Muchos países -o sectores dentro de países- no crecen y hay varios estudios sobre las razones para esa falta de crecimiento. Daron Acemoglu y James Robinson son autores que han analizado por qué no crecen los países y han identificado causas institucionales y políticas como barreras para el crecimiento. Al célebre libro “Por qué fracasan las naciones” han sucedido otros estudios donde continuaron investigando temas políticos e institucionales. En particular identificaron a aquellos que serían los perdedores políticos como obstáculos al crecimiento.
Si los alimentos en el extranjero son mas baratos ¿por qué los uruguayos cruzan a comprar a Argentina? ¿Los chilenos también enloquecieron y cruzan a la Argentina para pagar más?
La pregunta no es solo qué hicieron bien los países que crecen y qué hicieron mal los que no crecieron. También es muy relevante entender por qué persisten las instituciones que no son útiles al crecimiento. La respuesta es muy apropiada para Argentina: los grupos de interés se compensan entre sí. A pesar de ser evidentes las mejoras que podría haber para la sociedad en su conjunto, ningún grupo está dispuesto a modificar su comportamiento. Todos quieren que los cambios los realicen otros sectores o actividades, y nunca el propio. Todos prefieren una situación en un bajísimo nivel de equilibrio antes que enfrentar los desafíos del crecimiento.
Si este “empate técnico” entre grupos de interés se mantiene, tal vez tendríamos que tener el equivalente de un VAR en el fútbol para revisar las jugadas. Pensar en cómo distribuir de otra manera el poder económico y político requeriría que justamente los que son parte de ese poder político y económico se avengan a modificar las reglas de juego.
Los recientes anuncios de permitir la importación de alimentos para reducir el costo de la canasta familiar es un ejemplo de falta de instituciones equilibradas
Justamente tenemos una oportunidad si se permite que las pymes puedan participar activamente en el comercio internacional. Sabemos que la globalización es una realidad. Llega a todos los continentes y a la casi totalidad de los sectores de la economía. Nuevas tecnologías e Internet, así como las mejoras contínuas en las redes de transporte internacional facilitan el proceso de internacionalización y así continuará. En la apuesta por las actividades de exportación/importación, las pymes son las “nuevas pero no tan nuevas” protagonistas. Nadie nace grande y nadie puede hacerse grande si no tiene un gran mercado.
Los recientes anuncios de permitir la importación de alimentos para reducir el costo de la canasta familiar es un ejemplo de falta de instituciones equilibradas.
Llama la atención la decisión de dar permiso sólo a un importador. No está claro quién define cuáles son los alimentos necesarios, ni a qué precios, ni con qué dólares se podrán hacer estas importaciones, ni por qué hacerlo sólo con este sector, ni si es una medida oportunista o mero anuncio para aparentar mano firme con especuladores no identificados. Si las importaciones reducen costos, ¿por qué no intentar hacerlo con más amplitud? Cada lector tendrá su opinión.
Este ejemplo es relevante porque los decisores son pocos y no tienen que enfrentar las consecuencias de sus decisiones. Como dicen Acemoglu y Robinson, para crecer “(a los países) no les basta con instituciones sólidas que les den permanencia a las reglas del juego y que insistan en que éstas sean «inclusivas» y no «extractivas». No basta con que haya reglas del juego sólidas y permanentes porque éstas tienen que ser las adecuadas. Hay países cuyas instituciones, por sólidas que sean, los tienen sumidos en la pobreza, porque en vez de promover la competencia, y la creación de riqueza nueva, están diseñadas por las élites para aprovechar la riqueza existente y extraerle una renta a los demás.”
En el mercado de alimentos los productores son pequeños, a veces muy pequeños. La necesidad de distribuir a grandes distancias implica generar muchas redes e intermediarios. La función del Estado debería ser reducir el costo con un sistema impositivo ágil, y no el castigo a los que producen. Si los precios son elevados no es por los productores, sino por los costos e impuestos que se suceden a lo largo de toda la cadena de comercializaciòn.
Los beneficios de importar aquello que no se produce son evidentes ya que de lo contrario no se contaría con ellos. Este no es el caso de los alimentos. Por supuesto, los países pueden intentar proteger o aislar algunos sectores en base a aranceles o impuestos a todo lo que se traiga desde el exterior. Adicionalmente puede haber otras restricciones, ya sea cuantitativas o regulatorias, permitiendo entrar sólo cierta cantidad de productos o que cumplan con ciertas condiciones. Pero esto termina llevando a un sistema donde poco y caro termina siendo más deseable políticamente que mucho y barato.
Sin tanta teoría, hay dos preguntas cuya respuesta nos permitirá saber si la medida es acertada: si los alimentos en el extranjero son mas baratos ¿por qué los uruguayos cruzan a comprar a Argentina? ¿Los chilenos también enloquecieron y cruzan a la Argentina para pagar más? Las respuestas posiblemente nos muestren que la medida de importar alimentos no tendrá el efecto esperado.