KIEV.- El 9 de marzo, antes del amanecer, un misil hipersónico ruso Kinzhal se estrelló contra una central eléctrica cerca de Kiev. La explosión despertó a la población de toda la capital ucraniana, mientras en el cielo se elevaba una columna de humo negro.
Esa noche de ataques de misiles y drones en toda Ucrania fue la última descarga masiva de la campaña rusa para destruir la infraestructura de electricidad, calefacción, comunicaciones y agua de Ucrania y volver inhabitables sus ciudades, con el objetivo de forzar la capitulación ante el invasor.
Pero cerca de las 8:30, menos de una hora después de una posterior lluvia de misiles cruceros que en su mayoría fueron interceptados por las defensas aéreas, las calles de Kiev estaban atestadas de gente yendo a trabajar. Los cafés abrían para servir medialunas y capuchinos. La mayor parte de Ucrania seguía teniendo electricidad, y los cortes locales fueron reparados rápidamente.
Ahora que las temperaturas son más elevadas y que los días se alargaron, la demanda de calefacción e iluminación está cayendo. Ucrania terminó con los cortes de luz rotativos que adoptó para ahorrar electricidad cuando los ataques empezaron a poner en jaque la infraestructura eléctrica del país. En resumen, el intento ruso de generar una crisis humanitaria fracasó.
Al gastar la mayor parte de sus misiles de precisión guiados, Rusia terminó favoreciendo en cambio un fortalecimiento de las defensas aéreas ucranianas. Actualmente, los gobiernos de Estados Unidos y de Europa, indignados por los ataques contra la infraestructura civil, están enviando a Ucrania los sofisticados sistemas antimisiles que antes le negaban, como las baterías Patriot y SAMP-T junto con generadores y repuestos para la red energética.
“Los rusos esperaban desestabilizarnos y causarnos conflictos internos, con un constante flujo de refugiados”, dice Oleksiy Danilov, el asesor de seguridad nacional del presidente ucraniano Volodimir Zelensky. “No consiguieron lo que esperaban. Nuestro país, gracias a nuestros aliados, sobrevivió a ese período difícil.”
También pasaron por momentos complicados, como los ataques del 23 de noviembre, que obligaron a suspender de emergencia la actividad en todas las centrales de energía nuclear de Ucrania, lo que generó un corte de luz que duró días e interrumpió el servicio de telefonía móvil. Para muchos, el invierno fue en efecto frío y oscuro. Decenas de civiles murieron en ataques de misiles rusos contra edificios residenciales. También murieron muchos trabajadores del sector energético, y otros tantos resultaron heridos.
Ucrania ahora corre una carrera contrarreloj. Está intentando reparar y fortalecer su red eléctrica y al mismo tiempo robustecer sus capacidades de defensa aérea antes de que Moscú reponga sus existencias de misiles y drones.
“Sus ataques van a seguir, pero en lo que respecta a este invierno, perdieron. El invierno terminó y seguimos acá”, dice Volodimir Kudrytsky, director ejecutivo del operador estatal de energía eléctrica Ukrenergo.
Rusia dice que no se quedará sin existencias de misiles y que seguirá lanzando ataques contra blancos ucranianos hasta alcanzar los objetivos de su “operación militar especial”.
Las autoridades ucranianas siempre supieron que su infraestructura energética era vulnerable, del mismo modo que los sistemas de bombeo de agua, de calefacción y de comunicaciones, que dependen de ella y que son indispensables para la vida urbana. Cerca del 70% de los ucranianos viven en ciudades.
Ucrania desconectó su red eléctrica de Rusia pocas horas antes de la invasión, el 24 de febrero de 2022. En pocas semanas, Ucrania se había conectado a la red de la Unión Europea, una conexión con capacidad limitada pero que resultó un respaldo vital.
La red eléctrica ucraniana es una sola red a nivel nacional basada en cuatro grandes centrales eléctricas nucleares y otras fuentes de energía como el carbón. Las líneas eléctricas aéreas de alto voltaje transportan la energía a cientos de kilómetros, hasta subestaciones cercanas a los centros poblacionales.
Según las autoridades energéticas, el sistema tiene una ventaja fundamental heredada de la época soviética: la capacidad es mucho más alta de lo necesario. En la época de la Unión Soviética, Ucrania representaba gran parte de la base industrial del país. Como resultado, todas las partes de la red tenían incorporadas salidas de emergencia, y todas las ciudades podían recibir electricidad por varios caminos.
Al principio, Rusia no bombardeaba sistemáticamente la infraestructura energética, porque creía que se trataría de una guerra breve y que las ciudades quedarían en manos de Moscú en poco tiempo tras una rápida rendición ucraniana. A nueve días de comenzada la guerra, las fuerzas rusas capturaron intacta la central nuclear de Zaporizhia, la más grande de Europa, cuyos seis reactores generaban el 20% de la electricidad de Ucrania.
En septiembre, cuando Ucrania lanzó las exitosas ofensivas en Kharkiv y Kherson que le permitieron recuperar parte del territorio perdido, en Kiev se vivía una vida casi normal. La economía ucraniana se estaba estabilizando y hasta empezaba a recuperarse.
Maryna Kovalchuk, encargada de la cadena de restaurantes Pesto Café, recuerda ese momento como una época de esperanza. Las escuelas reabrían, las madres y los hijos que habían escapado empezaban a volver y las familias salían a la calle nuevamente. “Nos iba bien, y hasta pensé: ‘ahora podemos respirar’”, dice Maryna.
Ofensiva contra la infraestructura energética
Pero el 11 de septiembre del año pasado Rusia lanzó su primera lluvia de misiles contra la infraestructura energética y dejó a oscuras las ciudades de Kharkiv y Dnipro, justo cuando las tropas rusas huían en desbandada de partes de la región ocupada de Kharkiv. El bombardeo de una represa en la ciudad de Kryvyi Rih también dejó grandes zonas urbanas inundadas.
Mientras las organizaciones de derechos humanos calificaban esos ataques de crímenes de guerra, los comentaristas nacionalistas rusos se deleitaban diciendo que por fin se libraba una guerra a muerte. “La electricidad no es un derecho sino un privilegio”, escribió en la red social Telegram el escritor ruso German Sadulayev, en un posteo que se viralizó.
Zelensky dio un discurso para preparar a Ucrania para un invierno de sufrimiento. Dirigiéndose al presidente ruso, Vladimir Putin, que había dicho que los rusos y los ucranianos son un solo pueblo, Zelensky le respondió: “El frío, el hambre, la oscuridad y la sed no son tan peligrosos y letales para nosotros como su ‘amistad y fraternidad’”.
El 10 de octubre, Rusia lanzó una potente lluvia de 70 misiles y enjambres de drones que afectó el 30% de la infraestructura energética ucraniana.
Los drones suicidas Shahed, suministrados por Irán, atravesaban el cielo de Kiev mientras se dirigían hacia una central eléctrica en una zona del centro de la ciudad densamente poblada. Los soldados ucranianos y la policía intentaron derribar los drones disparando desesperadamente con sus fusiles Kalashnikov. Un misil se estrelló en una calle ajetreada justo afuera de la principal universidad de Kiev en plena hora pico y mató a seis personas.
Durante el otoño, los ataques eran frecuentes. Los conductores de la televisión estatal rusa hablaban del colapso de los servicios vitales ucranianos y de los brotes de enfermedades infecciosas que asolarían Kiev. El nuevo comandante de guerra designado por Moscú, el general Serguéi Surovikin, fue celebrado en los medios rusos como el autor de la campaña misilística y recibió el apodo de “General Armagedón”.
“El entorno en las ciudades ucranianas no ofrecerá posibilidades de supervivencia. Habrá carencias en comunicaciones, infraestructura, calefacción, energía y alimentos”, dijo en noviembre Serguéi Markov, un exasesor de Putin.
Mientras los propagandistas rusos se regodeaban, las cuadrillas de reparación ucranianas se dedicaban a extinguir los incendios y a reparar los equipos.
En una subestación en el centro de Ucrania, los operarios se encontraron con los restos destrozados de equipos alcanzados por un misil de crucero Kh-101. La mitad de un centro de transformación que distribuye electricidad a 600.000 usuarios quedó destruida. En el lugar se observaban fragmentos de metal torcido, hormigón y cerámica.
Los operarios tenían repuestos y cambiaron las piezas necesarias. Esa misma noche volvió la electricidad a las ciudades lindantes.
Una semana más tarde, la subestación fue atacada por otros dos misiles crucero. Esta vez, el transformador de 300 toneladas, su equipo principal, fue atacado de lleno. El olor a humo permaneció durante días.
La cuadrilla de reparación encontró otra vez la solución. Ahora la electricidad recorre un circuito diferente en la instalación, divergiendo de los planos de la época soviética, conocidos por los rusos. Ucrania también buscó suministros compatibles con el legado soviético en Europa del Este y en países de la ex Unión Soviética con quienes mantiene relaciones amistosas, como Azerbaijan, que se ganó reproches de Moscú por haber donado un convoy de transformadores eléctricos.
Una tarde de noviembre, la subestación recibió una tercera descarga de misiles. Para entonces, los operarios empezaban a acostumbrarse a la rutina. Mientras caía la noche, en medio de la lluvia y luego la nieve, la cuadrilla de reparación de la subestación se puso linternas frontales y mamelucos para lluvia y reparó las piezas dañadas.
Era la nueva normalidad, dijo el jefe de la cuadrilla, y agregó entre risas que habían tenido que aprender nuevas habilidades.
A partir de enero, los ataques de misiles rusos se volvieron menos frecuentes y causaban menos daños. En febrero, Ucrania recuperó suficiente tendido eléctrico como para terminar con los cortes de luz rotativos. Las calles de Kiev volvieron a estar iluminadas.
En total, Rusia ha lanzado más de 850 misiles y centenares de drones contra la infraestructura eléctrica ucraniana. La arremetida no debilitó la determinación del pueblo ucraniano: el 87% de la población se opone a conceder territorio a cambio de la paz, el mismo porcentaje que en septiembre del año pasado, según datos del Instituto Internacional de Sociología de Kiev.
Entretanto, el general Surovikin, el “General Armagedón” de Rusia, fue apartado de su cargo.
Por Marcus Walker y Yaroslav Trofimov
Traducción de Ignacio MacKinze
Fuente: La Nación. Ver nota completa.