Dicen que la clave para ganar una carrera está en el arranque: tomar un buen impulso te hará estar varios metros adelante de tus competidores. Este concepto lo podemos aplicar a la oportunidad que tiene el agro argentino de irrumpir en el mercado de productos con medición de huella de carbono y tomar una ventaja significativa que lo posicione por encima de otros países.
En los últimos años la sustentabilidad se convirtió en un activo indispensable para la economía del mundo. La agroindustria no es indiferente a este cambio de paradigma y ha buscado generar procesos productivos trazables que cumplan con las expectativas de los consumidores, cada vez más interesados en conocer el origen de los productos antes de elegir consumirlos.
En este contexto es donde aparece la medición de huella de carbono: luego de la firma del Acuerdo de París en 2015, los principales países del mundo trazaron ambiciosas metas climáticas, como la reducción de emisiones en un 45% para 2030 y cero neto hacia 2050.
Lógicamente esto impactó en todas las industrias y prácticamente generó un nuevo mercado en el cuál hay empresas que usan su baja o nula emisión como carta de presentación y otras entidades se dedican a vender o comprar bonos de carbono como método de compensación de emisiones CO2 para reducir el impacto de su huella.
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Este fenómeno trasciende todos los sectores y el campo argentino no solo tiene la oportunidad de ser un referente en este cambio revolucionario, sino que también se encuentra con la posibilidad de recuperar la competitividad en los mercados internacionales.
No descubrimos nada nuevo al decir que el campo argentino está atravesando un delicado contexto, como consecuencia de una sequía histórica y desacertadas políticas macroeconómicas. Además, nuestro caballo de Troya en los mercados internacionales —entiéndase, la soja— perdió competitividad frente a otros países, que logran establecer una cadena más eficiente y vender más.
Sin embargo, “un buen negociante siempre encuentra una oportunidad en tiempos de crisis” y quizás este contexto sea el empujón ideal para embarcarnos en este nuevo mercado de exportar productos con certificado de huella de medición. ¿Cuál es la ventaja con la que corremos? No existe un plan de medición de huella de carbono en ningún mercado del mundo de esta envergadura.
En este momento absolutamente todos los países estamos en el mismo punto de partida y Argentina puede dar ese gran paso inicial que nos haga estar por delante de todos en la carrera. Nosotros tenemos el desafío y la oportunidad de generar la oferta con un producto diferencial que puede aplicarse tanto a la agricultura como a la ganadería y que beneficia a todos los productores, sin importar su escala.
¿Ya no somos los que venden soja a los principales países que demandan? Entonces seamos los productores de referencia para el público que está cada vez más interesado en conocer el origen del producto que consume. Porque el día de mañana, podemos venderle más caro al cliente alemán que entra al supermercado naturista de su ciudad y está dispuesto a invertir una mayor cantidad de dinero en un producto que tiene el sticker de certificado de huella de carbono, simplemente por el hecho de que se alinea con sus principios ecológicos.
De hecho, esta tendencia de consumo ya llegó a nuestra región. Según datos del Bureau of Economic Analysis, el 45% de la población latinoamericana (principalmente Millennials e integrantes de la Generación Z) está dispuesta a pagar más por productos sustentables y responsables con el medio ambiente.
Es aquí donde nuevamente la tecnología viene darle escalabilidad a los productos del agro argentino. Ya que para los productores, medir la huella de carbono de sus alimentos no tiene que implicar más trabajo, se trata simplemente de aprovechar los datos que ya están disponibles y convertirlos en información certificable. Esto se trata de agregarle competitividad a los productos nacionales de forma sencilla por medio de las buenas prácticas agrícolas que el productor nacional ya hace.
El “gen argentino” se destaca en el mundo en diversos ámbitos por tener un espíritu emprendedor que, más allá del contexto, lo ayuda a posicionarse entre los mejores. Si empezamos a pensar toda la agroindustria nacional como “marca país” tenemos un enorme potencial para ser líderes en los mercados internacionales. Depende de nosotros dar el primer paso y pisar fuerte.
El autor es CEO de Agrology