Unión por la Patria encara el primer round electoral corriendo muy de atrás según los sondeos de opinión, la brújula que usa la política antes de someterse a las urnas, pese a que es un instrumento que ha fallado en el pasado. La unidad de todo el aparato peronista detrás de Sergio Massa, el candidato presidencial más competitivo que encontró la cúpula del oficialismo, podría ser insuficiente para revertir la mala imagen que tiene el Gobierno.
Con ese escenario adverso, en Unión por la Patria se propusieron hacer una campaña en tres tiempos, con estrategias muy diferentes después de agosto si gana Patricia Bullrich o si pasa Horacio Rodríguez Larreta. El objetivo es que Massa se meta en un ballotage. Pero primero el oficialismo debe atravesar el test de las PASO, tras una campaña que nunca subió demasiado la temperatura y que ahora enfrenta a la hora de la verdad con distintos factores que pueden cambiar la ecuación.
La mala imagen del gobierno
El Gobierno -reconocen el propio comando electoral- lleva una mochila de al menos un 70 puntos de imagen negativa cuya traducción en las urnas recién se revelará el 13 de agosto. No es fácil para Unión por la Patria despegarse de la mala percepción de la gestión actual, ni dejar de aparecer como la opción de continuidad ante el electorado. El asesor catalán Antoni Gutiérrez-Rubí transmitió al equipo de Massa que “la ciudadanía ya tiene una opinión formada del Gobierno y no tiene sentido tratar de cambiarlo en campaña”.
Por eso, el ministro de Economía suele estructurar su discurso en función del futuro y en la “caja de mensajes” que estructuraron en el búnker oficialista mencionan que votar a la oposición es “volver en el túnel del tiempo a la Argentina de la insensibilidad y la violencia”, sin abundar en una reivindicación del mandato actual.
Un relevamiento de la Universidad de San Andrés, que se cerró a un mes de las elecciones primarias, arrojó que el nivel de descontento con el rumbo general del país es profundo: solo el 12% de los encuestados expresó conformidad con la “marcha general de las cosas” y un 87% de la opinión pública aseguró estar insatisfecho.
“Es nuestro talón de Aquiles, es el gran problema y desafío que tenemos”, reconoció un importante funcionario y candidato en relación a la imagen del Gobierno. Alberto Fernández se viene manteniendo al margen de la campaña: en las últimas semanas, prácticamente no compartió actividades con los protagonistas de la boleta y tampoco estaría en el acto de cierre de la semana próxima, que sería en La Plata y que todavía se está terminando de ajustar. Gutiérrez-Rubí cree que, con la apatía que siente el electorado ante las PASO, no había que hacer grandes eventos proselitistas en esta etapa.
30%, el número mágico
En 2019, el Frente de Todos obtuvo 48 puntos en las PASO, un número que hoy parece una quimera para el peronismo. Según transmiten distintos actores de Unión por la Patria, Massa quiere que el frente peronista pueda franquear el umbral de los 30 puntos en las primarias. Es una barrera simbólica para mostrarse vital y con chances para el resto del proceso electoral y también un piso que se estima necesario para evitar un triunfo de la oposición en primera vuelta. Si el oficialismo no consigue esa base, reconocen en el comando electoral, será muy difícil reeditar expectativas de cara a octubre.
Hay asesores de Massa, no obstante, que minimizan el impacto del número que arroje la PASO y aseguran que están pensando una campaña “etapista” en donde no importa tanto la performance de agosto como la posibilidad de crecer de cara a octubre. “En las PASO se vota lo que quiere, en las generales lo que debe y en el ballotage lo que puede”, es el lema que circula en el búnker de Bartolomé Mitre, donde constantemente estudian qué candidato es la segunda opción de los votantes. Un cálculo que hacen es que al menos uno de cada cuatro votantes de Rodríguez Larreta estaría dispuesto a votar por Massa si queda huérfano después de agosto. El voto de Bullrich, en cambio, es mucho más duro.
Pensando en la performance del 13 de agosto, Massa hubiera querido ser el candidato presidencial único de Unión por la Patria para verse más robusto. Pero entiende que, con una interna que no pudo evitar, Juan Grabois le aportará una dosis de votos vital (que varía entre 4 y 7 puntos según los sondeos) para que todo el frente electoral se muestre competitivo. Sus asesores le aseguran, además, que todos los que se inclinen por el líder del MTE en agosto lo harán por él en octubre.
Dos bibliotecas: ¿Bullrich o Larreta?
Al inicio de la campaña, en Unión por la Patria se hablaba de una estrategia electoral de tres pasos, bajo la hipótesis de que Bullrich se impondría en la interna de Juntos por el Cambio. Si eso sucede, el peronismo con Massa aspiraría a captar el centro del electorado con los votos que queden huérfanos de Rodríguez Larreta para forzar un ballotage. Recién entonces se profundizaría la “campaña del miedo” frente a la candidata de Pro, en una pelea cuerpo a cuerpo, que busque captar el arco de centroizquierda del electorado.
Con el paso de los días, otra parte de la biblioteca oficialista comenzó a analizar que un mejor escenario para Massa sería que gane Rodríguez Larreta. Calculan que, si se impusiera Bullrich, el caudal de Javier Milei podría trasvasarse a ella como voto útil en octubre permitiéndole ganar en primera vuelta. Un ballotage mano a mano con el jefe de gobierno porteño, no obstante, es un campo de juego mucho más difícil para Massa.
En un escenario de derrota, no son pocos los dirigentes peronistas que se imaginan, en los próximos cuatro años, una estadía más tranquila y de mayores acuerdos con Rodríguez Larreta que con la precandidata opositora.
El ausentismo en el votante peronista
Las elecciones provinciales instalaron con fuerza el fantasma de la baja participación en los comicios, en sintonía con la apatía que se extendió en el electorado. El fenómeno -creen en UP- también alcanza al votante peronista, en otra época más movilizado. En el oficialismo tienen en claro que deben volver a enamorar a quienes votaron al Frente de Todos en 2019 y hoy integran la tropa de los desencantados con el Gobierno. Con una campaña que nunca levantó demasiada temperatura, los intendentes y referentes territoriales buscan cosechar apoyos con un trabajo casa por casa y una campaña vecinalista para fomentar la participación.
Otros asesores de Unión por la Patria, no obstante son más cautos y dicen que primero hay que tener la foto de las PASO para identificar quiénes se abstuvieron de participar. “Si el que no fue a la escuela está muy enojado con nosotros, mejor no vayamos a buscarlo”, advierte un avezado colaborador que se mueve por el conurbano.
La economía, con el agua al cuello
El Gobierno llegó a las PASO con el agua al cuello en términos económicos. La coyuntura plantea un escenario muy adverso e impredecible para un oficialismo que busca revalidarse en las urnas. Massa está muy condicionado por el FMI para activar un “plan platita” que permita inyectarle anabólicos a Unión por la Patria. Su doble rol de ministro de Economía y candidato presidencial, además, complican su agenda de campaña. En los últimos días, el funcionario hizo proselitismo mientras “pasaba la gorra” por el mundo para conseguir que le presten dólares y no entrar en mora con el organismo multilateral de crédito.
Con una renegociación con el FMI que se empantanó y se estiró más de lo que el Gobierno esperaba, los desembolsos del organismo llegarían recién después de las PASO, si efectivamente el directorio del organismo aprueba los giros. El Poder Ejecutivo ya se comprometió a avanzar con una devaluación, una previsión que comenzó desde esta misma semana a empujar al dólar blue, que ya superó la barrera de los $570. Recién cuando lleguen los desembolsos del Fondo, el Gobierno tendrá capacidad de intervenir en el mercado de cambios. Pero se estima que la profundización de la brecha con el dólar oficial y la devaluación empujarán nuevamente a la inflación en los próximos meses, y esa es la mayor preocupación de los votantes.