Los bomberos rescatan a un hombre de 250 kilos atrapado entre la basura en su departamento en España

Los bomberos rescataron ayer a Alejandro B., un hombre de 48 años que vivía atrapado entre la basura en los bajos de un bloque de pisos en El Prat de Llobregat (Barcelona). La policía recibió un aviso a las ocho y media de la mañana de que el hombre se había caído en el domicilio, llevaba varios días sin comer ni beber y necesitaba ayuda. Las informaciones policiales indican que pesa más de 250 kilos y que no salía de su casa desde la pandemia, cuando empezó a teletrabajar. El Ayuntamiento le asistió por última vez en octubre del año pasado, cuando los vecinos alertaron de la situación. “Se interviene con el Sistema de Emergencias Médicas (SEM) y los Bomberos, dice que está bien y no deja entrar a nadie en el domicilio”, explica Arnau García, responsable de acción social y comunitaria de El Prat.

El rescate ha durado en total siete horas. Desde las ocho y media, con una excavadora y a través de la ventana, los bomberos han ido retirando las bolsas, plásticos, cajas y demás basura acumulada en el domicilio del hombre, que presuntamente padece el síndrome de Diógenes. Finalmente, a mediodía, los especialistas llegaron hasta él, tal y como ha avanzado la periodista Anna Punsí. Después de comprobar que estaba bien y colocarle oxígeno, por las dificultades que tenía para respirar, los bomberos han iniciado las maniobras de rescate, que han culminado pasadas las tres de la tarde, cuando han logrado con un montacargas sacarlo de la vivienda a través de la ventana. Los bomberos han intervenido con mascarillas y trajes de riesgo biológico. Fuentes policiales añaden que nunca habían actuado en una situación tan extrema.

“Es indignante”, ha criticado uno de los vecinos de Alejandro B., que reside en el mismo piso en el que vivía con sus padres hasta que estos fallecieron. Lamenta que los servicios sociales y la policía no actuasen ante un caso claro de enfermedad. “Hablaron por teléfono con él y se conformaron cuando les dijo que estaba bien”, insiste este hombre que, como otros vecinos, pide no ser identificado. Antes de la pandemia, explican que Alejandro B. iba a trabajar al aeropuerto, donde aseguran que se desempeñaba como informático. “Una furgoneta le traía y le llevaba, y solo los cuatro escalones hasta su casa, en los bajos, le costaban 20 minutos”, recuerda. Con la pandemia, ya no volvió a salir.

El Consistorio empezó a tratar a Alejandro B. en 2003. Entonces se abrió un expediente inicial. “Se le visitó en el domicilio, se comprobó que sufría obesidad mórbida y cierta acumulación de cosas”, explica García. En 2012 volvieron a intervenir los servicios sociales ante un empeoramiento de la situación de Alejandro B., al que trataron durante dos años “hasta que la situación se dio por normalizada”. En 2015 se hizo en ese mismo marco una “limpieza de choque” de la vivienda. Ya no volvieron a detectar “ninguna situación anómala” desde entonces.

Los vecinos, sin embargo, aseguran que dieron la voz de alarma en diversas ocasiones. Al Consistorio le constan cuatro avisos, en 2015, en 2018 y en octubre de 2022, cuando vuelven de nuevo al domicilio, pero Alejandro B. no les abrió la puerta. “No hay ningún indicio de insalubridad o mal olor, los vecinos nos alertan únicamente de que no lo ven”, cuenta García. Al comprobar que está en casa, supuestamente bien, según manifiesta, no se adoptan más medidas. En el edificio, en cambio, relatan una preocupación seria por la salud del hombre, con el que hablaban a gritos desde la puerta, porque no salía. “Él respondía que estaba bien, y no podíamos hacer mucho más”, explican en la escalera.

Alejandro B. se encuentra ingresado en el hospital de Bellvitge, sin que se tema por su vida, según fuentes policiales. El Ayuntamiento está “en coordinación muy estrecha” con los sanitarios, para ver su evolución. “Hay que analizar si puede volver al domicilio o si se necesita un ingreso en un centro sociosanitario”, explica García. El técnico sí lamenta un indicio que pasaron por alto porque nunca llegó a conocimiento de los servicios municipales: hacía años que Alejandro B. no recogía los medicamentos en la farmacia. “Es algo que podría habernos hecho saltar las alarmas”, admite García.

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