Hay líderes serviciales e incluso carismáticos, pero sobre todo muy humanos y empáticos, a los que muchas veces se les acaban las ganas. Batallan y batallan contra el sistema de algunas organizaciones, contra la competitividad agresiva, contra los micro y macro autoritarismos. Son el salmón nadando contra la corriente. Pero llegado un día, se agotan.
Ellos están no sólo en las empresas sino en muchas otras organizaciones, como la política, donde se frustran rápido porque ven la suciedad que lo inunda todo, imposibilitando casi cualquier cambio.
Aprender a descansar: la receta para ejecutivos que no paran
Martin Luther King supo decir: “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos”. Estos buenos líderes no son nada indiferentes y eso les pesa. Se estresan mucho por solucionar problemas, incluso los de personas de las jerarquías más bajas de la organización. Les interesan las personas y eso es un bumerán que les suele jugar en contra.
Saben que para que el mal triunfe solo se necesita que los buenos no hagan nada. Por eso hacen y hacen. Suelen tener una inteligencia emocional por encima de la media y ese es un superpoder: perciben cosas y detalles que otros no. De modo que son mucho más permeables a ver las injusticias en HD, mientras otras personas conviven con ellas sin mayores planteos.
Esa dedicación, esa escucha atenta impacta contra el muro de los verticalismos inexplicados, de los puños en la mesa sin consenso, de los des-humanistas. Estos perfiles de givers suelen encontrarse en áreas dedicadas a las personas (HR, Talent Acquisition, Recruiting, Comunicación, etc.), por ello muchas veces otros sectores de la compañía los ven como muy blandos y no siempre lo consideran parte del negocio. Esto polariza la tensión entre quienes, en apariencia, manejan los números y quienes buscan acompañar a las personas.
Estos últimos, se suelen ir deshilachando de a poco, decepción tras decepción, con una procesión lenta que va por dentro evaporando su motivación. Porque suelen ser personas con un optimismo y una motivación intrínseca envidiable. Esas ganas de cambiar y mejorar forman parte de su insatisfacción: sus expectativas de transformación humana son altas pero la realidad tiende a ser mucho más mezquina. Uno puede observarlos al ingresar a la organización, tiene una energía tan poderosa que se van a pegar un palo tarde o temprano.
Son personas no centradas en el dinero. Y no es que no tengan ninguna ambición o que sean seres angelicales, nada de eso. Pero el eje de sus vidas está en disfrutar del trabajo, de armar equipos, de performar bien, de ser felices en el mientras tanto. Esa altísima habilidad para la intersubjetividad hace que valoren muchísimo la interacción.
En organizaciones muchas veces arduas, estas personas se van agotando o quemando.
Y frente a este escenario, se pueden proponer algunas acciones para ayudar a esas mismas personas a ser más exitosas y sufrir menos los embates.
Cuidar emociones, sentimientos y pensamientos. Entrar en nuestra interioridad para reconocer lo que sentimos por dentro y conectarlo con nuestros pensamientos y acciones. Sabiendo que las emociones negativas son más automáticas y que tenemos que aprender a generar las emociones de bienestar y a tener un pensamiento de calidad que nutra y fortalezca.
Concentrarnos en nuestro propio ámbito de influencia. Solo podemos generar una nueva realidad desde nuestra área de influencia. Muchas veces pasa que queremos cambiar cosas que no están en nuestra área de injerencia y eso solo genera frustración, enojo y reducción de la autoestima que terminan impidiendo alcanzar la meta (que desde el inicio estaba fuera del área de cobertura).
Trabajar mejor (no más). Tomar las cosas con la distancia necesaria para reflexionar, poniéndonos metas realistas y planificando, utilizando el recurso de la creatividad que nutre el entusiasmo.
Desarrollar actividades que generen ilusión y den felicidad por fuera del mundo laboral. Muchas veces se habla del equilibrio entre vida personal y laboral pero la realidad es que después cuesta mucho desconectar, descansar y hacer actividades más allá de lo laboral que nos enriquezcan.
Por otra parte, en nuestras experiencias de acompañar ejecutivos y equipos en el mundo corporativo, vemos lo mucho que todos ellos valoran tener espacios de reflexión grupal, de interacción y de comunión. Por eso es clave que las organizaciones generen dispositivos y herramientas para contener, integrar e impulsar a todas las personas.