SEUL.– Durante más de seis meses, Kim Jong-un, el líder de Corea del Norte, ha ofrecido al mundo una visión sin precedentes de su vida privada. La primera serie de fotos reveló a una chica con cola de caballo y zapatos rojos paseando de la mano de Kim alrededor de un misil balístico intercontinental Hwasong-17. Más tarde se le observa viéndolo fijamente a los ojos en una celebración para científicos de armamento y tiernamente dándole palmaditas en el hombro en un desfile militar. El 16 de mayo, los dos llevaban batas de laboratorio a juego mientras inspeccionaban un supuesto satélite espía.
Los medios de comunicación estatales han difundido las imágenes de padre e hija en más de una decena de ocasiones desde noviembre, con una coreografía ensayada, desde los rizos hasta los guantes. Los analistas las consideran la confirmación de una descendencia, aunque ninguna de las fotos puede verificarse de forma independiente. El país ha estado en aislamiento casi total desde que comenzó la pandemia. Pero la maquinaria propagandística del régimen se ha mantenido ocupada produciendo sajin jeongchi, o política fotográfica, lo que ha dado lugar a rumores, preguntas y reportajes.
Ahora que las pruebas rutinarias de misiles en el país no están generando los titulares que anhela, Kim parece estar aprovechando el poder estelar que tiene su hija a nivel mundial. “El presidente Kim siempre está ávido de atención, pero ha estado perdiendo el protagonismo”, dijo Kim Young-soo, quien dirige el Instituto de Investigación de Corea del Norte, en referencia a la última vez que el líder dominó los medios de comunicación internacionales, durante las reuniones de 2018 y 2019 con el entonces presidente estadounidense, Donald Trump. Las nuevas fotos con su hija distraen la atención de Kim Jong-un, quien ha fracasado en brindarle alimentación adecuada o energía a su pueblo y, según Soo Kim, del Lowy Institute, impiden que la comunidad internacional se centre en una solución a largo plazo para las capacidades nucleares del Estado.
¿Qué sabemos de esta niña? Según la inteligencia surcoreana, se llama Ju-ae, tiene alrededor de 10 años, es probablemente la hija del medio del líder, y cuando era bebé alguna vez fue tomada en brazos por la estrella del baloncesto estadounidense Dennis Rodman. Casi todo lo demás es especulación. Una pregunta predilecta de debate entre los analistas de Corea del Norte es: ¿ella es la heredera natural?
Algunos indicios apuntan a que sí. El régimen lleva mucho tiempo obsesionado con los retratos como parte del culto a la personalidad urdido en torno a cada líder de Corea del Norte. Las fotos de Ju-ae con Kim podrían considerarse un respaldo oficial. Un sucesor, o sucesora, también debería ser la encarnación de su predecesor, con un manejo experto de la ideología militarista del régimen, algo que las fotos parecen ilustrar.
La reivindicación hereditaria de Ju-ae también se ve reforzada por décadas de “historias embellecidas sobre la honorable sangre revolucionaria que corre por las venas de la familia”, como decía un informe RAND de 1988 sobre la legitimidad de su abuelo Kim Jong-il. En febrero, la televisión estatal hizo hincapié en su vínculo directo con el linaje del Paektu, refiriéndose al mito de que su abuelo había nacido en la montaña más alta de la península coreana, con imágenes de un caballo blanco perteneciente al “amado” hijo del líder. Los medios de comunicación estatales ya habían difundido fotos de Kim Jong-un montando un caballo blanco alrededor del monte Paektu. Por último, Radio Free Asia informó hace poco que los norcoreanos de apellido Ju-ae han sido convocados a cambiarse el nombre; la misma exigencia se hizo a la gente que compartía los nombres de los líderes anteriores.
Otros señalan que Ju-ae no tiene ninguna posibilidad de sucesión. En un país de agendas ocultas, los acontecimientos históricos y actuales presagian el propósito y destino de la joven. En última instancia, esta lógica sugiere que las arraigadas tradiciones patriarcales y la desigualdad de género del país y de la dinastía resultarán inamovibles.
Desde el fundador del país, Kim Il-sung, hasta Kim Jong-il y ahora Kim Jong-un, el poder en Corea del Norte se ha transmitido deliberadamente de padres a hijos. A lo largo de tres generaciones, cada hombre ha sido declarado líder supremo y gobernado mediante una fórmula exclusivamente norcoreana centrada en él, el suryong. La ideología del Estado, llamada juche, mezcla socialismo y confucianismo, un sistema jerárquico que sitúa a los hombres por encima de las mujeres y limita las actividades de estas últimas. En la teoría socialista de la gran familia en Corea del Norte, la sociedad es un organismo formado por “el suryong (el gran líder) como núcleo, rodeado por el partido y el pueblo, cada uno con una relación inseparable dentro de una comunidad unida por un destino común”, escribió Kim Won-hong en un informe de 2014, “Las mujeres de Corea del Norte: Un vistazo más cercano a la vida cotidiana”. El núcleo, por supuesto, es la cabeza de familia, el patriarca.
Durante cientos de años, la costumbre coreana ha designado como heredero al hijo mayor; Kim Jong-un, el hijo menor, fue designado solo después de que su padre rechazó a sus dos hermanos. Las probabilidades no están a favor de Ju-ae, puesto que, según el Servicio Nacional de Inteligencia de Corea del Sur, se cree que Kim Jong-un tiene al menos un hijo, el hermano mayor de Ju-ae, y un tercer hijo cuyo sexo no se conoce públicamente. Corea del Norte está experimentando “un viento de cambio en cuanto al género”, dijo Koo Hae-woo, exagente de alto rango en la agencia de espionaje, pero sigue pensando que solo habrá “un hombre en la cima”.
Las barreras de género son evidentes en toda Corea del Norte, quizá más ahora que cuando se fundó el país tras la Segunda Guerra Mundial. Para construir su imperio, Kim Il-sung promovió la igualdad de derechos para impulsar la contribución de las mujeres a la economía y la sociedad. Una ley otorgó a las mujeres el derecho a votar y a postularse a cargos públicos, y se creó la Unión Democrática de Mujeres. Pero en la década de 1990, el Estado se hundió en una crisis económica y una hambruna mortal. Las familias solo sobrevivieron porque las mujeres casadas asumieron el doble papel de sostén económico y ama de casa.
Según el relator especial de las Naciones Unidas sobre los derechos humanos en Corea del Norte, los “estereotipos de género generalizados” siguen siendo la causa fundamental de la discriminación contra la mujer. “A las mujeres se las llama ‘flores’. El aspecto de las mujeres —vestimenta, peinado e incluso maquillaje— está sometido al control del Estado”, escribió Elizabeth Salmón en su informe de febrero. Según ella, la violencia de género está normalizada: “Muchas mujeres en el país se han enfrentado a agresiones sexuales y violaciones, sobre todo por parte de hombres en puestos de autoridad con total impunidad”. Alrededor del 72% de las personas que han huido a Corea del Sur son mujeres, según el informe. Una decena de mujeres desertoras que habían sido arquitectas y médicas me contaron que, aunque solo podían vender chatarra o trabajar en los baños públicos de Seúl, eran más felices y recibían un trato más justo.
Mucho antes de Ju-ae, el régimen de Kim convirtió a las mujeres de la élite en símbolos políticos. En la década de 1970, la abuela de Kim Jong-il, Kang Ban-sok, y su madre, Kim Jong-suk, aparecieron como modelos en la revista Joseon Women. Kang fue promocionada como “madre de todos los coreanos” a través de canciones populares, pinturas y poesía revolucionaria. Aparecía de manera constante usando un vestido coreano autóctono y un peinado tradicional. El régimen representaba a Kim como “la madre de la revolución”. Las mujeres eran educadas para emular su virtuosa feminidad y devoción de esposa.
Aunque Kim Jong-un mantiene a varias mujeres en su círculo íntimo, estas solo sirven a sus intereses. “Kim Jong-un ha sido experto en utilizar a su séquito femenino al asignarles diferentes funciones”, dijo Yun Byung-se, exministro de Asuntos Exteriores de Corea del Sur. Por ejemplo, su hermana, Kim Yo-jong, hace de policía malo en las disputas diplomáticas con Estados Unidos, mientras que la primera dama, Ri Sol-ju, actúa como la “madre del Estado”.
Con Ju-ae, Kim quiere que los norcoreanos sepan que las futuras generaciones del linaje Paektu están dispuestas a defender la dinastía, comentó Yun. Y quiere ser visto como un “padre amoroso para todos sus ciudadanos”, dijo Choi Byung-seop, quien pasó tres décadas supervisando la televisión norcoreana para el Ministerio de Unificación de Corea del Sur. Kim ha lanzado a Ju-ae como un globo de prueba con el fin de “comprobar las reacciones dentro y fuera de su régimen”, dijo Kim Young-soo. Calibrar la lealtad de la élite de la sociedad es una forma de medir la consolidación de su poder; presumir a una hija podría significar que se siente razonablemente seguro, explicó Choi.
Las fotografías de Ju-ae refuerzan lo que ya sabemos sobre Corea del Norte y también nos dicen más. Ella es la última de una serie de mujeres de élite idolatradas y propagandizadas. En febrero, el régimen imprimió la foto de Ju-ae en cinco nuevos sellos postales. Solo podemos adivinar cuál es el propósito de Kim Jong-un al dirigir todas las miradas hacia su hija.
Por Chun Su-jin
La autora es una periodista surcoreana de ascendencia norcoreana. Ha realizado reportajes sobre Corea del Norte durante casi dos décadas para JoongAng Ilbo, uno de los periódicos más importantes de Corea del Sur. Es autora del libro North Korean Women in Power: Daughters of the Sun.