Massa y su devaluación: del remanido “¡Ah, pero Macri!” al flamante “¡Ah, pero MIlei!”

Esta vez, se sentirá fuerte; no parece ser posible que haya tiempo de acomodar las cosas como para que el impacto no se refleje en los bolsillos más vacíos de la Argentina. El golpe devaluatorio que dispuso el ministro de Economía, Sergio Massa, se sentirá fuerte en la microeconomía argentina. Dicho de otra forma, los sectores más vulnerables se verán a los ojos con esta nueva cotización del dólar y eso pegará de lleno en el día a día de cada uno.

El motivo es simple. Los precios en la Argentina funcionan, al menos y sólo como para ilustrar, de una manera dual. Por un lado, los que se rigen por el tipo de cambio oficial, el que ayer se devaluó; por el otro, aquellos que toman en cuenta el precio de la moneda que consiguen es decir el blue o los financieros. Todos serán alcanzados por esta modificación del precio. Claro que no es que antes no ocurriese, sino que ahora será de golpe y no de a gotas.

La novedad caerá en medio de una corrida inflacionaria. El IPC que el Indec dará a conocer mañana, según creen las consultoras, estará entre 7 y 8% para julio. Sobre ese índice se apoyará este esquema cambiario. No son pocos los que miran como una posibilidad concreta que el indicador tenga dos dígitos a partir de los datos que se den a conocer en septiembre.

Massa deberá lidiar con estas malas noticias en la campaña. Más allá de su problema y el del oficialismo, lo grave es que los efectos se sentirán fuerte en los sectores más golpeados. Los alimentos y los servicios privados, como el seguro, por caso, aumentarán en días. No hay manera que el nuevo vademecum cambiario no pegue de lleno en las góndolas de todos los productos.

Más allá de cantar la marcha con el candidato, varios gremios sacaron sus calculadoras. Revisan sus cuentas y ya saben que sus negociaciones colectivas ya miran desde abajo la nueva escala inflacionaria. Los metalúrgicos de la UOM, por ejemplo, aún no terminaron sus conversaciones con la patronal y rearman su ofensiva. Los que estamparon la firma, seguramente, pedirán un bono que pagará el sector privado como para compensar la pérdida de poder adquisitivo del salario. Los trabajadores informales, como siempre sucede, estarán más y más lejos de empardar la medida conocida tras las PASO.

El Gobierno, seguramente endosará el cheque. Es posible que antes de que termine el año avance con un bono por decreto. Total, el sector público se paga con emisión; el privado, lo pagan los empresarios, pequeños, grandes o comerciantes. Da lo mismo, caja ajena. Surge una gran pregunta: ¿Massa será candidato o ministro en lo que queda hasta diciembre? Claro que ambas funciones no son incompatibles siempre, pero sí parecen chocar en este momento.

El ministro de los 17 cepos cambiarios está urgido de hacer campaña para remontar su magra cosecha de votos, apenas 21% si se descuentan los que aportó Juan Grabois. Remontar la cuesta, para un peronista o kirchnerista en campaña, significa poner en piloto automático el “plan platita”. Ese esquema termina en un sólo lugar: el dólar.

Del peso al dólar

Los agentes económicos, desde los bancos, de paso por los inversores sofisticados y también cada uno de los argentinos que recibe pesos por su salario o por una venta, se desesperan por encontrarle destino a los billetes naranjas antes de que el hornero sea cada vez más pequeño. Para evitar el paso directo a la moneda estadounidense, el gabinete económico subió la tasa y generó un anzuelo para permanecer en billetes locales. Si el ahorrista deja la plata un año y la renueva con intereses mensuales, la tasa llega a 209%.

Algunos, el kirchnerismo por caso, llaman “patria o bicicleta financiera” a ganar dinero en pesos con interés alto y escapar al dólar antes de que se cierre la puerta o que suba el precio. Pues si Massa cumple con lo que se filtró desde su entorno de que el dólar oficial estará quieto hasta octubre, habrá puesto en marcha una bicicleta de carreras que dejará de correr ante de las elecciones de octubre. Una verdadera “Puerta 12″de pesos.

Hace un año, la alianza que conforman Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Massa decidió que aquel trípode que funcionaba con la vicepresidenta como vértice, el Presidente como número dos y con el tigrense cómodo como tercer pie de apoyo, cambiara radicalmente. El uno fue dos; el dos, tres; y el tres, uno.

El experimento consiguió un nuevo y arriesgado equilibrio. Luego, redoblaron la apuesta con el ministro y candidato. Ahora ya no hay fusible: Massa tiene que anclar expectativas de inflación mientras hace campaña con soluciones electorales que le tiran más combustible.

Pero el kirchnerismo se ha destacado por buscar excusas a la hora de explicar sus desacertadas políticas económicas. No hay que descartar que desde ahora termine el ya muy remanido “Ah, pero Macri”, y amanezca el flamante “Ah, pero Milei”.

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