No hay nada que sufra más la inflación que los bolsillos argentinos. De hecho, la suba de los precios, y la consiguiente pérdida de poder adquisitivo de los salarios, surge como la principal preocupación en las encuestas. Y si las estrategias de la política electoral se escribiesen a partir de esta premisa, pues seguramente los teóricos de las ciencias sociales y de la comunicación aconsejarían en base a eso. A la oposición le diría que haga foco en este tema, que incluya candidatos avezados en los números. Al oficialismo, que esconda todo lo que pueda a los responsables de la marea roja de números económicos.
Pues nada de eso pasó. Nada. El principal partido de la oposición optó por la política en sus fórmulas. Gestión, orden y seguridad son los temas que les salen primero a los candidatos de Juntos por el Cambio; nada de economía por ahí. Pero como si la Argentina estuviese encaprichada en reescribir la historia política, el oficialismo no sólo que no barrió abajo de la alfombra a la principal cara de la inflación sino que juega un pleno con el mismísimo Sergio Massa, la figura número uno del talón de Aquiles del kirchnerismo gobernante.
Claro que en semejante panorama surge una excepción: el libertario Javier Milei, un personaje político que jamás deja de relacionar cualquier tema con la economía. Pero cuando se miran los 8 nombres que conforman las cuatro fórmulas más competitivas, la política ganó 7 a 1. Ni bueno ni malo, apenas un dato.
A esta altura de la nota bien vale un ejercicio para el lector. Imagine esos mapas que suelen aparecer en las redes sociales con un planisferio en blanco y sólo la Argentina en otro color. A continuación una lectura: “En rojo, países en los que el oficialismo que llevó los índice de inflación a 118% elije como principal candidato presidencial al ministro de Economía que tuvo los peores índices de los últimos 30 años y que depositó al país en inflación de tres dígitos”. Adivino el lector, sólo la Argentina está en rojo.
La candidatura del ministro y la falta de reprimendas por sus desastrosos números económicos se basan en una premisa contrafáctica, y como tal de imposible verificación, que más o menos postula lo siguiente: “Si no fuese por Massa todo sería peor”. Algo así como el garante del deterioro que salva la país de un deterioro aún peor. Este razonamiento tiene como basamento que si Massa no estuviese donde está nadie del Gobierno podría sentarse en el sillón que hoy ocupa. Sucede que esos ineptos que no podrían con los números de la economía son ni más ni menos que los socios, los sostenedores y los hacedores del exintendente de Tigre, el mascarón de proa con el que Unión por la Patria intentará el quinto gobierno kirchnerista.
Otra lectura del tema es que después de cuatro administraciones y de haber entregado a La Cámpora cajas, poder, dinero y hasta el manejo del Peronismo bonaerense, los ya no tan jóvenes kirchneristas no pudieron tener un referente a nivel nacional. Ellos entendieron como ninguno que la territorialidad era necesaria para un movimiento que nació urbano y metropolitano. Desde sus casas en San Telmo y Parque Lezama armaron un mapa nacional y siempre pusieron el ojo en organizaciones que pudiesen tener una estafeta en cada lugar.
El primer ensayo fue Aerolíneas Argentinas. Eduadro “Wado” De Pedro, Axel Kicillof, Mariano Recaldo y varios camporistas más hicieron sus primeros palotes en la línea aérea estatizada. Se acostumbraron a tener entre 1,5 y 2 millones diarios para gastar y convirtieron a la empresa en una dependiente de los subsidios. Empezó el romance de La Cámpora con el dinero público. La compañía, y todos los entes que manejaban el mercado aerocomercial, se llenaron de militantes de la agrupación en todo el país.
Luego, cuando Julio Alak era formalmente el ministro de Justicia, La Cámpora manejó esa cartera. Con la cabeza en el territorio crearon una suerte de postas de acceso a la Justicia en todo el país. De a poco, la organización se enamoró del empleo público y se convirtió en la principal bolsa de trabajo de la Argentina.
Finalmente, en este cuarto kirchnerismo, versión Alberto Fernández, Cristina Fernández y Massa, llegaron al pico de poder y se quedaron con las cajas y las estructuras de todos los organismos más federales que existen: la Anses, el Pami y el Correo, por nombrar los tres más nacionales. Sin embargo, y pese a la colonización del Estado con el nombramiento de alrededor de 2 millones de empleados públicos, no hubo manera de generar un referente con chances concretas de competir. Por ahora, apenas una trinchera en la provincia de Buenos Aires, poderosa por cierto, a modo de resistencia temporal.
Massa, La Cámpora y el peronismo deberán ahora pensar en cómo colorear los números de la economía, el principal tema de los argentinos. Cuentan con una ventaja: en Juntos por el Cambio no postularon un solo especialista en temas económicos. Por lo tanto, ya casi que se puede adivinar cómo será la campaña. Unos, el Gobierno, irán por la herencia, la deuda y la fuga de capitales. Usarán, también, el argumento Massa o el caos. Lo decía con simpleza un oyente de una radio kirchnerista en la mañana de hoy, convocado por la emisora para dejar mensajes sobre la fórmula. “Es cierto que tenemos que tragar otro sapo -se sinceraba-. Pero siempre prefiero un sapo que un dinosaurio”.
La oposición deberá hacer foco en los números con especialistas en seguridad. Esa fue la elección de Patricia Bullrich, que se inclinó por Luis Petri, un radical que siempre transitó el Congreso con iniciativas de ese ámbito, y Horacio Rodríguez Larreta, que abrazó a Gerardo Morales, el más duro de los radicales.
Los dos temas de la opinión pública son la inflación y la seguridad. Por lejos se llevan todas las miradas. Para dar respuesta al primero de ellos, el Gobierno juega el responsable de los tres dígitos. Es como si en la cara le dijese a los jubilados ajustados, al 40% de pobres y a los argentinos de a pie que Massa es lo único que se puede hacer para enfrentar ese mal endémico. El ministro llevará la discusión a un terreno político para escaparle a los números y la oposición, con fórmulas integradas y diseñada ara esa arena, se alimentará de esa comidilla. Claro, subir a Massa a la escena, para Milei es como si le hubiesen puesto un “punching ball”, esas bolsas con forma de pera con la que entrenan los boxeadores.
El otro tema, la seguridad, es más afín a las fórmulas de Juntos por el Cambio. Bullrich/Petri está diseñada para ese tema, y la otra, Larreta/Morales, también tiene especialidad en el asunto.
Hay otro dilemas más. No hay ningún economista que pueda afirmas que no podría darse otro evento cambiario. La Argentina tiene una doctrina notable ante esas crisis: el fusible es el ministro de Economía. Si sucediese algo así, pues el oficialismo se quedaría sin ministro pero también con un candidato tocado. Además, se produciría una erosión de aquel paradigma constitutivo de la candidatura que reza “Massa o el caos” ya que, alguien deberá reemplazarlo.
Por ahora, cuando la recesión empieza a notarse, los salarios dan pelea desigual a la inflación, el tipo de cambio que consiguen los argentino de a pie roza los 500 pesos, la pobreza camina hacia los 45 puntos y los jubilados soportan el peso del ajuste, Massa deberá intentar disimular los números. Casi, un pase de hechicería si logra hacerlo, tan particular como que el Gobierno coloque en el casillero de largada en búsqueda de la quinta administración kirchnerista al ministro que llevó la inflación a 114%. Magia pura.