Fernando Cerimedo tiene clara una premisa: no importa si hablan bien o mal sobre él, lo importante es que hablen. Y lo cumple a rajatabla.
-¿Tiene usted trolls?
-Sí, un montón.
Dueño de Madero Media Group y otras firmas, medios y plataformas digitales, Cerimedo lleva años en el marketing político, las campañas electorales y las nuevas tecnologías. Trabajó para el presidente Jair Bolsonaro, en Brasil, para la campaña opositora a la nueva Constitución de Chile, y en otros países de América Latina. Y acá, en la Argentina, trabaja para Javier Milei, pero en simultáneo también para Fernando Espinoza, de La Matanza, entre otros líderes peronistas, como antes colaboró con Mauricio Macri y Patricia Bullrich.
Sin mayores pruritos, considera que algunas tácticas digitales de Horacio Rodríguez Larreta orillan el ridículo, considera un “chanta” a Jaime Durán Barba, señala por su nombre a colegas por orquestar campañas sucias o robarse bases de datos personales, mientras dialoga con LA NACION, confiado que la difusión –aunque pueda ser negativa– le redituará nuevos clientes.
–¿Por qué admite que tiene trolls?
–Porque la realidad es que la gente sabe que existen. ¿Por qué vamos a mentirle? Entonces, es mejor que la gente sepa quién crea y usa trolls o cómo se hacen y que entienda las reglas del juego. Y cuando se ofrezca un servicio sepan quién los tiene y quién no porque hay muchos que ofrecen el servicio y no tienen trolls. El otro día vi publicaciones de [Horacio] Rodríguez Larreta, que nos quiso contratar y no aceptamos, y la mayoría de los que figuran en sus redes son afganos y pakistaníes. Pero en realidad el servicio de trolls no se usa para hacer política, sino para intervenir en los algoritmos.
–¿Un ejemplo?
–Que un posteo en Facebook se vea más, se viralice, no depende de enviarlo a muchas personas para que lo compartan, sino que el algoritmo vea que es un tema relevante. Entonces, con los trolls creamos esa relevancia artificial, el algoritmo lo toma y logramos que más gente lo vea. Para eso sirven los trolls. Se usa mucho en el mundo corporativo, con marcas que buscan más “awareness”.
–Ese no suele ser el uso habitual de los “trolls” en política.
–Los trolls mal usados en política son los que se utilizan para insultar, sí.
–¿Cuántos trolls tiene?
–Miles. Los generamos con máquinas, con inteligencia artificial. Contamos con operadores que dan las instrucciones y las variables para crearlos, y después dejamos pasar tres, cuatro meses de tiene vida propia para que el algoritmo, al peinar la red, no los agarre.
–¿No está alertando a las empresas dueñas de las redes sociales y plataformas digitales para que vayan contra usted y sus granjas de trolls?
–Sí, pero que me busquen [risas]. Ya lo intentaron y no lo lograron. Tuve un juicio de WhatsApp en Estados Unidos porque mandamos millones de mensajes por hora y se cayó el sistema a nivel global. Después tuvieron que retractarse.
–Los trolls son considerados una mala palabra en la Argentina.
–[Asiente con la cabeza] Pero nosotros no tenemos los trolls para defender o atacar a alguien. Primero porque no sirve y, segundo, porque la gente se da cuenta, aunque a menudo también responden a cuestiones de ego y esto último no te voy a decir que no lo hacemos porque si un político nos pide que le pongamos diez comentarios positivos, lo hacemos. Pero nuestra infraestructura no es para eso.
–¿Hace campañas de desprestigio?
–No, pero sí hacemos campañas negativas. Hay una diferencia. La campaña sucia es armar operetas, difamar con información falsa y lograr que una de cada diez personas lo crea. La campaña negativa es suministrar información real que el candidato rival no quiere que se conozca. Por ejemplo, datos sobre un legislador que va poco al Congreso o que no vota o que tiene antecedentes penales o que arrastra un caso de corrupción o que maltrata a la mujer… Le damos esa información al votante, aunque no de manera noticiosa, sino de manera incisiva porque esa información adquiere mucha más legitimidad cuando hay mucha gente hablando de ese tema que meter una nota paga en un medio. Distinta es la campaña sucia, que ya aprendimos con Cambridge Analytica que te podés meter en un quilombo muy grande.
–¿Hostigamiento digital?
–No, y es una de las cosas que recomendamos no hacer porque termina siendo contraproducente.
–No necesariamente si el bombardeo es a través de cuentas anónimas…
–Eso pasaba hace dos años. Hoy no es tan fácil y quien lo intenta es un torpe.
–Trabajó para Bolsonaro en Brasil, donde lo acusan de estar detrás del ataque al Planalto.
–Es falso. Yo estaba censurado en Brasil, desde el 5 de noviembre y hasta hace tres semanas, porque denuncié el fraude electoral. Y aun así hay cientos de videos míos dando vueltas diciendo que no vayan a Planalto y que se queden manifestándose en los carteles, pero quisieron arrogarme una cuenta en Telegram, que no tengo. No importa. La semana pasada se descubrió un video que difundió la CNN y en el que aparece un ministro de Lula da Silva rompiendo dentro del Congreso. El ataque estuvo todo armado, aún cuando entre los bolsonaristas haya psiquiátricos y extremistas. Pero de ahí a que yo lo haya organizado…
–¿Madero Group hace operaciones políticas?
–No. A ver… ¿a qué llamás “operaciones políticas”? Para mí tiene es generar un entorno negativo con datos falsos contra una persona para extorsionarla o para que tome decisiones bajo esa presión. Nosotros no nos prestamos a eso porque jugamos con todos todo el tiempo, entonces no puedo operar contra alguien si después voy a trabajar con ellos.
–Tiene usted clientes de la derecha y de la izquierda.
–[Asiente] Hmmm.
–Milei, Bullrich, Héctor Grindetti…
–[Interrumpe] Pero con Grindetti en Independiente.
–Para ese sector recurre a “La derecha radio”, “Madero Radio” y “Alerta 140″.
–Sí.
–Y para la audiencia de izquierda, utiliza…
–Tenemos medios mucho más chicos y cuentas en redes sociales
–Luego trabaja para Fernando Espinoza en La Matanza, Nardini, de Malvinas Argentinas, o Cardozo en Partido de la Costa… ¿Rodríguez Larreta?
–En su momento nos convocó, y en 2019 estuve un poco involucrado en la campaña de Macri, después de la PASO, a través de Patricia Bullrich que me llevó al PRO. Les planteé que la campaña tenía que pasar porque el clamor popular por cómo estaba la Argentina en ese momento. Me sacaron cagando, obviamente, por esa soberbia que les desborda. Y pasó lo que iba a pasar. Al día después de las PASO me vinieron a buscar. Armamos las primeras marchas, inorgánicamente, cuando Macri no se la esperaba y estaba en la Casa Rosada.
–¿“Armamos”? ¿Cómo?
–Utilizamos cuentas troll para etiquetar influencers con nuestra convocatoria, que a su vez empezaron a darle rosca, a retuitear, y se comenzó a armar la masa crítica, y luego con mensajes en grupos de WhatsApp y de Facebook, y ese tipo de movidas.
–Con una mano en el corazón, ¿cree que usted puede subir un punto de rating un determinado programa de televisión o convertir un libro en bestseller?
–Sí. Lo hemos hecho mucho con marcas. Sin manipular, pero sabiendo qué tocar.
–Entonces, ¿cuánto del “fenómeno Milei” es real y cuánto es inflado?
–No, lo de Milei es muy real y no es de ahora. Hay una cuestión de fondo, muy antisistema, de muchas personas que están cansadas de los políticos, en un contexto complejo. La pandemia, el encierro, las redes y la sobredosis de información rompió a la gente, que hoy tiene otra forma de tomar decisiones. Hoy es Milei es como un rockstar.
–¿Votará a Milei?
–Sí, ¿si no a quién?
–¿Trabaja para Milei?
–Le estoy dando una mano. Pero no le cobro. Este es mi aporte a mi país. Estoy dispuesto a inmolarme por él.
–¿Se da cuenta del verbo que utilizó? ¿Inmolarse?
–Y… si pasa esto. Vos estás acá porque me asocian con Milei. Después no sé cuánto más voy a poder trabajar con otros políticos, como Rodríguez Larreta, aunque con él no lo haría por cuestiones morales. Me la estoy jugando y no me importa.
–¿Cuántos “chantas” hay en su mercado?
–El 90%, como Durán Barba. Leí muchos de sus libros porque hay que conocer a los chantas para entenderlos. Pero la verdad es que siempre tuvo buenos candidatos y con Macri, por ejemplo, estuvo en el momento histórico.
–¿Cómo es Milei?
–Dócil.
–Me acaba de dar un título.
–[Ríe] Yo tenía la misma sensación que vos hasta que lo conocí. Es cero soberbio. Si considera que tu idea es mejor que la suya, la toma. Es una persona que se deja ayudar.
–¿Tenés influencers pagos?
–No, eso lo hace la consultora Dinamarca, que suelen utilizarlos para políticos o para campañas de desprestigio contra periodistas.
–¿Se da cuenta que puede afrontar un juicio por esto?
–¿Por qué? ¿Qué me pueden decir? Son tan burdos y hacen cosas muy sucias que les puede traer problemas a ellos. Ellos estuvieron detrás de la opereta que buscó difundir que Milei trabajó veinte años en el Senado. Ya les mandamos una carta documento.
–¿Gastón Douek?
–Douek es un genio por lo que hizo. Se llevó la base de datos de Guillermo Riera [uno de los máximos responsables de las campañas electorales de Macri y Cambiemos en 2015, 2017 y 2019], que había pensado y construido una base de datos genial… y Gastón se la llevó. ¡Lo aplaudo de pie! [risas] Después hay algunas consultoras pequeñas. Y acaso Reibel [Hernán, ex subsecretario de Comunicación Pública con Cristina Fernández de Kirchner] en el Instituto Patria, no lo sé. Pero en la práctica, todos terminan cayendo acá, directa o indirectamente, como mínimo para pedir presupuesto.
–¿Marra?
–Tiene influencers pagos, pero no me consta que tenga trolls, aunque es muy fácil crearlos.
–¿Qué red social o plataforma digital sirve más para las campañas electorales?
–Depende principalmente de a quién quieras mostrar, qué quieras difundir y a quién quieras llegar. Si querés marcar tendencia, es Twitter; si querés viralizar algo simpático, es TikTok; querés mostrarte más cercano, es Instagram; querés algo más político, es Facebook. Pero también dependerá del estado emocional del público. Lo más importante es tener claro quién sos vos. O terminarás como Horacio Rodríguez Larreta y la tabla de surf. ¡Ridículo!