Sucursales en Uruguay y Chile. Más de 20 franquicias en la Argentina. Aterrizaje en Miami y proyección de tener tres locales en Florida para noviembre. El Desembarco, una de las hamburgueserías más famosas de Buenos Aires, es un caso particular en que el éxito fue una constante, a pesar de haber tenido un comienzo tambaleante.
Julio Gauna, su fundador, cuenta que en 2017, cuando vivía en Mar del Plata con su familia, le robaron 30 veces. “La última vez me dejaron en calzoncillos. Llegué a mi casa llorando y decía: ‘Yo me quiero ir de acá, no quiero saber más nada’”, recuerda. El papá le dio $50 para un pasaje de micro. Él había ahorrado $300. Sin dudarlo, encaró hacia la Capital Federal y enseguida empezó a trabajar de mozo en el hotel Howard Johnson de Recoleta.
El 26 de diciembre de 2007 se transformó en una fecha clave: entró en Cablevisión: “Lo mejor que me pasó en la vida”, sostiene. Venía de cobrar $400 y pasó a tener un sueldo de $1600 más bonos. También le pagaban horas extra, algo a lo que no estaba acostumbrado. La euforia duró 10 años.
“Chicos, me voy”
Gauna trabajó una década en Cablevisión. La imposibilidad de ascender por no tener un título universitario —”soy un abandonador profesional de carreras”, bromea— y haberse divorciado de su esposa, una compañera de trabajo, lo llevaron a renunciar. Se acercó a sus amigos y les dijo: “Chicos, me voy de esta empresa. Voy a poner una hamburguesería”.
La decisión fue rápida y definitiva, a pesar de que él mismo sabía, y el resto también, que no conocía el rubro. “Yo les decía a todos que me iba a poner un localcito en Boedo, con cuatro mesas y cinco canillas”, cuenta Gauna.
Tardó solo un día en encontrar un local de dos pisos que valía $25.000 de aquel entonces. Lo llevó a su papá, “una mula de trabajo”, y juntos remodelaron todo. “Estuvimos dos meses durmiendo adentro”, agrega.
Para esto, Gauna y sus socios juntaron $1.000.000. “Un amigo vendió el auto. Otro le pidió prestado a la abuela”, explica. Pero cuando terminó el proceso, había gastado $2.000.000, un excedente que financió con tarjetas de crédito. El Desembarco se inauguró el 19 de junio de 2017. “Tuve que abrir porque ya no tenía más plata. Recién terminábamos de barnizar. La gente hizo comentarios de que se manchó la ropa”, cuenta el emprendedor.
A pesar de que las hamburguesas de El Desembarco recibieron buenas críticas, en mayo de 2018 Gauna tuvo que buscar tasadores para rematar el local, ya que debía mucha plata y no podía solventar sus deudas.
Caída y renacimiento
“¿Qué me pasó? Te puedo decir el cambio de gobierno, la corrida del dólar, el invierno. Pero lo que pasó fue que a eso se le sumó la falta de constancia. No saber bien cómo llevar una empresa, el personal, las compras”, explica Gauna, y agrega que casi “tira la toalla”.
Para sobrevivir, primero hizo un cambio de staff. Entró él a la cocina y empezó a buscar un ayudante. Pero la vida le cruzó a Mariela, hoy madrina de sus hijos, “una loquita” que lo primero que hizo fue acrecentar el cambio de trabajadores e implementar el conocimiento que traía a cuestas. “Estuvimos 14 días ella y yo en la cocina. Fue la primera vez que El Desembarco empezó a hablar de inventario, costos, rendimiento”, aclara el dueño.
Después, la modernización: influencers que ayudaron a posicionarlo en Instagram y el ingreso de Glovo a la Argentina, una aplicación que ofrecía servicios de entrega a domicilio de diversos productos. La comisión de esta era alta, un 25%, pero la hamburguesería, en 2018, “venía mal”. Por suerte, les ofrecieron subsidiarles el 80%, y a esto se sumó publicidad en el Obelisco y en Facebook. “Vendimos 70 hamburguesas. Me revolucionó el mercado. De 500.000 tiendas, terminamos siendo la segunda hamburguesería que más vendía en el país”, agrega.
En diciembre de 2018, todavía endeudado y luchando para mantenerse a flote, compró el segundo local en Núñez. Empezó a crecer y, para cuando llegó la pandemia en 2020, logró abrir el tercero en Nordelta. Hacia el final, ese número aumentó a siete. “El producto que más se vendió en esa época fue la hamburguesa”, asegura.
Pero todavía les faltaba algo: estandarizar la producción para mantener la calidad del producto. “Hacíamos la producción en cada local. Ahí pensamos en franquiciar”, cuenta. A Gauna esto le daba miedo. Se preguntaba quién iba a cuidar su marca: “Dársela a otro me parecía una locura”. Así y todo, en pocos meses se embarcó en esta nueva etapa. Una franquicia de la hamburguesería en la Argentina vale US$60.000.
Hoy, El Desembarco cuenta con 26 locales en el país y seis en obra, llegó a Uruguay y Chile y, en septiembre, abrirá las puertas en Miami.
Messimanía
“Una mañana viajaba en el auto y escuché en la radio que el presidente de la Conmebol le daba la bienvenida a Messi”, recuerda. Alejandro Domínguez, presidente de la Confederación, se había expresado también en las redes sociales al respecto: “Messi, la Conmebol Libertadores te espera siempre”. Aunque en ese entonces el destino del ídolo argentino todavía no estaba determinado, la sorpresiva llegada del jugador al Inter de Miami generó muchas expectativas en el ambiente, tanto estadounidense como latinoamericano. Y Gauna no fue la excepción.
“El año que viene se juega la Copa América en Miami; en 2026, el Mundial. Mis franquiciados me decían que fuéramos a Miami. Me contacté con uno de ellos [José Luis Sanitni] y nos vinimos a ver locales”, detalla. Finalmente, aprovechando la “messimanía” — “toda la ciudad habla de Messi” —, se asociaron y encontraron un local en la Avenida Collins 7315, Miami Beach.
El 4 de septiembre se inaugurará El Desembarco en Estados Unidos. Además, Gauna tiene firmados compromisos de venta para otros dos locales que, según sus cálculos, abrirán uno en octubre y otro en noviembre. “Los argentinos somos reactivos, somos ansiosos, no nos gusta el ‘no’. Acá vamos a ser un descontrol. Y con el fútbol de por medio”, comenta.
El producto es el mismo en todas partes: carne sin conservantes ni aditivos, que no se congela para que no cristalice, ni la amasan para no activar el colágeno. Tampoco se condimenta para que no se deshidrate.
“La única cualidad para destacar es la constancia. Cualquiera puede hacer buenas hamburguesas. Nosotros vendemos 120.000 por mes, cuatro por minuto mientras hablamos”, sostiene Gauna.
Detrás de esa constancia, recalca, hay un equipo de trabajo ansioso por establecer mejoras constantes: sumar más gente, más conocimiento, más tecnología. “Hay que tener cintura para adaptarte a los cambios constantes. Esa es una característica argentina”, concluye.