Los economistas del establishment le pusieron un ocurrente nombre hace mucho tiempo: “Los últimos tres minutos”. Es el espacio de tiempo que, luego de describir el abismo que se avecina, le dedican a mostrar las potencialidades que, con una gestión de gobierno razonable y una macroeconomía decente, podría tener la Argentina de cara a 2024. Él sueño.
Hay muchos expertos, pero son pocos los escuchados en reuniones íntimas del círculo rojo, ese que engloba al dinero, el poder y la política argentina. Antes de la pandemia, por caso, tres nombres coincidían habitualmente en los encuentros organizados por el Grupo Clarín, que dirige Héctor Magnetto, en Mar del Plata. Eran Miguel Bein, Carlos Melconian y Ricardo Arriazu.
Melconian está en campaña para ser el próximo ministro de Economía del país. Habla con Horacio Rodríguez Larreta y con Patricia Bullrich por igual. Esta semana, cuentan, recibió a Facundo Manes, otro de los precandidatos a presidente. “Lo más importante es que llueva”, en su habitual tono socarrón sobre el año que viene aludiendo claramente a la sequía que este año le restará unos US$20.000 millones a la economía argentina. Es la verdadera “restricción externa”.
En esos últimos tres minutos optimistas con sus clientes, menciona a la energía. Habla del petróleo y del gas, “sectores que siempre mangan”, sugiere sobre la relación con las empresas. También de YPF. “Tiene chances”, dice, según los números que sus expertos le acercaron en esta semana. Luego da vueltas sobre el litio, la economía del conocimiento y el campo, cuestionado por Cristina Kirchner. Su mesa chica del Ieral incluye a quienes lo acompañarían en un posible desembarco. Enumera allí a Marcelo Capello, Jorge Vasconcelos, Gustavo Reyes y Juan Manuel Garzón.
“Si el clima se regulariza hacia la primavera, los precios internacionales se ubican en los niveles actualmente previstos en los mercados de futuros, la producción agrícola puede retornar a niveles de 130-135 millones de toneladas en el ciclo 2023/24, generando un flujo neto de divisas del orden de los US$33.000-US$34.000 millones, y un adicional de US$13.000-14.000 millones el año próximo”, afirmó uno de los últimos documentos de Vasconcelos y Garzón días atrás.
“La Argentina tiene las características de los países típicos que, cuando levantan, lo hacen con virulencia. Tiene con qué. Más allá del desastre social, tiene talento. Hay que encaminar la macro”, sentencia en ese pequeño paréntesis.
Fuera de esos tres minutos, Melconian es descarnado, como en los estudios de radio y televisión. La semana que pasó, la plana de una empresa global se reunió con el economista en un bar de la avenida Figueroa Alcorta. Ellos fueron al hueso. Sólo se interesaron por cómo se va a devolver la millonaria deuda por importaciones y cuándo se van a poder girar dividendos.
Melconian trabaja en la eliminación del cepo cambiario el primer día de una nueva gestión, una reforma “furiosa” del Estado (“cualitativa más que cuantitativa”), la desregulación del sector privado “a full”, y una reforma estructural y coyuntural del gasto complementada con una reforma de política tributaria. ¿El tipo de cambio? “Hay que ver dónde queda”, suele repetir sobre la gestión de Sergio Massa en Economía. Con el ministro también parlotea de vez en cuando. Para el economista, en una futura gestión no hay lugar para el anuncio gradualista. La respuesta es el shock.
De Tucumán al mundo
El tucumano Ricardo Arriazu también le ofreció esos “tres minutos” a sus clientes. Fueron inversores globales en un webinar el 4 de mayo en el que se habló de macro, mercados, América latina y, al final, de la Argentina. Arriazu (Macroanalistas) estuvo acompañado por Fernando Marengo (BlackTORO). Este último economista, también tucumano, es el economista en jefe de BlackTORO, pero fue por 25 años el hombre de confianza de Arriazu. Siguen compartiendo los análisis.
“Superados los desafiantes próximos seis meses, pareciera haber un 2024 más venturoso”, dijeron a sus clientes. Para Arriazu y Marengo, la Argentina no tiene déficit en cuenta corriente, no por mérito propio, sino por falta de financiamiento externo. Esto implica que el país no necesita un ajuste del gasto agregado, aunque sí del sector público.
“Dado que no hay déficit en cuenta corriente y que el sector público es deficitario, que es lo que hay que corregir, el sector privado es superavitario. Resultado de este superávit es la tenencia de activos externos por US$350.000 millones que ostenta el sector privado. Los ciclos argentinos están fuertemente asociados al ingreso de una parte minúscula de estos fondos por tasa esperada de retorno ajustada por riesgo positiva o profundizando las crisis al dolarizar los portafolios”, contaron a los inversores que miran 2024. Los blanqueos, como el enviado al Congreso, suelen ayudar a ese retorno al país de fondos no declarados. Lo sabe muy bien Mauricio Macri; lo querría aprovechar Massa si es el candidato oficialista. El actual ministro cerró el acuerdo de intercambio automático de información financiera con Estados Unidos que comenzaría a funcionar desde septiembre del año que viene, según las autoridades americanas.
Arriazu y Marengo también mencionaron los bajos precios de los activos argentinos medidos en dólares al CCL (acentuada luego de la devaluación auspiciada por el Gobierno esta semana) y dijeron que, con “una cosecha promedio”, se recuperarían los US$20.000 millones que se perdieron en la última campaña (octubre 22 – septiembre 23).
Los expertos creen que a aquello hay que sumar que, en el mundo de la energía, la habilitación del gasoducto Néstor Kirchner, la reapertura del oleoducto a Chile y la ampliación de Oldeval mejora “parcialmente” los problemas de cuellos de botella del transporte a los que está expuesto hace años la producción de gas y petróleo en el país.
“Entre no sequía y energía tenemos el mayor superávit comercial nominal ex ante histórico. Después, todo esto hay que pasarlo por el tamiz de la política”, advirtieron a sus clientes al final de los tres minutos de buenas noticias para 2024.
El abismo
Pero antes del optimismo, primó el abismo kirchnerista. Para Arriazu y Marengo, los dólares y los pesos son en un corto plazo de seis meses el gran drama. En el medio, vale recordar, hay elecciones presidenciales. Por el lado de las divisas, habrá un Banco Central (BCRA) con muy pocas reservas y con un flujo de divisas afectado por la sequía. “Además, un Gobierno que para entrar al dólar agro te pide un ajuste de precio por debajo de la inflación, con lo cual lo que podrías ganar por tipo de cambio lo perdés por inflación, y por un sector agropecuario que cuando ve que la brecha aumenta tiene menos incentivo a liquidar”, contaron los analistas a sus clientes.
“Para comprar dólares necesitas pesos”, estimaron. El déficit fiscal va subiendo en términos reales o de producto, creen, no por expansión del gasto sino por la caída de recaudación. ¿Cómo? No hay cosecha, no exportás; no cobrás retenciones, pisás importaciones y no entran pesos por aranceles; al pisar compras al exterior, cae la actividad económica. No se consume; caen ganancias y el impuesto al cheque. A ese ciclo, suman el ruido con los vencimientos de deuda en pesos y el aumento de la nominalidad, que incentiva la brecha cambiara, la inflación y aumenta luego el ruido social y político. “Esta es una economía sin dólares y sin confianza, complicada de manejar en el corto plazo”.
“La clave estará en cómo pasan los próximos seis meses. Será importante conseguir dólares y generar algo de confianza para que no te siga cayendo la demanda de dinero”, advirtieron. El FMI aparece como el salvavidas en el horizonte, pese a los cuestionamientos retóricos de Cristina Kirchner. La duda, indicaron, es qué condiciones te van a dar dólares. Si la Argentina puede saltar ese abismo (y si llueve) es probable que los “últimos tres minutos” ocupen algo más tiempo en el futuro.