Opinión. Los avances tecnológicos con la soja impulsan una mejora de la competitividad

Es lógico que estemos preocupados sobre los precios de la soja. Las exportaciones del complejo correspondiente son vitales para la economía del país, así como para la de los componentes de su cadena, donde la producción del poroto juega un papel central. Al respecto, hay una buena noticia. Un hecho que pasa casi desapercibido es el del enorme crecimiento del consumo de aceite de soja en EE.UU.

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Ello permite prever precios internacionales para la soja sostenidos; cuanto mayor sea el consumo interno menores serán las exportaciones de soja y de aceite procedentes de ese país.

¿De dónde proviene este aumento del consumo? La respuesta está en la producción de Aceite Vegetal Hidrotratado (HVO, por sus siglas en inglés), un combustible renovable. El HVO se utiliza como reemplazo del diésel convencional, pues tiene las mismas especificaciones de calidad y de rendimiento.

Este fenómeno está traccionado por la demanda de la gente por más cuidado del medio ambiente y por mayor conciencia sobre la cuestión climática. El HVO contamina mucho menos que el producto fósil tradicional (emisiones de gases de efecto invernadero y partículas). Al usarlo, se disminuye la emisión de contaminantes, como partículas y óxidos de nitrógeno, y por ende se mejora la calidad del aire y se mitiga el problema del cambio climático.

Una mirada a la industria de EE.UU. revela cómo se están adaptando grandes refinerías de petróleo para convertirse en plantas de elaboración de HVO, mayormente con aceite de soja, como insumo. Gracias a un programa de subsidios estatales, el precio de venta al público es competitivo con el del diésel fósil.

Tal proceso lleva a que cada año haya una mayor producción con foco en el uso industrial para producción de biocombustibles, y consecuentemente, las exportaciones pierden importancia ante la mayor demanda doméstica.

El uso industrial más que se duplicó en la última década y por ello se va alejando del mercado exportador de aceite de soja, al tiempo que otros oferentes como Brasil, van ocupando dicho espacio. Las estadísticas muestran que mientras el volumen de exportaciones de aceite tiende a desaparecer, el de consumo interno no paran de crecer.

Pero todo no es color rosa. Del procesamiento del poroto de soja se obtienen dos productos al mismo tiempo: el aceite y la harina de soja. Al incrementarse la capacidad de procesamiento se genera una oferta adicional de harina proteica de soja. Alrededor del 80% del tonelaje del poroto procesado es harina. Este volumen compite con uno de los principales productos de la canasta exportadora argentina.

Sin embargo, lo que es un problema tiene un lado positivo. Se presenta una oportunidad. La demanda de soja para este nuevo destino exige que los restantes exportadores de soja, como nuestro país, incrementen su producción de poroto de soja para responder a las demandas dejadas de lado por EE.UU.

Y no solo ello. También, habrá que enfrentar el desafío de cumplir con la demanda de aceites. Aunque sea en desmedro de los precios de la harina, la realidad es que los valores del poroto y del aceite pasan a tener un nuevo soporte.

Este desafío implica ser cada vez más competitivos, es decir mejorar todos los costos que influyen en la competitividad de un país.

La aparición del HVO en el mercado ha empezado a generar cambios en la producción y comercialización de soja, con una presión al aumento de la producción y mayores volúmenes destinados a la industrialización. Ello debería favorecer a la producción del poroto y del aceite con precios más sostenidos, aunque en desmedro de los valores de las harinas, pero favorable para el complejo. Y es positivo para el campo.

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El autor es economista

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