Amadeo Ameijeiras está a cargo del campo familiar desde 2015, el establecimiento está compuesto, principalmente, por un tambo cuyos costos están complicando su existencia. El precio de la alimentación para las vacas, sumado al valor de la leche que recibe el productor han debilitado la estructura del emprendimiento al que quedaron ligados seis de los 12 hermanos, luego de la muerte del patriarca de la familia. En el establecimiento La Choza, ubicado en el partido bonaerense de América, donde tienen 360 vacas en ordeñe, 11 empleados y 10 familias que dependen de él, comenzó en las últimas semanas a pelear contra la crisis económica que atraviesa el sector. En un video que se viralizó por las redes sociales, alertó por la crítica situación que podría llevarlo al cierre del establecimiento.
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“Para seguir con el legado de mi padre decidí defender el campo, ampliarlo y profesionalizarlo. Queríamos seguir con ese mensaje en una actividad que antes funcionaba”, explicó el productor. El campo, de 300 hectáreas, en 2015 albergaba 200 vacas en ordeñe, ese número alcanzó ahora las 360, a partir del mejoramiento de la recría y la crianza que llevaron adelante los hermanos. Pasó de tener cuatro empleados a 11, y con la intensión de hacerlo más intensivo llegó a tener tres veterinarios, entre ellos, uno de los hermanos Ameijeiras. “Aposté todo por la lechería, pensando en que podía hacer un producto de primera necesidad para el mercado interno y abierto a la exportación. El sueño de todos es producir leche que llegue a todo el mundo, generar más trabajo, divisas y riquezas”, recordó.
No obstante, explicó que todas las medidas medias que tomó el Gobierno últimamente, por ejemplo, el dólar soja, sumado a la sequía , se convirtieron en el principal detonante del quiebre de la actividad. “No tengo nada contra el dólar soja, pero ese dólar que aumenta la soja bruscamente y en forma imprevista subió todos los costos de alimentación. Ahora, la leche quedó en $100 y el extrusado de la soja voló a $180. Es incomparable. El dólar que anda en $430 detonó el precio del subproducto y no tenemos poder adquisitivo para comprar los alimentos”, ejemplificó.
Esto, acrecentado por el momento crítico de la sequía, ya que en esa zona solo ha llovido 210 mm en lo que va del 2023, hizo que se vieran obligados a cargar vacas para poder costear la alimentación, explicó. “En la puerta de la siembra, para hacer la reserva que dura todo el año, no tenemos plata para comprar la comida y llegar al picado de pasto [alimentación del ganado], para la próxima confección de reserva que sería en febrero o marzo. Venimos de una seca anterior, estamos en la puerta de otra seca y con los subproductos en un 40% de incremento en los últimos tres meses”, dijo. En enero, los rollos de alfalfa de 400 kilos lo pagaron $13.000 y hoy está en $50.000, mientras que la leche solo ha aumentado un 5% en el precio al tambero.
“La herramienta que queda es vender hacienda, por más que dé 30 o 35 litros no tengo para darles de comer. No hay en la zona reservas para salir a comprar”, mencionó. Hace 15 días cargó una jaula, el domingo cargó una segunda y en diez días cargará otra. “Voy sacando la vaca que menos rinde”, señaló.
Los tambos tienen un ingreso extra que sale por la venta de genética, es decir, venden las vaquillonas madres, pero por la sequía eso no sucedió. Esto acelera el crecimiento del tambo y complica la estructura por la falta de alimentos. Normalmente, el 25% de los animales los destinaba a la venta, pero este año va a superar el 50%. Esto va a impactar en la producción de leche de los próximos 20 meses, según explicó.
“Si achico la fábrica, tengo que achicar la estructura y el equipo”, precisó y dijo que la preocupación es poder seguir manteniendo al personal. “Voy a hacer todo el esfuerzo, si se achica la fábrica no puedo salir a pedir plata para mantener al personal. Tengo ocho familias que viven en el campo, cada una tiene su casa, su auto y presupuesto. Y si se me achica a mí, directamente se le achica a ellos. Tengo un minipueblo adentro del campo, es una fracción que me dejó mi padre, la continué y quise desafiar la situación con inversión en tecnología. Hay toda una cadena comercial detrás, el 90% de los costos del tambo se reinvierten en la zona: repuesto, gasoil y recambio de maquinaria nueva”, puntualizó.
“Esto me hace sentir triste, porque tengo un equipo de personas que responden, saben trabajar, viven ahí y están contentos con lo que hacen. Veo crecer a sus hijos y cómo los mandan al colegio. Cuando la gente me dice: ´¿por qué no cerras el tambo, haces caja y te dedicas a la agricultura?´. El tambo es una actividad donde los números son muy finos. Esto es una elección de vida y no tengo el coraje para decir: vamos a desarmar esto, porque los funcionarios estén apuntando mal”, dijo.
Además, en el video le envió un mensaje a los funcionarios: “Cuando toman medidas macroeconómicas evalúen cómo impacta en la cadena láctea. El tambo tiene un montón de servicios, un equipo de gente, esa gente tiene familias y chicos que están estudiando. El productor tiene alternativas, podemos pasarnos de actividad: cambiar a agricultura o a la carne, pero esta gente que vive en el campo, no. Imagínense ustedes cuál va a ser el destino. Le pedimos a los funcionarios, que toda medida que tomen, no sean parches y evalúen cómo impacta en el futuro de esta actividad”.
Uno de los principales problemas que tiene el sector es que las industrias le pagan por la leche al productor entre los 45 días y 55 días después que la entrega. “Es la única actividad que hasta que no pasó el mes vencido, uno no se entera del precio”, precisó. La pizarra SIGLeA, [Sistema Integrado de Gestión de la Lechería Argentina] publica el promedio de todas las fábricas que compraron leche, allí se ve cuánto se pagó esa leche y sobre los valores de esa pizarra se establecen los precios al productor.
Consultados por LA NACION, en la industria explicaron que en el Gobierno lo que están generando con las ediciones del dólar soja es un “daño” a la cadena, porque al productor se le eleva el precio del expeller de soja. En esto, coincidieron, la sequía ha impactado de lleno en la reserva forrajera, el silaje de maíz y los costos se fueron a las nubes. Dijeron que con los precios por debajo de la inflación, porque han caído los precios internacionales, los derechos de exportación, el retraso cambiario y un mercado interno destruido por el bajo poder adquisitivo de la gente. Además, señalan que ha sido afectado por la gran dispersión de precios entre el comercio mayorista y el minorista.
“Los precios de salida de fábrica que después determinan cuánto se le puede pagar al productor están creciendo 20 o 30 puntos menos interanual que los precios que paga el consumidor”, dijeron y explicaron que lo mismo que sucede con este productor va a pasar con otros.
En el mundo, donde Nueva Zelanda y Australia juegan un papel importante, en promedio se cierra el 4,5% de los tambos todos los años por una cuestión de productividad. En la Argentina, contaron, la tasa de deserción de tambos no la supera el 2%, mientras que en los Estados Unidos supera el 5%.
En tanto, Eber Lucas Pires, presidente de Sociedad Rural de Rivadavia, explicó que esa zona está complicada por “las medidas económicas que se han tomado”. Además, señaló que “está muy agravado por la seca, las últimas lluvias esquivaron a esta zona. Tendría que llover más del doble, unos s 500 mm”, indicó. En la entidad local explicaron que hubo una caída sostenida de la cantidad de tambos en el partido de Rivadavia, entre 2007 y 2020 cerraron 18.