Quienes piensan que desde que el mundo es mundo la jornada laboral se viene reduciendo extrapolan para atrás lo que observan en el último par de siglos. Porque, como bien apuntó en 1964 Carlos María Moyano Llerena, en la conferencia de incorporación a la Academia Nacional de Ciencias Económicas, titulada “El ocio en la vida moderna”, las horas dedicadas al trabajo en la Edad Media eran muchas menos que al comienzo de la Revolución Industrial, porque se trataba de una economía agrícola y artesanal y existían muchas fiestas religiosas. ¿Qué pasó desde la Revolución Industrial y qué puede pasar de aquí en más?
Al respecto conversé con el estadounidense Herbert Malena Gintis (1940 – 2023), quien estudió matemáticas en la Universidad de Pensilvania y economía en Harvard. Siendo estudiante graduado, advirtió tres grandes cuestiones en economía política, ignoradas por la corriente principal del análisis económico: 1) desigualdad y discriminación, 2) alienación y 3) valores culturales que sobrevaloran el componente material de la vida. Por ello, no sorprende que su tesis doctoral, completada en 1969, se titulara Alienación y poder: hacia una reforma radical del análisis económico. En sus palabras: “Desde mi tesis doctoral, mi preocupación consistió en generar un modelo realista del accionar humano, cómo se adoptan las decisiones y cómo interactúan entre ellas”.
–Dadas sus ideas, tampoco sorprende que se haya contactado con Samuel Bowles.
–Claro. La relación comenzó cuando él regresó de Nigeria. Formamos un grupo integrado, además, por Richard Edwards, Stephen Marglin, Patricia Quick y Michael Reich. Con Bowles intentamos replantear la economía política marxista, para hacerla relevante en el mundo moderno. Escribimos mucho, pero publicamos poco.
–La mayoría de los economistas que integran la corriente principal lo consideran un radical extremo.
–Están equivocados, solo soy un científico haciendo su trabajo. No me gusta que me consideren heterodoxo, lo cual, principalmente, tiene que ver con mi personalidad. Con el correr del tiempo, Sam y yo nos hemos acercado a la profesión, y ésta a nosotros. Ocupo 99% de mi tiempo juntando datos, y apoyando a las personas que juntan datos. No hay tanto desacuerdo entre los hallazgos encontrados por los economistas que utilizan el enfoque experimental.
–Sintetice su pensamiento del funcionamiento del sistema capitalista.
–Los mercados no solamente asignan, también disciplinan. La relación entre el empleado y el empleador es incompleta, porque el Estado puede implementarla, sin represalia equivalente por parte del empleado. El carácter no democrático y jerárquico de la empresa capitalista requiere que los individuos desarrollen una personalidad sumisa. Para los propietarios resulta más fácil disciplinar a un único gerente que a un gran número de asalariados. El comportamiento frente al riesgo de las empresas manejadas de manera democrática no les resulta satisfactorio ni a los bancos ni a los mercados de capitales. Las escuelas enseñan diferentes cosas a diferentes personas: a los hijos de los asalariados, la importancia del aprendizaje y de seguir las reglas; a los hijos de los profesionales y empresarios, la importancia de la creatividad y el pensamiento independiente.
–Hablemos del pasado y el presente de la jornada laboral.
–Moyano tiene razón. Antes de la Revolución Industrial el agricultor trabajaba en el campo y su esposa complementaba los ingresos tejiendo. El denominado putting out system. Sujeta a cumplir las tareas en fecha, la mujer administraba su tiempo en función del cuidado de la familia.
–¿Qué cambió con la Revolución Industrial?
–El modo de producción, centrado en la máquina. La Revolución Industrial no creó los bienes no agropecuarios, sino que modificó la forma de producirlos, pasando de la artesanía a la manufactura. Cualquier ama de casa sabe cómo preparar una torta de chocolate; la fábrica de tortas encara la elaboración de manera diferente.
–¿Cuál fue el problema?
–Que aumentó notablemente la productividad, pero hubo que mudarse cerca de donde estaban instaladas las máquinas, no faltar al trabajo, permanecer en las fábricas durante muchas horas, haciendo trabajos rutinarios –como documentó Charles Chaplin en Tiempos modernos–, en lugares peligrosos, etcétera. En aquella época la jornada laboral típica era de 12 horas diarias, 6 días por semana.
–¿Cómo fue que se redujo?
–El 1° de mayo de cada año, en casi todo el mundo se festeja el día del trabajo. Digo en casi todo el mundo porque en Estados Unidos se festeja el primer lunes de setiembre. Porque, precisamente, el 1° de mayo se recuerda una protesta obrera, que tuvo lugar en 1882 en Chicago y que generó varios muertos.
–¿Y qué tiene que ver con lo que estamos conversando?
–Que el motivo principal de la protesta fue la limitación de la jornada laboral a 8 horas diarias.
–Sigamos.
–Luego apareció el sábado inglés, de manera que la jornada semanal se redujo a 44 horas; y por último se redujo a 40 horas semanales, 8 diarias de lunes a viernes.
–Esto puede ser la generalidad, pero no todos los casos.
–Efectivamente. Por una parte, porque existen las horas extras, las cuales se explican porque sirven para aumentar la producción cuando el aumento de la demanda es transitorio, y también tienen la ventaja de no tener que entrenar al personal transitorio. Además, en la economía informal, en general no se respetan las regulaciones, por lo que cabe esperar que tampoco se cumpla esa.
–¿Hubo alguna reversión en este proceso de reducción de la jornada laboral?
–En Francia, en algún momento, intentaron bajarla a 35 horas semanales, 7 horas durante 5 días, pero tuvieron que volver atrás. Parte de la dificultad tiene que ver con el hecho de que en las negociaciones con los sindicatos la demanda de reducción de la jornada laboral no va acompañada por la correspondiente reducción salarial.
–Suficiente sobre el pasado y el presente. ¿Qué me puede decir sobre el futuro?
–El concepto de jornada laboral como se lo conocía a mediados del siglo XX está desapareciendo. Fíjese, De Pablo, cómo el cambio tecnológico está posibilitando retornar a esfuerzos laborales como se los encaraba antes de la Revolución Industrial.
–¿De qué habla?
–La esposa del agricultor tejía, combinando el cuidado de sus hijos y la ayuda que le prestaba al marido; todo sujeto a entregar las prendas en la fecha comprometida. En muchos casos ahora puede ocurrir lo mismo. Ejemplo: cuántos de los colaboradores de la nacion concurren físicamente a la redacción, cuántos escriben vaya a saber dónde, a qué hora, etcétera. ¡Sin que el producto final se resienta! Todo lo cual debería tener implicancias sobre la legislación y los convenios laborales.
–Don Herbert, muchas gracias.