La defensa a ultranza de la democracia constitucional como el mejor sistema para vivir, a pesar de sus imperfecciones y debilidades, y el llamado de atención ante los riesgos que la acechan, como el populismo, la polarización y el faccionalismo, fueron el punto de encuentro de ideas en el que convergieron el historiador español Benigno Pendás García y el politólogo argentino Natalio Botana.
Ambos intelectuales hablaron esta tarde en el marco del seminario “Argentina y España: cuatro décadas viviendo en democracia”, que se celebra en la Facultad de Derecho. Pendás García y Botana compartieron el panel denominado “Conversaciones sobre la democracia y la transición”, el cual fue moderado por la escritora María Saenz Quesada.
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La apertura del seminario estuvo a cargo del juez de la Cámara Nacional Electoral Alberto Dalla Vía, y del dueño de casa y decano de la Facultad de Derecho, Leandro Vergara, a quienes acompañó la embajadora de España, María Jesús Alonso. Entre los presentes se encontraban el juez de la Corte Suprema de Justicia Carlos Rosenkrantz, el presidente de la Academia Nacional de Derecho, Juan Carlos Cassagne, y el exsenador Eduardo Menem.
Pendás, que es presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España, basó su exposición en diez tesis a lo largo de las cuales defendió a ultranza a la democracia como “la única forma legítima de Gobierno”, pero en las que también advirtió sobre sus defectos y los riesgos que la acechan.
Así, reconoció que “se viven tiempos difíciles”, pero también mostró su optimismo al afirmar que están “muy lejos de ser terminal” las dolencias que la aquejan.
“Afrantamos con herramientas del siglo XIX una democracia mediática, con adelantos tecnológicos, pero sigo creyendo en el sueño de la frustración, por lo tanto lo mejor que se puede hacer es mantener, preservar y mejorar la democracia constitucional”, afirmó.
No obstante, Pendás alertó que tras el atentado a las Torres Gemelas se acabaron los “tiempos felices” que habían anunciado pensadores como Francis Fukuyama en El fin de la historia. “Se habla de ocaso de la democracia, pero me niego a ser pesimista”, dijo el historiador antes de alertar: “Cuidado porque las circunstancias históricas no son controlables”.
Sobre los riesgos, Pendás destacó que la democracia genera decepción “porque se diferencia mucho del ideal”, lo cual hace que incumpla con las expectativas que genera.
Una de sus tesis estuvo centrada en el populismo que, dijo, “es lo que se ha llamado siempre demagogia, que es la forma corrupta de la democracia”.
Para el catedrático español, el populismo “tienen un punto de mentira que es la idea de buscar soluciones fáciles a problemas complejos. Aprovecha el miedo, la inseguridad, el temor a la inestabilidad social para ofrecer soluciones mágicas que no existen”.
Por último, destacó el caso de China, al que señaló como un “modelo alternativo que sería absoluto autoritarismo político, pero profundamente capitalista”, y planteó la duda sobre si el gigante asiático seguirá el camino de sociedades similares, que al bienestar económico le quisieron sumar derechos políticos, o si mantendrá el statu quo. Para Pendás, de esa definición “va a depender el futuro de la democracia”.
Por su parte, Botana habló sobre “los desafíos que erosionan al régimen democrático en Iberoamérica” y abogó por la necesidad de que recuperar “las lealtades recíprocas entre mayorías y minorías” como forma de reclamar consenso político.
En ese sentido, el presidente de la Academia Nacional de Historia dijo que “la democracia de partidos está dañada por el desarrollo de dos procesos contradictorios, la polarización y el faccionalismo”, a los que sumó la “irrupción de outsiders que adoptan una actitud contestataria”, en lo que pareció una alusión al libertario Javier Milei.
Una oposición de espaldas a la sociedad
Para Botana, muchos de estos fenómenos que dañan a la democracia “suelen adoptar posturas populistas” que, advirtió, “a veces suelen asumirse como la antesala de la autocracia”
Por último, el politólogo enumeró como otro riesgo “las democracias asentadas sobre sociedades escindidas, con alto niveles de pobreza e indigencia”, con una “porción muy amplia de la población que permanece insatisfecha en derechos básicos”.
Fuente: La Nación. Ver nota completa.