El martes pasado, su nombre figuraba en la agenda de acompañantes del Presidente, en un acto sobre telecomunicaciones en el CCK. “Le cambiaron el horario, no podía ir”, dijeron cerca suyo. Diez días atrás, un encuentro con empresarios italianos en la Cancillería fue razón suficiente para otra ausencia sin aviso, esta vez al retiro de la condecoración al colaboracionista francés, Maurice Papon, en Casa Rosada y de nuevo con Alberto Fernández como protagonista central.
Luego de años muy cerca del Presidente, y sin un enojo puntual de por medio, Santiago Cafiero toma distancia del dirigente a quien, como parte del grupo Callao y durante años, ayudó a llegar al poder. “Estaba siempre, todo el día, ahora no”, cuentan cerca del canciller, concentrado hoy en su tarea de cabeza de la diplomacia, combinada con sus tareas como secretario del PJ nacional y su apoyo, casi público pero bastante notorio, a la candidatura de Daniel Scioli en medio de la feroz interna con el cristinismo en la previa de la definición del método para seleccionar el postulante oficialista. Su aparición, nada casual, enarbolando un paraguas naranja en la puerta de la Catedral Metropolitana luego del tedeum del 25 de mayo, confirmó el trabajo silencioso de Cafiero para que su ex jefe-trabajó ocho años en distintos puestos durante la gobernación bonaerense de Scioli-pueda llegar al poder con un “programa de estabilización” en base a “acuerdos con la oposición”, que intentó, sin éxito, desde la jefatura de gabinete, en los difíciles tiempos iniciales de la pandemia.
A diferencia de otros colegas y amigos del mismo grupo Callao, como Matías Kulfas (acaba de terminar de leer su libro, el peronismo del siglo veintinuno) que se fue de modo ruidoso y con críticas del Gobierno, Cafiero no dirá nada públicamente en contra de Fernández, aunque las distancias se perciben en la cocina del poder. “El va cuando lo invitan”, cuentan a su lado, y detallan que la semana pasada participó de una reunión de mesa política en Olivos, dónde participaron el jefe de gabinete, Agustín Rossi; el vicejefe, Juan Manuel Olmos; y la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz. La portavoz, Gabriela Cerruti y (como siempre) el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello, ocupan los lugares en el entorno presidencial que en otro tiempo compartían también Cafiero y la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, de extremo bajo perfil.
Más allá de sus diferencias puntuales con el Presidente (“se cansó de la falta de política”, susurra un compañero del gabinete), Cafiero sostiene la postulación del embajador en Brasilia bajo el mecanismo de las Paso, por encima de la presión del cristinismo para un “candidato de síntesis”, con el ministro de Economía, Sergio Massa, su par de Interior, Eduardo “Wado” de Pedro o el gobernador bonaerense Axel Kicillof como opciones más cercanas.
“Cuando era jefe de gabinete ellos detonaron todos los acuerdos. No sólo con gente de la oposición, como Horacio Rodríguez Larreta, también con varios de los propios”, se queja un dirigente cercano que conoce el pensamiento de su jefe, dolido con La Cámpora y su modo de hacer política. La semana pasada, su discusión con Andrés “Cuervo” Larroque en la previa del congreso del PJ, tuvo que ver con esa discusión interna, en la que Cafiero coincide con la visión del Presidente sobre la necesidad de unas “Paso participativa”. Una discusión, después de la Plaza de Mayo vivando el jueves a Cristina Kirchner, aún no fue saldada.
Cerca del embajador en Brasil reconocen que Cafiero “está apoyando, sin pedir cargos ni ser jefe de campaña”, y colaborando en el armado de una “lista completa, desde el Presidente para abajo”, para responder al desafío de Máximo Kirchner, quien habría amenazado a quien quisiera competir contra el “candidato de síntesis” que debía proveerse de postulantes propios para la competencia interna. “A Daniel lo están presionando para eso, aunque él prefiera que haya una sola lista de gobernador, legisladores e intendentes”, acotan cerca del ex gobernador bonaerense, aunque de paso acotan que hay charlas con “ex ministros de sus dos gobiernos, ex legisladores y ex intendentes” para conseguir sus apoyos, en caso de necesitarlos. Cafiero, por caso, fue subsecretario de Modernización, y antes lo había sido de Políticas Sociales, ambos en la segunda gestión del sciolismo en la provincia.
“El peronismo tiene que volver a ser un movimiento transformador, hay que discutir programas y proyectos concretos”, asegura el canciller en esas charlas con propios y extraños, en sintonía con las ideas de Scioli, a quien considera “muy laburador, ordenado, una candidatura de centro con un modelo de desarrollo para el país”.
Mientras tanto, se concentra en el rol de canciller, que ocupa desde septiembre de 2021, cuando reemplazó (también con ruido de fondo) a Felipe Solá y que tendrá hitos como la reunión del Mercosur, a principios de julio en Iguazú y el encuentro de presidentes de la Celac y la Unión Europea, a mediados de ese mes en Bruselas, con el acuerdo Mercosur-UE en el centro de las discusiones.
En ese marco diplomático, en el que no hay roces ni disidencias serias, Cafiero y Fernández tendrán una semana de trabajo compartido. El lunes, con la llegada a Buenos Aires del presidente electo de Paraguay, Santiago Peña; el martes, con el viaje compartido a Brasil (primera vez en el flamante avión Arg01) para participar de la reunión convocada por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva; el jueves, en Bolivia junto al presidente Luis Arce para la inauguración de obras de interconexión eléctrica.