La única verdad es la realidad de una sola encuesta, las PASO, que pusieron a la política, y a la sociedad, frente a un espejo inesperado de preferencias electorales. El problema de los resultados de esa gran encuesta nacional de hace dos domingos es que sólo resolvió una incertidumbre, la interna de Juntos por el Cambio, pero instaló otras que no paran de condicionar el día a día. Hasta octubre, la carrera electoral se juega en la materia “Albañilería I”, subtema “Cómo consolidar pisos y subir techos de votantes”. Ninguno de los tres candidatos más competitivos, Javier Milei, Sergio Massa y Patricia Bullrich, se aseguraron con sus porcentajes la elección de octubre. Todavía no: ése es el punto. Y lo central, tampoco lograron retener el tono presidenciable con el que fueron seguros a las PASO.
En la conquista del voto, la autopercepción de los candidatos es clave para generar, al mismo tiempo, la percepción de triunfo posible entre los votantes. En ese aspecto, el Milei dinamitador empezó a abrir flancos que debilitan su imagen: la potencia de la “dinamita” y la “motosierra” empiezan a ponerse en duda. La ambición autosuficiente que proyecta Massa se enfrenta a los desafíos que le impone la realidad económica: aún con los recursos del Estado a mano, como quedó claro con las medidas que anunció el domingo, es cada vez más improbable que logre convencer a millones de sus chances presidenciables sólo a fuerza de su autoestima electoral. Y en el caso de Bullrich, su pretensión se enfrenta a la pérdida de tono presidenciable que había consolidado antes de las PASO y que le está costando recuperar. Un analista que se mueve dentro de Juntos por el Cambio sintetiza el desafío: “A Patricia la sigue persiguiendo esa foto del día del búnker, cuando Mauricio subió al escenario y le quitó el discurso de cierre”.
Entre certezas inventadas e incertidumbre real
Las encuestas profesionales, desmentidas por el censo de las PASO, ahora volvieron al ruedo. Alimentan dos líneas de análisis. Por un lado, una lectura encolumnada detrás del mileísmo como fenómeno definitivamente arrasador: Milei como el ganador absoluto de las PASO que, en medio del exitismo de la voluntad popular, marcha directo a aumentar ese porcentaje. Antes, las encuestas no vieron venir la escala del voto Milei; ahora, se suben a esa onda y lo muestran en escalada exponencial. ¿Las encuestas se equivocaron antes y también exageran ahora? En ese escenario, Milei aparece, incluso, como probable ganador en la primera vuelta de octubre. ¿Es una posibilidad? Sí, pero el error político es dar por cumplido un proceso que está en marcha y presenta más incertidumbre que datos incuestionables.
Dos candidatos con problemas para levantarse
Del otro lado, hay un análisis sobre pisos y techos necesarios para la elección general de octubre que aísla el efecto sorpresa del voto Milei y lo da por incluido en el 30 por ciento que obtuvo: esa interpretación se enfoca más en la literalidad de la foto que se sacó en las PASO. En ese razonamiento, Milei estuvo más cerca de su techo y si quiere crecer, tiene que hacer política: fiscalizar mejor, sumar nombres potables a su eventual gabinete, sostener el espíritu de sus propuestas sin desdibujar su identidad. Para todo eso, el libertario está teniendo problemas. Es decir, las cartas no están echadas tampoco para Milei.
En ese escenario, a Milei la foto de agosto lo mostró como el verdadero fenómeno electoral pero no tanto como para darlo ganador sin vueltas: el tercio que sacó deja abierta la competencia. Al peronismo lo llevó a una pérdida de votos histórica pero le dio una línea de oxígeno a Massa como para seguir soñando con un triunfo tan módico como táctico en una segunda vuelta. A Bullrich le dio un triunfo interno pero la dejó con un doble desafío: conquistar a los no la eligieron y reconquistar a los que no votaron para ser la contendiente de Milei en un ballottage. Ante el fenómeno Milei, Bullrich y Massa anclan su esperanza en esta línea interpretativa de tercios competitivos.
Milei y el riesgo de ganar antes de tiempo
El desafío que enfrenta Milei es que, después del 13 de agosto, se asumió ganador antes de tiempo: en el tercio que obtuvo vio el espejismo de un triunfo ya conquistado. Bajo esa autopercepción, se apuró a empezar con las definiciones de su programa de gobierno. Desde entonces lo envuelven las contradicciones en torno a la efectividad de su dinamita y a la velocidad con la que va a prender la mecha. Los seguidores de Bullrich encontraron un dardo: en las redes, ahora lo llaman “Javier Delay”, por la “demora” para los grandes cambios y el gradualismo que empezó a tallar en la definición de su plan de gobierno.
La noción de “anticasta” que es central en el voto Milei también empezó a crujir. Ahí presenta tres frentes abiertos a sus dos competidores. Primero, porque incluye entre sus ministeriables a dirigentes de alto menemismo en sangre: casta política por antonomasia, según sus términos, que en muchos casos se viene reciclando en diferentes turnos de gobierno. Segundo, porque vuelve a la superficie su vínculo con un empresariado que construyó fortuna y poder en los mercados regulados, es decir, el reverso de la noción de casta: los socios necesarios de la casta de Estado. “Los empresaurios”, según el founding father del liberalismo para Milei, Alberto Benegas Lynch. La figura de Eduardo Eurnekián, Milei como su empleado y el peso de la fortuna y los contactos del concesionario de Aeropuertos Argentina 2000 para consolidar al libertario como candidato son datos que complican la identidad Milei. Tercero, el lugar de Massa en esa red de contactos: se recuerda el asado que armó Eurnekián en su casa en diciembre pasado: Massa fue el agasajado. Ahí fue donde juró que no sería candidato.
El pacto Milei-Massa fue denunciado por la oposición ya antes de las PASO por la presencia de punteros del massismo en las listas de Milei. Ahora se cuestiona la blandura de Milei para juzgar la gestión de Massa. ¿Cuánta mella hacen estas novedades en el voto Milei? Esa pregunta está abierta y se contestará recién en octubre.
Massa versus Massa
Si a Massa le quedaba alguna duda sobre el muro que tiene que vencer, el presidente Alberto Fernández expuso sin vueltas la paradoja de una táctica del Massa versus Massa y atribuyó las medidas del ministro-candidato a “los efectos de la devaluación y la inflación”. Es decir, a Massa. La nueva suba del dólar blue, que venía contenido desde la semana pasada, mostró el impacto negativo de lo anunciado.
No le quedan muchas municiones al ministro-candidato. Pero sobrevive la autopercepción de sus chances electorales desde su mirada de apostador astuto capaz de dar vuelta la taba del escenario político a fuerza de autoestima electoral. A esta altura, Massa se conforma apenas con anunciar medidas, más allá del efecto concreto de sus medidas.
Con tan poco, todavía puede hacer algo. En un tablero de ajedrez de tres tercios, hay dos jugadas por delante: convertir a octubre en primera vuelta y alcanzar el ballottage. Frente a Milei, Massa se cree capaz de resultar una opción para parte del voto de JxC que quedaría huérfano en ese escenario.
Bullrich, perdida por perdida
Desde el bullrichismo se busca el mismo jaque mate en un eventual ballottage. Para que haya una chance, Bullrich tiene que “volver a ser ella”, dicen en JxC. El tono de fortaleza y empatía que logró en los días previos a las PASO está por el momento fuera del alcance de Bullrich. La instalación de Carlos Melconian como el portavoz ideal del tono que necesita JxC para dar la batalla pública no hace más que exponer el debilitamiento de la voz de Bullrich. “Se vota presidente, no ministro de Economía”, sintetiza un analista de la coalición opositora.
No es el único problema. La falta de tono político afecta a todo Juntos por el Cambio. El aire fresco que representó para la política la fundación, primero, de un partido nuevo y, luego, de una alianza nueva, ambos competitivos, se disipó. La oposición dueña de la sensación de futuro se quedó en el pasado.
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Las elecciones provinciales que restan en Mendoza, Santa Fe y Chaco alimentan la esperanza de Bullrich y de JxC. Las PASO mostraron otra vez que los triunfos provinciales no anticipan necesariamente los resultados nacionales. Pero si JxC consigue esos triunfos, pueden resultar la plataforma de reconstrucción de la psicología de Bullrich y del tono político de la coalición opositora.
Parece que está todo dicho, pero lo cierto es que Milei más que un hecho cumplido es un proceso: en el camino, los otros candidatos buscan construir la jugada ganadora.