Mario Blejer reparte su tiempo entre la Argentina e Israel, lugar al que viaja seguido en su rol de analista económico. De buen ánimo, el expresidente del Banco Central recibe a LA NACION en su departamento en Recoleta, cerca de la embajada británica. Lejos de dramatizar sobre el nivel de reservas de la entidad monetaria (se estima que las netas serían hoy negativas en unos US$7000 millones), el economista explica que la situación no se puede analizar como si el Banco Central fuera un banco comercial. Además, afirma que la situación económica actual no es tan grave como era en 2001, cuando existía una crisis bancaria, pero alerta acerca de la idea de aplicar una política de shock para salir del cepo cambiario. “Es muy peligroso. Puede generar una situación social muy explosiva”, dice.
Blejer recomienda unificar los distintos tipos de cambio para alivianar la situación, y opina que el sistema bimonetario sería el mejor para la situación actual de la Argentina. Se muestra, además, optimista respecto de la posibilidad de que lleguen inversiones si el próximo gobierno da los incentivos correctos.
–Hace al menos dos meses que las reservas del Banco Central son negativas. ¿Cuánto puede durar una situación así?
–La contabilidad del Banco Central debería ser diferente de lo que es la contabilidad de un banco comercial. Un banco central no es un banco común, no necesita tener activos y pasivos en la forma en que sí necesita un banco comercial, porque el activo fundamental del banco central es la credibilidad. Si tiene credibilidad, puede imprimir dinero siempre; si no tiene credibilidad, no importa cuántos pasivos tenga. El Banco Central no puede quebrar. Que tenga reservas negativas significa que está gastando más de lo que está recibiendo, lo cual no es sostenible, pero no va a quebrar. A lo sumo, imprimirá más dinero y habrá más inflación. Va a bajar su credibilidad, va a tener menos acceso a líneas de crédito externas del país y se verá más debilitado. No es para preocuparse que el Banco Central tenga reservas negativas, sino el porqué. El motivo, básicamente, es que el público no quiere tener pesos y está buscando dólares. Y como los dólares son escasos, está el cepo, con todos los problemas que eso causa, como la recesión.
–En los primeros tres años de gestión de Alberto Fernández hubo superávit comercial y aun así las reservas no crecieron.
–No, porque tuvo déficit de la cuenta de capital. Hubo salida de dinero, pero no necesariamente especulativo o fuga de capital, sino que puede ser por compra de activos en otros países. Pero el principio fundamental es que no hay confianza en la moneda local. Si no hubiera habido ese superávit comercial, habría sido peor.
–Usted dice que no es un problema tener reservas negativas, pero, ¿cuánto puede durar así un banco central sin estar obligado a aplicar una brusca devaluación?
–Eso no le va a aumentar las reservas inmediatamente. No va a ser la solución para las reservas negativas. Si una devaluación trae pánico al público, habrá más salida de capital todavía.
–La oposición dice que se están usando los encajes de los ahorristas. ¿Coincide?
–Eso es un caso particular. El Banco Central tiene una deuda en dólares con los bancos privados argentinos, que tienen como reserva los depósitos privados. Si uno va y abre un depósito en dólares, el banco comercial tiene que depositar una parte de eso, como encaje, en el Banco Central. Si el Banco Central usa esos encajes, y le puede devolver al banco comercial de otra fuente, no es un gran problema. ¿Por qué el Banco Central va a estar usando esos encajes? Esa es una forma de contabilidad. El Banco Central tiene obligaciones en dólares con el sector privado. Si los bancos tratan de sacar todo eso, no les conviene, ¿qué van a hacer? En Estados Unidos, o en todos los bancos centrales grandes del mundo, los depósitos de reservas de los bancos son remunerados.
–Sergio Massa anunció que pagó el vencimiento con el FMI de esta semana con otro préstamo que recibió de la CAF y con los yuanes del swap con China. ¿Cómo ve eso?
–No pagó deuda entonces. Lo que hizo fue cambiar una deuda por otra. Lo que le debía al FMI se lo debe ahora a la CAF y a los chinos. ¿Cuánto cobran los chinos por eso? Nadie sabe. Pero está cambiando una deuda por otra. Es evidente que no es ninguna operación genial. Genial es haber encontrado que los chinos nos quieran prestar. Esos yuanes fueron entregados a cambio de pesos. ¿Qué pasaría si a los chinos se les ocurre usar esos pesos para venir a comprar cosas acá?
–¿Por qué China aceptó que le paguemos al FMI con yuanes?
–Para China es un buen negocio, porque para ellos es muy poca plata y posiciona al yuan como una moneda internacional. Si Massa ofrecía pagar con euros, nadie hubiera dicho nada, porque euros o dólares es lo mismo. Las monedas internacionales para hacer este tipo de pagos son pocas. Se pueden hacer en libras, francos suizos, euros, dólares y no mucho más. Para los chinos es subir de categoría.
–¿Cree que el yuan le puede competir al dólar como reserva de valor internacional?
–Sí, están haciendo una campaña que ya lleva casi 20 años. Para los chinos es importante geopolíticamente, para su prestigio y su reputación, que la moneda sea internacional. La Argentina le está haciendo un favor en ese sentido, pero no creo que eso sea todo, debe haber algún otro condicionamiento. Por ejemplo, algún tipo de importaciones y exportaciones de distintos productos, algo en que los chinos puedan estar interesados. No creo que haya algo grave, pero puede haber un condicionamiento.
–¿Es legal no saber a qué tasa de interés nos prestó China? ¿O cuál es el plazo de repago?
–No sé si es legal o no, pero de todas formas no puede ser un secreto de Estado. Tiene que ser algo transparente. Es mala práctica hacer operaciones internacionales de un país sin que la gente pueda saber.
–¿Qué opina de los planes de algunos dirigentes opositores de dolarizar la economía?
–No tiene sentido en este momento dolarizar la economía. Sería eliminar la posibilidad de que la política monetaria en algún momento se enderece. Y, además, no hay suficientes dólares. Si no hay suficientes dólares para pagarle al Fondo, con qué se va a dolarizar. No creo que sea la solución. Pero se pueden unificar las tasas de cambio. Oficialmente, creo que hay once tasas, pero en la práctica hay muchas más. Lo que yo haría es ir a un sistema bimonetario.
–¿Cómo funciona eso?
–Eso quiere decir que uno puede hacer los contratos en la moneda que quiera y que pueden circular al mismo tiempo las dos monedas. La gente tendería primero a acumular dólares, pero después, si la economía se empieza a acomodar y hay, como creo que habrá, un eventual reflujo de inversiones y de capital, los dólares van a empezar a sobrar. La gente va a empezar a buscar pesos.
–¿Se puede quitar el cepo en los primeros días del próximo gobierno?
–En los primeros días no se puede. No están los dólares para liquidar la demanda que se ha acumulado. Primero hay que eliminar esa demanda de a poco y luego se puede ir abriendo. Primero, unificaría las tasas y ya con eso se empezarían a alivianar las cosas. Yo creo que de a poco se puede ir acomodando. Estoy a favor de este bimonetarismo, porque en la práctica ya existe, como pasa con los alquileres.
–¿Cómo se hace para que no vayan todos corriendo a comprar dólares?
–Si el gobierno hace bien las cosas, van a empezar a faltar pesos. Lo único que podría obligarse a pagar en pesos y no en dólares son los impuestos, pero el resto debería ser una tasa libre para todas las operaciones.
–¿Cómo ve la opción de hacer un “blindaje”, como dijo Patricia Bullrich, para reforzar las reservas y sacar el cepo?
–Yo creo que esa palabra no se usa porque tiene mala reputación, pero supongo que quiso decir que podemos conseguir los dólares. Pedirle un mayor préstamo al FMI no tiene posibilidad política de ninguna forma, porque tiene mala reputación. No sería una buena idea empezar con eso. La única forma de hacer una liberalización del mercado cambiario es teniendo los suficientes dólares para responder a la demanda que se crearía si se elimina la restricción. De repente, se podría importar un montón de todo lo que estaba faltando y, si no tenés los dólares, llevas el precio al infinito. Entonces, lo lógico sería, en ese caso, conseguir un préstamo internacional que nos permita liquidar los faltantes y dar bastante credibilidad adicional al Banco Central y al gobierno, para que el plan comience a funcionar. Cuando el plan empiece a funcionar se puede tener una dinámica en la dirección contraria; todo el mundo puede querer invertir en la Argentina si hay un programa que funciona.
–También hay quienes hablan de sacar el cepo de manera secuencial, ¿a quiénes se les debería quitar primero?
–Acá hay un problema de cuestiones de sentido común. Hay ciertos alimentos, remedios y cosas de urgencia que tienen que tener alguna prioridad. Pero, desde el punto de vista económico, [la medida] se tiene que dirigir a los sectores que te pueden producir muchos dólares después. Hoy hay problemas con los insumos para la producción y eso está frenando la actividad económica.
–Usted dice que es optimista en cuanto a que pueden llegar inversiones al país si baja la intervención estatal. ¿Por qué esta vez es distinto a 2015?
–Ahora puede haber un rebote más grande, porque se está más abajo del pozo. En ese momento la situación tampoco estaba tan desesperante. Hoy hay una economía que está en un tremendo desequilibrio estructural, político y económico. Pero, además de eso, hay inversiones que están listas para lanzarse, pero no se hacen la incertidumbre. Si esa incertidumbre cae, hay oportunidades que se verán. Al haber caído tan abajo, todavía hay mucho más espacio para rebotar. Pero si hay una señal de algún lado –gane quien gane las elecciones–, de que las cosas van a cambiar, de que se va a llegar a una situación más lógica en lo macro, va a haber inversiones grandes.
–Con respecto a la inflación, ¿cómo puede hacer el próximo gobierno para limitar el traspaso a precios de una eventual unificación de tasas de cambio?
–En principio, debería haber superávit fiscal para evitar el golpe, pero no va a haber. Por eso, la apertura de cepos debería ser gradual, para tratar de compensar de una forma u otra en donde haya grandes aumentos. Pero hay que eliminar el desequilibrio monetario y fiscal. Hay que distinguir entre flujos y stocks. En este momento, el stock de desequilibrio es muy alto. Por eso, hay que ir bajando el financiamiento monetario y los déficits, pero al mismo tiempo hay que ir fortificando los stocks y creando nuevo capital. Eso es difícil. Por eso hay que tener una política global. Pero no se va a resolver fácil el problema de tener distintas tasas de cambio y cepos por todos lados. Igual, eso ya lo hemos visto muchas veces. Si no hay un consenso básico respecto de que la prioridad en este momento es sacar las distorsiones, va a ser difícil.
–¿Cree entonces que es difícil de implementar una política de shock?
–Sí, está muy desacreditada porque generalmente esas políticas crearon situaciones con un costo social muy alto. Si se aplica una política de shock cuando no tenés todas las políticas sociales alineadas, puede haber problemas. No es una imposibilidad teórica, es una imposibilidad política. En la Argentina, en los últimos 70 años ha habido crisis recurrentes. La razón es que la Argentina no puede competir en el mundo. Tiene un problema crónico de falta de competitividad. Eso produce una situación en la que únicamente se puede competir con el extranjero cuando se devalúa.
–¿Cómo se puede mejorar la competitividad sin devaluar?
–Habría que ganar productividad, tener mejor aplicación de la educación, menos incertidumbre, mejor infraestructura. Eso es fundamental. ¿Por qué no se hace todo eso? Si no es difícil. Yo creo que ha habido un convencimiento de que la única forma de poder mejorar los niveles de vida es a través de la redistribución, y no a través del crecimiento. Todo eso incrementa la falta de competitividad. En los hoteles grandes de Buenos Aires, por ejemplo, hay 15 gremios. ¿Cómo se puede bajar el precio de una habitación cinco estrellas así?
–¿Por qué los demás países de la región lograron resolver estos problemas y la Argentina sigue estancada en sus crisis recurrentes?
–Yo no creo que hayan resuelto completamente sus problemas, pero han logrado mayor cohesión; creo que haciendo una reforma laboral que dé mayor capacidad de negociación. Uno dice siempre que es mejor la competencia a los monopolios. Pero el lugar en donde la competencia es realmente poco fructífera es en la cuestión gremial. Si tenés gremios compitiendo entre ellos, cada uno te sube las demandas. Nadie piensa que hay que destruir a los gremios, pero creo que hay que encauzarlos.
–¿Cuál es su consejo entonces?
–Es necesario tener una secuencia correcta. Es decir, eliminar la idea de un shock. Muchos dicen que tiene que ser un shock porque de lo contrario, nadie va a invertir. Pero yo creo que el shock es muy peligroso. Puede generar una situación social muy explosiva.
–¿Cree que la sociedad lo entiende así? ¿Está dispuesta a tener un cierto ajuste?
–La Argentina está muy corporatizada, hay intereses de todos lados. En este momento está claro que la gente se da cuenta de que hay inflación. Eso es parte del ajuste. Si vos decís que vas a reducir el déficit y los subsidios, pero la inflación va a caer al 30% anual, yo creo que a la gente no le va a gustar, pero lo va a pagar.
–¿La situación era más grave en 2001 que ahora?
–Sí, mucho más grave. Los bancos estaban quebrados, estaban cerrados. Había un déficit fiscal que no se podía controlar. No teníamos reservas y la gente no tenía acceso a sus depósitos. Ahora no hay crisis bancaria. En 2001 había una crisis bancaria. Si dejabas abrir los bancos, quebraban todos. Había un desequilibrio inmenso en el mercado de cambios. Era mucho más difícil. No estaban los instrumentos. El mercado no funcionaba.
–¿Por qué hay mucha gente que dice que la situación actual es peor que la de 2001?
–Porque parecería ser más prolongada la crisis. En 2001, una vez que comenzó la crisis, se desactivó todo muy rápido, como lo explica [el exministro de Economía] Jorge Remes Lenicov en su último libro. En el quinto mes, la economía estaba creciendo. El corralito se desarmó sin grandes problemas. En ese momento pensé que la gente nunca más iba a llevar dinero a los bancos.
–¿Y ahora cree que en unos meses se puede solucionar la situación económica?
–Ahora hay una situación más de largo plazo, porque los desincentivos son mayores. Hay una intervención mucho más profunda del Estado en la economía. En ese momento era muy difícil, se estaba peor socialmente, pero se pudo maniobrar de una forma tal que en tres o cuatro meses la economía volvió a seguir funcionando. No estaba la economía desde el punto de vista estructural tan desequilibrada como está hoy.