Con una drástica escalada en la guerra en Sudán entre el ejército y los paramilitares, mi familia enterró a mi abuela de 84 años mientras las balas volaban sobre sus cabezas en un cementerio en Omdurman, justo al otro lado del río Nilo desde Jartum.
Mi abuela era diabética y su presión arterial bajó pero no pudimos llevarla a recibir tratamiento porque Omdurman -donde todavía viven millones de personas, a pesar de un éxodo masivo fuera de la ciudad- sólo tiene un hospital en funcionamiento, y el resto fue saqueado o tomado por los combatientes.
Sólo admite a pacientes heridos en la guerra, y son muchos: balas, bombas y proyectiles llueven todos los días en los barrios residenciales. Como resultado, los enfermos ya no reciben tratamiento hospitalario en Omdurman.
Sin tratamiento, la salud de mi abuela decayó rápidamente.
Queríamos enterrarla al lado de mi abuelo -su marido- que murió en 2005, pero ese cementerio está cerca de la unidad de la Policía de Reserva Central.
Por eso, en la zona se libran constantes combates con los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) que intentan tomar el control de la base policial.
Llevamos su cuerpo a otro cementerio en una zona más pacífica, pero ese día se libraban intensas batallas en lados opuestos del cementerio.
Los pocos familiares que fueron a enterrarla tuvieron que tumbarse en el suelo para esquivar las balas y aprovecharon un momento de tranquilidad para bajar a mi abuela a su sepultura.
Les llevó unas seis horas abandonar el cementerio, ya que los tiroteos eran feroces y sólo amainaron al atardecer.
La mayoría de los familiares de mi abuela se quedaron en su casa y ellos también tuvieron que amontonarse en las habitaciones cuando estallaron en el barrio intensos tiroteos que duraron varias horas.
Pero tuvimos la suerte de poder enterrarla en un cementerio, otras personas han enterrado a sus seres queridos en sus casas.
El violinista Khalid Sanhouri fue enterrado por su hermano y un vecino frente a su casa en al-Molazmeen, un barrio del casco antiguo de Omdurman.
Tenía unos 40 años y era diabético y, según su familia, murió después de no comer durante días, ya que no había alimentos en la casa y era demasiado peligroso salir debido a los intensos combates.
La mayoría de la gente había huido del barrio y las tiendas estaban cerradas. Fue uno de los pocos que se quedó atrás.
La antigua Omdurman, donde vivía Sanhouri, se ve muy afectada por el conflicto, ya que el ejército y las FAR luchan constantemente por el control de los puentes que conducen a Jartum y a la ciudad de Bahri.
Hay frecuentes ataques aéreos e intensos bombardeos en la zona. Decenas de residentes han muerto y muchas casas y negocios han quedado reducidos a escombros.
Mi abuela vivía en una zona de Omdurman que, hasta hace unas semanas, estaba menos afectada por la guerra. Ella tenía fuertes vínculos con los residentes de su vecindario.
Hasta que su salud empezó a deteriorarse hace unos 10 años, cientos de niñas y niños solían abarrotar su casa todos los viernes, cuando ella les daba regalos.
Esos niños, que ahora ya tienen sus propias familias, fueron a la mezquita frente a su casa para darle el último adiós, antes de que la llevaran al cementerio.
Pero en las tres semanas transcurridas desde su entierro, muchos de ellos huyeron porque el barrio ha sido objeto de intensos bombardeos por parte del ejército en su intento de hacer retroceder a los combatientes de las FAR, que controlan gran parte de Jartum.
Mi madre también estuvo muy cerca de la muerte. Mientras caminaba hacia el mercado para comprar algunas verduras, hubo un ataque con un dron no muy lejos de ella, lo que provocó una gran explosión. Se detuvo en seco e inmediatamente se tumbó en el suelo.
Una señora que estaba a su lado estaba tan conmocionada que se le cayó la bandeja con tazas de té que llevaba en las manos. Luego ella también se tumbó en el suelo.
Punto de inflexión
Cada vez es más claro que el 24 de agosto -el día en que enterraron a mi abuela- fue un punto de inflexión en la guerra. Este fue el día en que terminó el asedio de las FAR al jefe del ejército, general Abdel Fattah al-Burhan.
Burhan logró abandonar el cuartel general militar de Jartum después de haber estado atrapado allí desde el inicio de la guerra el 15 de abril.
Dijo que una operación de sus fuerzas había puesto fin al asedio, aunque algunos sudaneses sospechan que mediadores extranjeros negociaron un acuerdo clandestino que logró que las FAR le permitieran salir.
Desde entonces, el general Burhan está radicado en la ciudad de Port Sudan y ha viajado mucho al extranjero para conseguir apoyo para la guerra contra las FAR.
Las conversaciones entre las partes en conflicto continúan en Arabia Saudita, pero el general Burhan aún no ha ido allí.
Su retórica -como la del comandante de las FAR, general Mohamed Hamdan Dagalo, más conocido como Hemedti- sugiere que se ven unos a otros como traidores y que tienen la intención de luchar hasta el final en lugar de negociar un acuerdo de paz.
El paradero del general Dagalo no está claro, pero se cree que todavía se encuentra en Jartum.
Los dos dieron un golpe de estado juntos en octubre de 2021, pero luego se involucraron en una lucha de poder que llevó a que sus hombres estén combatiendo entre sí.
No hay duda de que el ejército ha intensificado sus operaciones contra las FAR desde que terminó el asedio del general Burhan, y esto ha provocado un aumento de las víctimas civiles.
“Abres la puerta de tu casa y sólo ves gente cargando cadáveres sobre sus hombros. Da mucho miedo”, dijo una mujer antes de huir de Omdurman en los últimos días.
La noche del 29 de agosto, diez hombres que estaban viendo fútbol en una pantalla gigante en un centro de entretenimiento en Omdurman murieron tras un bombardeo de las fuerzas gubernamentales.
Al parecer no dieron contra su objetivo: un restaurante al lado donde los combatientes de FAR a veces van a cenar, normalmente habas, el alimento básico de Sudán. Pero esa noche ninguno de ellos estaba en el restaurante.
Unos días más tarde, el ejército bombardeó una zona pobre de Omdurman conocida como Ombada 21.
Una vez más, el objetivo parecían ser combatientes de las FAR estacionados allí, pero ya se habían marchado cuando cayeron los proyectiles, causando la muerte de unos 25 civiles.
Y en lo que se cree que es el mayor número de muertes de civiles en un ataque aéreo hasta el momento, más de 50 murieron cuando un mercado fue atacado en Mayo, un barrio pobre al sur de Jartum, el 10 de septiembre.
Éstas son sólo algunas de las víctimas civiles de la guerra. Dado que muchos de los residentes de clase media de Jartum huyeron al comienzo del conflicto, la mayoría de las víctimas son gente negra y pobre, que sienten que han sido en gran medida olvidados por un mundo preocupado por la guerra en Ucrania, los desastres naturales en el norte de África y la golpes de estado en otras partes del continente.
Sin embargo, en esos golpes no se ha derramado sangre, mientras que miles de personas están muriendo en el área metropolitana de Jartum y en otras partes de Sudán.