Faltaban pocas horas para que el canciller ruso, Serguei Lavrov, abandonara Brasilia, la semana pasada, y las recientes declaraciones del presidente Luiz Inacio Lula da Silva sobre la guerra en Ucrania todavía retumbaban en la Casa Blanca y capitales europeas, donde causaron profundo malestar. Consultado sobre el impacto de dichas declaraciones, un diplomático brasileño que sigue de cerca el tema, sin dudar, se sinceró: “La posición de Brasil sobre la guerra no cambió, pero la retórica de Lula no ayuda; al contrario”.
Lavrov dejó Brasilia con evidente expresión de satisfacción. Días después de que el jefe de Estado brasileño dijera en su viaje a China y a los Emiratos Árabes Unidos, entre otras cosas, que Estados Unidos también era responsable por la guerra, y que el mundo debía tener paciencia con el presidente ruso, Vladimir Putin, un error de traducción después de la reunión entre los cancilleres de Rusia y Brasil, Mauro Vieira, permitió que durante algunas horas circulara la versión de que los dos países tenían una posición “única” sobre la guerra.
En realidad, lo que dijo Lavrov en el Palacio de Itamaraty fue que las posiciones eran “similares”, lo que tampoco deja muy tranquilos a norteamericanos y europeos. Lo que quedó en claro después de los traspiés diplomáticos y las tensiones provocadas por sus dichos es que el presidente de Brasil sigue pensando lo mismo que cuando era candidato a la presidencia y expresó en una entrevista a la revista norteamericana Time, en 2022.
Para Lula, la guerra nunca fue responsabilidad exclusiva de Rusia, y el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, nunca fue un héroe, como es tratado por Estados Unidos y la Unión Europea (UE). Por otro lado, el presidente de Brasil y su asesor internacional, Celso Amorim, siempre consideraron que los países que integran la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) generaron con sus acciones una inseguridad en la Rusia de Putin que debe ser comprendida. Desde que llegó al gobierno, Lula moderó el discurso, dialogó con Zelensky, pero sus ideas no cambiaron.
Algunas actitudes del mandatario brasileño dejan eso bien en claro. Cuando Alemania le solicitó a Brasil que le vendiera municiones de tanques –compradas en la época del Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016– la respuesta fue un contundente no. ¿Por qué? Esencialmente porque Brasil sabía que esas municiones terminarían en Ucrania, admitió una fuente del gobierno de Lula, y no podía permitir que eso pasara.
Brasil se opone al envío de armas a Zelensky y, también, a las sanciones aplicadas por Estados Unidos y la UE a Rusia. También fue contrario a los intentos de expulsar a Rusia de organizaciones internacionales, como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), entre otras.
En las Naciones Unidas, el gobierno brasileño –con Jair Bolsonaro como presidente y luego con Lula– votó en contra de la invasión rusa a Ucrania, y defendió el principio de la integridad territorial. Esa posición, explican diplomáticos brasileños, respeta las tradiciones diplomáticas del país. Y hasta ahí llega Brasil. No hay ninguna posibilidad de que apoye la ayuda militar a Zelensky o las sanciones a Putin.
El problema que enfrenta el gobierno de Lula es cómo colocarse como promotor de la paz, y, eventualmente, actuar como mediador, siendo visto desde afuera como un actor prorruso. Difícil, sostienen especialistas internacionales como Stella Ghervas, profesora de historia rusa y europea en la Universidad de Newcastle.
“No es verdad que la decisión de ir a la guerra fue adoptada por dos países. La decisión de ir a la guerra fue unilateral, y para llegar a la paz en una guerra se necesitan las dos partes… Lula está siendo un poco ingenuo: yo dudo que siendo un poco más simpáticos o pacientes con un imperialista [en referencia a Putin] tendremos paz. Creo que todo esto le daría más fuerza para seguir en guerra. A veces, la única manera de forzar una negociación de paz es, primero, dejar las armas”, dijo Ghervas a la nacion.
En la entrevista a Time, en mayo del año pasado, Lula dijo que Zelensky quiso ir a la guerra, y que era tan responsable como Putin por el conflicto. En febrero de este año, el presidente brasileño, ya en el poder, aseguró que Putin cometió un error histórico al invadir Ucrania, pero se mantuvo firme en su decisión de no apoyar el envío de armas a Zelensky.
En marzo, Lula volvió a inclinar la balanza para el lado de Rusia, al decir que el presidente ucraniano no podía querer todo, y debería aceptar la pérdida de Crimea, anexada por Rusia en 2014. En su viaje a China, el jefe de Estado afirmó que norteamericanos y europeos deberían dejar de enviar armas a Ucrania y, días después, aseguró que la decisión de la guerra fue adoptada por los dos países involucrados.
De visita oficial en Portugal, Lula retomó el tema de Ucrania, pero esta vez, con la controversia en su punto más alto, buscó suavizar el tono y dijo que no igualó la responsabilidad de las dos partes.
“Hace mucho tiempo mi país tomó la decisión de condenar a Rusia por ocupar el espacio y violar la integridad territorial de Ucrania, en los primeros días, y hemos votado en ese sentido en la ONU”, dijo en una conferencia de prensa. Luego reiteró su propuesta de que un grupo de naciones, Brasil entre ellas, medie en una solución negociada.
“Jamás puse un signo igual entre los dos países porque sé lo que es una invasión y lo que es la integridad territorial. Y todos creemos que Rusia se equivoca y la condenamos en cada decisión de la ONU”, afirmó el presidente brasileño.
Consultada por las idas y vueltas del presidente, una fuente del Palacio del Planalto reconoció que “la posición de Lula es la misma de siempre, y la histeria de norteamericanos y europeos era esperada. Deberán entender que Brasil es un país soberano y no va alinearse con nadie”.
Eso está bien claro. Consultada la misma fuente sobre las críticas lanzadas por especialistas internacionales como Ghervas sobre las posiciones de Lula, la respuesta fue aún más enfática: “Si nos fuéramos a preocupar por las opiniones de especialistas internacionales no haríamos nada”.
Los ruidos causados por los dichos de Lula fueron grandes. La semana pasada, Amorim conversó telefónicamente con el consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, quien quería entender, según contó el asesor de Lula al diario O Globo, finalmente, cuál era la posición de Brasil. Amorim dio las debidas explicaciones y, según comentó, “fue una conversación amena, y quedó todo bien entre los dos países”. El asesor de Lula aprovechó para abordar otros temas de la agenda bilateral, entre ellos la prometida ayuda de Estados Unidos al Fondo Amazonia.
Dos días después, el presidente norteamericano, Joe Biden, en una cumbre sobre cambio climático, anunció que pedirá al Congreso americano 500 millones de dólares para Brasil, diez veces más que lo que había ofrecido en febrero, cuando Lula visitó Washington. Diplomáticos brasileños atribuyen el gesto de Biden a una estrategia que buscará no perder al gobierno de Lula como aliado internacional, después de una visita a China que dejó muy preocupados a los norteamericanos.
Capital político
Como explicó Chris Garman, director para las Américas del Eurasia Group, las declaraciones de Lula sobre la supuesta responsabilidad de Estados Unidos en la guerra entre Rusia y Ucrania generaron profundo malestar en Washington, y quemaron el capital político brasileño. “Pero Estados Unidos no va a darle la espalda a Brasil, los dos países tienen una agenda bilateral robusta”.
Brasil lo sabe, es algo que Amorim repite con frecuencia: “Los tiempos cambiaron, nadie puede ignorar a Brasil”.
Lo que puede fallar en la ecuación de Lula y sus asesores es su rol como eventual negociador de un proceso de paz entre Rusia y Ucrania. Porque una cosa es que Estados Unidos y la UE sigan viendo a Brasil como un aliado importante, como, de hecho, sucede. Y otra bien diferente es que Ucrania acepte que Brasil tenga un papel importante en una todavía muy distante negociación con Putin. “Lula está minando la credibilidad del país como un interlocutor neutral”, concluye Garman.
La saga continuará con la visita de Amorim a Ucrania, en una fecha todavía no revelada. Se trata de un viaje que se decidió luego de que representantes de la comunidad ucraniana se reunieran con miembros de la delegación brasileña, anteayer, a su llegada a Portugal, y que busca aminorar los crecientes cuestionamientos a la posición de Lula.
“El presidente Lula decidió y me ordenó decir que el asesor especial de la presidencia para asuntos internacionales, el excanciller Celso Amorim, que estuvo en Rusia, visitará Ucrania”, dijo en Lisboa el ministro de la Secretaría General de la Presidencia, Márcio Macedo.