Hace dos años, Afganistán, un país históricamente inestable por el asedio que le generó más de dos décadas de guerra, cayó de rodillas frente al régimen de los talibanes luego de que los extremistas tomaran la capital, condenando a su sociedad a un futuro incierto y atroz. Entonces también se desmoronó la gran misión de 16 funcionarios más personal local de las Naciones Unidas (ONU) en el país. Entre ellos estaba Nasser Ahmad Faiq (41 años), abogado y politólogo de la Universidad de Kabul, que dedicó toda su carrera diplomática a levantar los cimientos de su país natal.
Las continuas objeciones del gobierno de facto, que quería instaurar a sus propios miembros, no impidieron que Faiq, que se unió a la ONU en 2019, asumiera el liderazgo de la misión afgana ante la organización en calidad de Encargado de Negocios. Durante estos dos años no ha dudado en hacerle frente al gobierno extremista con reiterados llamados para reinstaurar los derechos humanos y responder a las exigencias de los afganos, en especial las mujeres, hoy sin voz ni libertad.
A pesar de sus esfuerzos, Faiq pierde la esperanza de que la crisis humanitaria en su país mejore. “La gente dentro de Afganistán económicamente la situación es terrible, la situación humanitaria es peor, y no hay flexibilidad de los talibanes como para aplicar políticas más inclusivas. Esto nos tiene decepcionados y lamentablemente no vemos la luz al final del túnel”, dijo en conversación telefónica con LA NACION desde su oficina en Nueva York.
-¿Cuáles son los principales retos que enfrenta la ONU en Afganistán?
-Hay muchos desafíos en este momento que enfrenta la ONU y la comunidad internacional. La situación en Afganistán es muy complicada porque tiene desafíos multifacéticos: económicos, humanitarios, sociales, políticos y de seguridad. La ONU y la comunidad internacional han priorizado el abordaje de la situación humanitaria. 28 millones de personas necesitan asistencia humanitaria. Además, hay una afluencia de inmigrantes, de desempleo y la situación económica de las personas se deteriora día a día. Las políticas de los talibanes no cambiaron en comparación con 1990.
Las mujeres y las niñas, que constituyen la mitad de la población, son privadas de sus libertades fundamentales. No tienen permitido educarse, trabajar, viajar sin un acompañante masculino, están siendo borradas sistemáticamente de la sociedad. Desde el derrocamiento de la República Islámica de Afganistán el 15 de agosto de 2021, la ONU y la comunidad internacional se comprometieron a hacer un llamamiento a las autoridades de facto a respetar los derechos humanos de todas las personas, pero no ha habido flexibilidad. Hoy, exactamente dos años, se cumple el segundo aniversario de la toma forzosa de los talibanes en Afganistán. Y vemos que las mujeres siguen sin educación, las universidades están cerradas, no hay futuro para las mujeres y la juventud. Este es el mayor desafío. Si la asistencia humanitaria no se canaliza a los vulnerables, en especial a las mujeres, entonces es difícil para las organizaciones enfocarse en los que más lo necesitan.
El Consejo de Seguridad pidió en una resolución en marzo de este año a la ONU un informe de evaluación independiente e integrado con los análisis de actores políticos, miembros de la comunidad y las partes interesadas, incluida la sociedad civil. Esto es muy importante, ya que estamos esperanzados de que este reporte sirva como una hoja de ruta para que Afganistán llegue a un acuerdo político y romper con el impasse actual, mientras respondemos a la necesidad de los afganos. El país necesita un gobierno inclusivo que escuche a la población. Afganistán es actualmente un estado paria. Ningún Estado lo reconoce y está completamente aislado.
– ¿Qué opina de las sanciones económicas aplicadas al gobierno de los talibanes?
– Estas sanciones llegan porque las autoridades de facto combatían al gobierno anterior de Afganistán y el bienestar de la población. Luchaban, eran responsables de ataques terroristas. Vienen desde los años 90, cuando los talibanes albergaban al líder de Al-Qaeda Osama Bin Laden. Es la continuación de esas sanciones.
– Pero Estados Unidos aplicó nuevas sanciones hace dos años…
– Bueno, no son sanciones económicas, sino que cuando los talibanes tomaron el poder hace dos años Estados Unidos congeló [9500 millones de dólares] en activos pertenecientes al banco central afgano. Los talibanes no son un gobierno elegido democráticamente. No cumplen con sus compromisos de cortar lazos con grupos terroristas y de llevar adelante una administración inclusiva, ni respetar los derechos humanos de la población incluidas las mujeres, niñas y minorías. No luchan contra la corrupción, ni contra el tráfico de narcóticos. No cumplieron con ninguno de estos compromisos que exigió la comunidad internacional, en particular Estados Unidos, por lo que fueron congelados sus activos, salvo que prueben que trabajan por el interés nacional y los derechos de la población, con acciones tangibles y no palabras.
– Hay reportes de Organizaciones Internacionales de Derechos Humanos que aseguran que buena parte de los hombres en Afganistán están de acuerdo con que las mujeres vuelvan a adquirir sus derechos. ¿En qué se basan, entonces, los talibanes para prohibirles sus libertades?
– Su decisión se vaya en una interpretación extrema de la Sharia del Islam, muy radical, en la que entienden que las mujeres tienen que quedarse en casa, cocinar, ocuparse de los niños, por lo que no pueden ser responsables de salir a la calle y trabajar. Pero en la ley islámica esto no se ve, está claro en muchos países islámicos como Arabia Saudita, Turquía, Indonesia, Pakistán. La mayoría de los miembros de la Organización para la Cooperación Islámica (OIC) están en contra de esta interpretación del islam y de los talibanes.
Además, en Afganistán, después de más de 40 años de guerra las familias perdieron a sus hombres, a sus padres, hermanos e hijos. No tienen un hombre cabeza de familia, son las mujeres, que con los años comenzaron a trabajar como enfermeras, educadoras y otros principales trabajos. Pero con el bloqueo de los talibanes a estos derechos, esto afectó negativamente a la economía del país. Si querés ser autosuficiente, toda la población debería trabajar, en especial las mujeres que son la mitad de la población. Por eso se exacerba la crisis económica día a día.
– ¿La guerra en Ucrania desalentó el envío de fondos a Afganistán?
– El plan de respuesta humanitaria de la ONU para Afganistán de 2023 incluye 4,6 mil millones de dólares, del cual 59% fue financiado por los países donantes. Representa una caída en el financiamiento. Pero el reporte menciona que esta caída responde a las actividades de los talibanes, porque no hay transparencia y crece la preocupación de las autoridades de facto se apropien de estos fondos y se beneficien por la asistencia humanitaria. Los países donantes ya no quieren gastar su dinero sin ningún tipo de rendición de cuentas.
Dicho esto, no podemos pasar por alto el impacto de otras crisis y, en particular la guerra en Ucrania, en la crisis de Afganistán. Políticamente, en el Consejo de Seguridad, las distintas visiones de los miembros realmente ha impactado las decisiones sobre Afganistán. Antes, el Consejo de Seguridad se mantenía unido sobre la posición frente a los talibanes. Pero desde que se desató la guerra en Ucrania, no solo con Afganistán, ahora las visiones de los miembros no siempre coinciden ni es unánime. Y esto favorece a los talibanes, porque mientras no exista una estrategia unida a nivel internacional frente a cómo abordar la crisis en Afganistán, le da más tiempo al gobierno de facto para imponer su postura. Por eso es tan importante el objetivo que propuso el Secretario General de la ONU [Antonio Guterres] de para noviembre encontrar una estrategia cohesiva que abarque a todas las partes interesadas.
– ¿Hay luz al final del túnel?
-Desafortunadamente pasaron dos años y los talibanes no responden a las llamadas de su población y de la comunidad internacional. Siguen adelante con sus restricciones a niñas y mujeres, violan derechos humanos y siguen detrás de la persecución y aniquilamiento de fuerzas de seguridad, disidentes y mujeres que protestan contra ellos. Siguen con detenciones, torturas, desapariciones forzadas. La gente dentro de Afganistán económicamente la situación es terrible, la situación humanitaria es peor, y no hay flexibilidad de los talibanes como para aplicar políticas más inclusivas. Esto nos tiene decepcionados y lamentablemente no vemos la luz al final del túnel.
Esperamos que la comunidad internacional encuentre un enfoque cohesivo y adopte una estrategia sobre Afganistán mediante el apoyo a otros movimientos democráticos y progresistas que intentan abordar la situación actual a través del diálogo, encontrando soluciones, y que le pregunte a los talibanes si quieren ser una parte responsable de la comunidad internacional. Para eso, los talibanes tienen que cambiar y encontrar la legitimidad en su pueblo. Cuando los derechos de la gente estén protegidos, tenga derecho a voz y voto, y si ellos quieren reconocerlos, entonces una vez así estarán reconocidos por la comunidad internacional.