La gravedad de la realidad externa pudo más que la resistencia de las vanidades y los rencores internos de la cúpula de Pro, como para obligar a sus dirigentes a reunirse, deponer (por un rato) algunas inquinas y revisar sus acciones.
La admisión de una actualidad más amenazante que la asumida hasta hace muy poco y el temor a que el promisorio horizonte electoral imaginado terminara en un espejismo fueron decisivos para que el viernes pasado se concretara el encuentro de los principales candidatos y los máximos referentes amarillos en busca de algo de paz y orden.
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La cumbre puso un intervalo a meses de desorden interior, disparado con la renuncia de Mauricio Macri a ser candidato y con un pico tras la decisión individual de Horacio Rodríguez Larreta de desacoplar la elección porteña de la nacional. Los desafíos y los temores siguen presentes.
Fue la fuerza concurrente de dos potentes vectores lo que logró detener, al menos provisionalmente, el rumbo de colisión que traía el partido fundado por Macri. Por un lado, operó la profundización y aceleración de la crisis económica, expresada en la corrida cambiaria de la semana pasada que llevó al dólar hasta los 500 peses, aunque después bajara. El escenario pasó de crisis administrada a crisis de pronóstico incierto y colapso posible.
“Todo puede empeorar muy rápidamente tanto como estabilizarse, aunque en un piso siempre más bajo. En cualquier caso seguir por este camino de peleas púbicas puede resultar demasiado peligroso para Juntos por el Cambio, mostrándose muy a espaldas a lo que le pasa la sociedad”, admitió un alto dirigente amarillo,
Milei, la fuerza líquida
El otro vector que impactó fuertemente en la máxima dirigencia de Pro fue la consolidación de la candidatura de Javier Milei, instalado ya como la tercera (o segunda) fuerza con probabilidades, al menos hoy, de entrar en el ballotage presidencial de noviembre. Contra quienes relativizan esos pronósticos, por la falibilidad de las encuestas, aparece la constatación de que el candidato de la derecha radical es el único que ha logrado instalar agenda con sus ideas y proyectos, a pesar de la inviabilidad, el peligro o la excentricidad que encierran muchas de sus iniciativas. Desde la venta de órganos, la libre portación de armas y la dinamitaciópn de las instituciones hasta la dolarización, que echó más nafta al fuego de la última crisis cambiaria, han sido y son parte de la conversación pública. Nada para desestimar.
“La de MiIei es una fuerza líquida que se va filtrando por las fisuras de todos los espacios políticos. No solo llega a votantes del Frente de Todos y de JxC sino también que empieza a tocar a electores de la izquierda. Para peor, el kirchnerismo lo sube al ring públicamente y lo apoya por lo bajo. Y algunos de los nuestros, por convicción o por temor, validan algunas de sus ideas o directamente coquetean con él”, afirma con preocupación una alta fuente cambiemita que fue parte de la reunión del viernes pasado.
La crisis y la amenaza “anticasta” terminaron por pulverizar la idea dominante en el universo de JxC de que la elección presidencial ya estaba ganada para sus candidatos. Hasta hace nada consideraban que se aproximaban a una derrota inexorable del Gobierno, dada el profundo deterioro de situación económica y social reinante y la crisis política que atraviesa al oficialismo, por la cual solo les quedaba encomendarse a Sergio Massa como salvavidas y candidato. Y el ministro de Economía tenía y tiene pocos logros para mostrar. Una película incompleta y a destiempo.
Ahora ya no se trata de una pelea de dos y el frente cambiemita no es la virgen novedad de 2015, que prometía cambios indoloros para llegar a un futuro venturoso. Hoy es una fuerza que arrastra su propio fracaso de gestión, padece una crisis de liderazgo y se muestra enfrascado en una destructiva disputa interna ante un electorado hastiado y angustiado. Esa es la dura realidad que empezó a asumir la cúpula del Pro.
El oficialismo no es el competidor y la amenaza principales. Una nueva aceleración y profundización de la crisis podrían tener consecuencias graves para todo JxC. Las luces de alarma sonaron antes de que la coalición se transformara en una colisión irreparable, aunque nadie está en condiciones aún evaluar la magnitud del daño ya sufrido ni de garantizar el encauzamiento definitivo de la situación.
La asunción de esa cruda realidad permitió que la cumbre transcurriera con bastante fluidez, aunque no exenta de tensiones expresas y latentes. “Fue mucho mejor de lo que podía preverse”, coincidieron todos los participantes, en función de la profundidad de los enojos, rencores, desconfianzas y ambiciones cruzadas que existían antes de la reunión. Y que aún perduran, aunque asordinados.
Uno de los mayores obstáculos era y es el enojo (aún no superado) de Macri con Rodríguez Larreta por muchas razones acumuladas a lo largo de los dos últimos años, entre las que se cuentan el desafío a su liderazgo y la no construcción de un candidato propio para sucederlo en la ciudad. La gota que terminó por rebalsar el vaso macrista fue que el jefe de gobierno porteño no hubiera facilitado las chances en la PASO del primo Jorge, que para peor no era originalmente la opción preferida por el fundador del Pro. El temor a que el candidato radical Martín Lousteau se quede con el control de la ciudad es un pecado mortal para Macri, un dirigente que no olvida ni perdona.
Del lado de Larreta no faltan reproches, que exceden la cuestión local. La manifiesta preferencia que consideran ha tenido y tiene el expresidente por su rival Patricia Bullrich les resulta decisiva para mirar con prevensión cualquier iniciativa que provenga de ese lado.
Sin embargo, la forma en la que avanzó la reunión sin que la cuestión Capital se interpusiera llevó a varios de los presentes a especular con que la reunión de San Isidro había sjdo precedida por un encuentro secreto entre Macri y el jefe de Gobierno. La negativa de ambos a esa versión refuerza la certeza de que el miedo pudo más que los enojos. Por ahora, al menos.
Candidatos únicos
No obstante, tanto las candidaturas porteñas como las presidenciales sobrevolaron como fantasmas todo el encuentro, aunque no se abordaran en forma directa. Hay demasiado camino por transitar antes de entrar de lleno en esos conflictos operativos.
La mayor novedad es que varios de los participantes salieron del encuentro con la convicción de que hace falta acordar una estrategia electoral y empezó a pregnar la idea de que el Pro debería tener un candidato único tanto en la ciudad como en la provincia de Buenos Aires.
Esa podría ser esa una buena noticia, en principio, para el precandidato Diego Santilli, de la escudería de Larreta, por ser hoy el que mejor mide en ese territorio. En cambio, resulta un motivo de alerta para Jorge Macri, detrás de quien empieza a asomar la imagen de María Eugenia Vidal y no precisamente para apoyarlo.
En los próximos diez días cuando la exgobernadora anuncie qué hará con su precandidatura presidencial la situación porteña tendrá capítulo estreno con nuevos protagonistas. Se descarta que solo quedarán como presidenciables amarillos Larreta y Bullrich y en esa grilla ya no estará Vidal, que puede ser una pieza de recambio para resolver varios problemas en el distrito donde nació el macrismo político. Un nuevo rompecabezas empezará a armarse.
Como si faltaran riesgos, la semana pasada, el distrito bonarense aportó un nuevo factor de preocupación, que también operó para acercar a los actores amarillos enfrentados. La decisión del gobernador Axel Kicillof de reservarse el desdoblamiento de la elección provincial subió el nivel de alerta.
“Se terminó la idea de que se puede gobernar el país sin tener el control del gobierno bonaerense y mucho más si queda en manos de Kicillof. Hay que ganar la Presidencia y la gobernación, si no la gobernabilidad va a ser imposible”, reveló uno de los asistentes a la cumbre realizada en la casa de Jorge Triaca. El exministro de Trabajo fue tanto un anfitrión como un facilitador para tratar de destrabar la interna.
En línea con esa admisión trascendió un alerta que llegó desde al lado de Vidal: “La elección no solo no está ganada sino que, aunque somos competitivos, tenemos desafíos muy grandes en la ciudad y en la provincia de Buenos Aires, por lo que urge acordar una estrategia electoral unificada y un discurso serio, que acerque al electorado y no que lo siga alejando o que termine generando que si hay interna los votantes del precandidato derrotado no voten al ganador de la PASO”.
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La preocupación y el temor son tan intensos que desde algunos de los sectores del Pro y también del radicalismo empezó a instalarse la propuesta (o la hipótesis) de que no solo en el AMBA haya candidaturas unificadas. La idea de una sola fórmula presidencial integrada por Larreta y Bullrich o Bullrich y Larreta empezó a ser difundida con fuerza sobre todo desde el macrismo puro y duro, con el acompañamiento de algunos radicales que están enfrentados con el jefe de su partido, Gerardo Morales. No obstante, los dos precandidatos ya advirtieron que no están dispuestos a deponer sus ambiciones, sobre todo Larreta, para quien parece estar dirigida la ofensiva. Cada comando de campaña tiene más de una encuesta que le permite sostener sus ilusiones vivas. Pero la presión es fuerte.
Fuera del círculo cerrado de los precandidatos, cada vez se advierte con más elocuencia una duda en la que coinciden los principales dirigentes cambiemitas. Sin contar cuestiones más personales o intereses particulares de corto plazo, ninguno de los dos postulantes convence totalmente a sus correligionarios.
“A Horacio se le reconoce su capacidad como gestor pero sigue sin lograr ser un buen candidato. Patricia es una buena candidata, sobre todo para la interna, pero no consigue demostrar que es capaz de trabajar en equipo y de que podría gestionar en un contexto extremadamente difícil, como el que deberá afrontar el próximo gobierno”, sintetiza el dilema uno de los popes cambiemita.
A esos déficits, los impulsores de la fórmula única suman otro argumento atractivo para hacerse escuchar, aunque es una foto de hace una semana, que la crisis puso en dudas y que la incertidumbre no permite proyectar. La posibilidad de que el oficialismo lleve un solo candidato podría hacer que ninguno de los dos candidatos más votados en la PASO sea de JxC, si va con dos o más postulantes.
“Si la crisis no explota antes, el candidato del FdT podría ser el que termine con más votos individuales, dado el piso que mantiene el peronismo, y segundo salir Milei. Aunque Juntos sea el espacio más votado, puede hacer mucho ruido y abrir un escenario muy incierto”, admiten estrategas cambiemitas.
Apoyo peronista a Milei
A eso se agregan números inquietantes en el Gran Buenos Aires que se ocupó de dar a conocer uno de los intendentes cambiemitas del conurbano. Corresponden a una encuesta encargada por él hecha en la tercera sección electoral, el bastión peronista de la zona sur del conurbano. Allí el Frente de Todos y Juntos por el Cambio pierden un promedio de entre 15 y 11 puntos respectivamente frente a lo obtenido en las dos últimas elecciones. La suma de esos votos perdidos equivale al porcentaje que obtendría Milei. En intendencias peronistas de esa sección manejan números similares.
Si bien el daño al peronismo seria proporcionalmente más fuerte por lo vital que significa para su suerte nacional esa sección, el temor a que el aparato del peronismo ayude a sostener la boleta presidencial del candidato antisistema en los circuitos en los que el JxC es más fuerte amplifica las preocupaciones en la coalición opositora. Más aún si se desdoblara la elección provincial de la nacional. Eso solo ocurriría si el kirchnerismo da por perdida la elección a Presidente y se aprestara a salvar la ropa en la provincia de Buenos Aires y no solo en las intendencias que hoy tiene y que cuenta con muchas chances de retener.
El kirchnerismo y buena parte del peronismo no oculta que preferiría un triunfo de Milei antes que de Juntos por el Cambio. La magnitud de los problemas que le dejarán a la próxima administración son percibidos como más inmanejables para Milei que para JxC. La radicalidad de las propuestas del libertario, la falta de profundidad sobre su ejecución y la ineludible falta de apoyo parlamentario que tendría los llevan a imaginar un gobierno provisional, sin tener que esperar cuatro años, como mínimo, para intentar un regreso. Si es que quedara algún lugar para regresar.
Para los cambiemitas el futuro ya llegó y no es lo se imaginaban. Demasiados factores amenazan sus sueños. Como para obligarlos a revisar hábitos (diurnos y nocturnos). El viernes pasado el susto los llevó a intentarlo. Les queda demasiado por hacer y no les sobra nada. No es tanto el tiempo que falta transcurrir como las cosas que pueden pasar hasta las elecciones.
Ya lo decía el reconocido economista Rudi Dornbusch, “las crisis tardan más en llegar de lo que uno suele pensar, pero cuando ocurren, suceden más rápido de lo que puedes imaginar”. Una lección muy actual.