CÓRDOBA.- Las restricciones de dólares existentes en la Argentina no tienen visos de resolverse este año por lo que las importaciones seguirán condicionadas. Los economistas coinciden en que la limitación es recesiva ya que para producir se requiere de la compra de insumos y bienes intermedios en el exterior. El contexto externo presenta dos factores que actúan en diferentes sentidos. Por un lado, en la comparación interanual los precios de la energía bajaron y si a eso se suma la puesta en marcha del gasoducto Néstor Kirchner, el déficit energético caerá (hay expertos que estiman que en dos años la Argentina será superavitaria).
Por el otro, la mayor fortaleza del dólar a nivel global y los buenos números para la cosecha de Brasil podrían hacer descender los precios de las comodities, a lo que se agrega la menor cosecha por la sequía.
“Las restricciones a las importaciones resultaron en el actual esquema la válvula que se abre o se cierra dependiendo de los dólares disponibles. Con la escasez de dólares actual y proyectada, la anterior dicotomía de incentivar el nivel de actividad a costa de distorsiones en otra variable luce imposible”, señala el documento de la Cámara de Importadores de la República Argentina (Cira) titulado “El comercio exterior y las importaciones en 2023: de la incertidumbre internacional a las dificultades para importar en la Argentina”.
Fernando Furci, gerente general de la Cira, señala que la expectativa es que las importaciones se mantengan en el mismo monto nominal que el año pasado, lo que implica una baja en términos reales. Los datos del relevamiento de expectativas del Banco Central apuntan a que las importaciones se reducirán 7,9% interanual; en el 2022 sumaron US$81.500 millones.
Insiste en que el actual será un año con menor oferta de dólares y restricciones de acceso a divisas (cepo), inflación creciente, presión cambiaria y con “severos riesgos financieros” por la “emisión acumulada (y la necesaria para 2023) y los fuertes vencimientos en pesos”. Estima una caída de la actividad económica de entre 2,5% y 3%) por el efecto de la sequía y por la menor disponibilidad de dólares que “complicaría de forma adicional la provisión” de bienes importados.
Desde Ecolatina, el economista Santiago Manoukian subraya que -a diferencia del período 2011/2015, cuando la actividad se redujo por shocks no naturales- hay “pocas herramientas” para impulsar la actividad económica. Define a la falta de dólares como la causa principal con el “agravamiento” del shock provocado por la sequía. “El agro aportará unos US$ 20.000 millones menos que en el 2022, cifra equivalente a cuatro meses de importaciones. A eso hay que agregarle un mes neto que hay que pagarle al FMI; este 2023 le pagaremos más de que lo que recibamos, una novedad respecto al año pasado”, describe.
A su entender el “desafío” ya dejó de ser cómo acumular reservas y es “cómo retenerlas”. El objetivo, plantea Manoukian, es evitar una devaluación: “Sin dólares para intervenir el Banco Central se queda sin poder de fuego. Sin corrección del atraso del tipo de cambio oficial, hay un exceso de demanda de dólares porque están ‘baratos’; los importadores adelantan operaciones o sobrefacturan…Un país normal sale a los mercados y coloca deuda; la Argentina está imposibilitada y eso motiva distintas medidas para incentivar la oferta y desalentar la demanda”.
Según un estudio del Instituto de Investigaciones Económicas (IIE) de la Bolsa de Comercio de Córdoba, cada dólar exportado por la Argentina cuenta con 11 centavos de contenido importado. Para duplicar las exportaciones -como propone el Plan Argentina Productiva 2030- habría que incrementar las importaciones al menos en US$ 10.000 millones.
El IIE indica que esa dinámica se explica por el desarrollo de las cadenas globales de valor; el comercio internacional incentiva que los países se especialicen en determinados eslabones, por lo que tanto las exportaciones como los productos destinados al mercado doméstico requieren de importaciones.
La energía juega a favor
Una diferencia respecto del año pasado en las importaciones se dará en el sector energético; el déficit podría rondar los US$2.500 millones, la mitad del registrado en 2022. Ecolatina proyectó un alza del 30% interanual en las exportaciones de gas y petróleo y una reducción de similar magnitud en las importaciones de GNL, por una combinación del efecto del gasoducto Néstor Kirchner que debería entrar en funcionamiento a mediados de junio y los precios internacionales más bajos.
Manoukian entiende que también es posible que se pueda “ahorrar” en los dólares que se usan para turismo, pero advierte que la proporción es menor. En febrero, la balanza de turismo registró un rojo de US$ 421 millones, de acuerdo con el informe Evolución del Mercado de Cambios y Balance Cambiario del Banco Central.
Es en ese contexto que el Gobierno “redobla esfuerzos para obtener recursos por la cuenta financiera” con alternativas como potenciar el financiamiento con el Banco de Brasil; el swap con China y las posibilidades que se exploran con el fondo saudí. “Todas billeteras para tratar de sostener las reservas”, sintetiza el economista.
La deuda por importaciones de bienes y servicios es la más elevada desde el 2003; hasta el tercer trimestre del 2022 creció US$10.200 millones frente al cuarto trimestre del 2021, superando los US$ 40.000 millones. Ecolatina proyecta que finalizó el año pasado por encima de los US$ 42.000 millones. “En sólo un año la deuda acumulada fue similar a la generada en 2011-15. Esta dinámica difícilmente pueda continuar a lo largo de 2023″, describe el reporte.
Manoukian sostiene que, en medio de las medidas para intentar frenar la sangría de divisas por algunos sectores e incentivas las exportaciones de otro, “el tipo de cambio oficial es cada vez menos relevante para el comercio exterior. El camino, sin corregir el tipo de cambio oficial, es inducir una recesión. Si no es por precio es por cantidades. Ya lo vimos en ultima parte del 2022, no hay dólares para abastecer el nivel de demanda”, repasa.
La menor tasa de crecimiento mundial prevista generará una desaceleración del comercio internacional, que el año pasado con un crecimiento del 3,5% en volúmenes alcanzó un récord histórico de casi 32 billones de dólares. Para este año la Organización Mundial de Comercio (OMC) pronostica un alza de los intercambios de uno por ciento.
Furci aporta que ese contexto es “crítico” para la Argentina y puntea algunas cifras de la OMC: las importaciones de todo origen de Sudamérica (destino del 30% de las exportaciones argentinas) caerían uno por ciento; las de Europa decrecerán 0,7% (concentra 15% de los envíos argentinos); las de Asia crecerían 2,2% (recibe 33% de las ventas argentinas) y las de Norteamérica (donde llega el 9% de los envíos locales) subiría 0,8%. “A eso se le suma que los precios internacionales de las comodities bajarían alrededor de 6% interanual”, indica.
El ejecutivo ratifica las conclusiones del estudio que realizó la cámara en el sentido de que “no se vislumbra una adaptación” de la Argentina al nuevo contexto internacional, por las “falencias” de la economía. “Se da la paradoja que el mundo demanda lo que abunda en la Argentina, pero los desórdenes macroeconómicos y la crisis política impiden el cambio de la agenda de lo urgente a lo importante. La repetición de la crisis del sector externo refleja que aun teniendo superávit comercial, como ha pasado en los últimos años, no es suficiente para abastecer las necesidades de importación, pago de servicios en el exterior, remesas de dividendos y demás actividades financieras junto con la demanda de atesoramiento”, enumera.
La víctima es la actividad
Según el indicador de “propensión a exportar”, en la Argentina el 8,5% de lo producido es exportado. Analizándolo, el IIE sostiene que hay una docena de sectores con un potencial exportador superior al promedio: automotor, servicios IT (software y programación), agroindustria, minería, electrónica, otros vehículos, química, agricultura, petróleo, metalurgia y relacionados, caucho, plástico y pesca.
En promedio, cada dólar que exportan esos conglomerados requiere 15 centavos de importaciones. Les resulta tres veces más necesario importar para exportar que para vender dentro del país, concluye el reporte.
El IIE pone la lupa sobre la agroindustria, uno de los sectores más competitivos de la economía argentina, que es uno de los menos demandantes de importaciones (equivalen a 0,6% de lo que produce), pero sus exportaciones llevan 7,4% de contenido importado. Para el sector resulta 13 veces más importante contar con importaciones para exportar que para producir localmente.
“Hay una estanflación -dice Manoukian-, la actividad ya siente el impacto directo de la mala cosecha y también el indirecto. Las restricciones de dólares limitan la expansión potencial de la actividad y hasta pueden limitar exportaciones, hay sectores que importan para exportar. El contexto es muy tenso y las medidas que se toman generan distorsiones para un plan de estabilización futuro. La meta del gobierno es llegar a las elecciones. La necesidad tiene cara de inconsistencia”.
Furci enfatiza que la Argentina “no tiene problemas para generar dólares; puede generar más de lo que lo hace. Lo que hay que resolver son los inconvenientes de la macroeconomía; hay que integrarse al mundo, hay que firmar más acuerdos de libre comercio; hay que sacar al Mercosur del letargo. La constitución de las cadenas de valor implica importar para producir. La salida no es ‘pisar’ las importaciones”.