En el 93 empezamos con los tejidos: ya teníamos el conocimiento, lo habíamos aprendido de niños. Teníamos la habilidad”, rememora Baigorria y detalla que, en principio, la idea la pusieron en práctica su esposa y él. Hoy también participan sus hijos, Daniela, Agostina e Ignacio, de entre 28 y 33 años. “Gracias a esto pudimos criarlos, educarlos, y hoy ellos siguen nuestros pasos. Toda la familia vive de esto”, explica el artesano.
Oficio artesanal
El oficio tiene una ventaja clave: el 90% del trabajo es mano de obra. De hecho, Baigorria asegura que en realidad la mayor inversión es el tiempo, la dedicación. Pero incluso con este porcentaje a su favor el inicio fue duro: “Después de que no nos fuera bien con el emprendimiento anterior quedamos mal económicamente. No teníamos plata para comprar fibra. Nos habían regalado unas que iban a desecharse y nosotros nos tomamos el trabajo de seleccionar los colores y las texturas. Hicimos un par de prendas y las vendimos en seguida”, dice Baigorria y agrega que, según recuerda, su primera compra de materia prima fue de cinco kilos de fibra de llama.
El negocio funciona así: primero se compra el vellón en bruto a productores, seleccionan los colores y las texturas. En el caso de la lana de llama utilizan los tonos naturales; en el caso de las ovejas, lana blanca que tiñen con tintes hechos por ellos mismos. Para esto utilizan diversos elementos como flores, hojas, savia de algarrobo, hollín, piel de cebolla, remolacha, té, yerba mate y más. “Sacamos una colecta muy amplia de todo lo que nos da la naturaleza. Una vez que tenemos el hilo lo teñimos y después hacemos los diseños de las telas”, explica el emprendedor.
En sus comienzos, la familia trabajaba en su hogar y las ventas se realizaban en ferias o eventos similares, pero desde hace siete años cuentan con un local propio en donde, además de vender, trabajan en el telar y realizan los tintes y los hilos. Además, hasta 2015 exportaron sus productos a Europa y Estados Unidos. “Ahora no lo hacemos más porque se necesita despachante de Aduana, contador, abogados, y no nos conviene con el volumen que producimos”, afirma Ramón Baigorria.
Ponchos argentinos
A pesar de producir volúmenes chicos, el video compartido en redes sociales por Lisandro Martínez impulsó la demanda de sus ponchos, específicamente de ese modelo con el que el jugador se calzó, una vez más, la bandera argentina: “Lo creamos hace 13 años para los festejos del Bicentenario, en Buenos Aires. Siempre tuvo demanda, pero no como en este momento. Ahora fue tendencia, tanto en el país como en el exterior. Muchos argentinos que residen en distintas partes del mundo vieron el video con el poncho y el himno de fondo. Creo que a más de uno se le habrá caído un lagrimón”, comenta y sostiene que este es un momento de ebullición que quizás dure solo un par de meses, por lo que ellos lo “toman con pinzas”.
Aun así, Baigorria aclara que, por el momento, están enfocados exclusivamente en la producción de esta prenda particular y sin tiempo para dedicarle a otra línea de su colección. “Hemos tomado una cierta cantidad de pedidos. Una vez que terminemos con los compromisos que tenemos abriremos nuevamente la lista de espera”, asegura.
El éxito fue tan grande que el diseñador que le alcanzó el poncho a Martínez, Marcelo Burlon, un argentino radicado en España, realizó un nuevo encargo para los otros miembros de la selección argentina de fútbol, por lo que la demanda actual es de entre 30 y 35 ponchos artesanales con el diseño de la bandera, que actualmente se vende a $85.000 cada uno. “Sí, es un número, pero a horas hombre no podríamos ponerle precio”, recalca Baigorria. Otros productos más pequeños manejan valores acordes: un camino de mesa o una funda de almohadón pueden valer entre $3000 y $4000, por ejemplo.
Martínez no es la única figura pública a quien vistieron con sus lanas, ya que en 2015 el entonces presidente Mauricio Macri los convocó para enviarle una de sus prendas al Papa Francisco. “Estas satisfacciones a veces son indescriptibles. Son una caricia al alma —sostiene Baigorria—, pero no nos modifica, seguimos trabajando con la misma humildad de siempre”.
El siguiente paso en la historia de Rua Chaky será dictar unos módulos en una tecnicatura sobre textiles para la Universidad de Catamarca. Así se acercan a una idea fundacional de ellos: formar una escuela de artesanía. “Vamos creciendo con pasitos firmes y los pies en la tierra. Tenemos la suerte de que nuestros hijos sigan este camino, recaerá en ellos el destino que le den”, concluye.