Día a día escuchamos el reclamo por “exportar con más valor agregado”. La Argentina exporta con un ratio precio/tonelada inferior al de muchos países equivalentes. Pero, ¿qué es el valor agregado?
Unos lo identifican con mayor manufacturación, otros con más empleo generado; algunos, con mayor cantidad de insumos incorporados. Pero el valor, en la tercera década del siglo, es otra cosa. La RAE lo identifica con “el grado de utilidad o aptitud para satisfacer necesidades o proporcionar bienestar o deleite”.
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El valor no está en el proceso productivo sino en el impacto que logra en el destinatario de la oferta. Roger Kaufman lo planteaba con claridad: no se trata de lo que se hace (outputs), ni siquiera de cómo se lo hace (inputs y procesos), sino de lo que se genera en el destinatario (outcomes).
Pues en los negocios internacionales el valor (que más que agregado es “generado”), hoy, está crecientemente referido a algo distinto: algo vinculado a la economía del conocimiento.
Una empresa que, a través de satélites registra la condición climática a la que se somete cada día la producción de uvas, que luego se usarán en la vitivinicultura y que certifica en blockchain esa trazabilidad, les ha conferido a esas uvas un valor único. Un productor que, a través de inteligencia artificial (IA), detecta y registra la calidad de la carne de un cerdo según el tratamiento que ha tenido en vida (medición del bienestar animal) identificada por el registro sonoro del gruñido animal, acredita cualidades del producto. Un supermercado que, en los paquetes en sus góndolas, ofrece información de componentes nutricionales de los alimentos en venta a través de información digitalizada que puede luego el consumidor cargar en una base de datos conectada con su proveedor de servicios médicos, provee más que un bien (una prestación).
Las cadenas transnacionales de valor están cambiando, confiriéndole a la generación de valor a través de intangibles (propios de la nueva economía del conocimiento) una relevancia superior a la de la mera manufacturación.
Los intangibles
En el pasado reciente, el bien físico era lo sustancial y lo accesorio estaba en el conocimiento que lo mejoraba. Hoy, el bien físico es el soporte y lo sustancial está en los intangibles que en su proceso productivo lo diferencian. Lo explican Jonathan Haskel y Stian Westlake en su obra Capitalismo sin capital. Conocimiento para la definición, saber en la producción, intangibles en los procesos, información en la oferta.
Es, así, incremental la relevancia de la nueva economía de los datos (según expresaba hace unas semanas una alta directiva de una automotriz europea, un automóvil que sale vendido de una fábrica envía luego datos mientras circula, por muchos meses, que resultan para la empresa de un valor comparable al precio monetario percibido por la venta).
Enseña Bill Schmarzo (quien dijo “data is the new oil”, es decir, los datos son el nuevo petróleo) que esto ha llevado al cliente a un nuevo rol: ya no es un mero receptor, sino un proveedor simultáneo de insumos: es decir, “data”, que, como explica Bernard Marr, es ahora el principal aporte para crear valor.
Esto, a la vez, se completa con un nuevo soporte productivo: el know how logrado a través de alianzas (nadie puede solo, ante tamaña complejidad, como enseñó Henry Chesbrough). Y los socios pueden ser más valiosos que los clientes.
Si la Argentina pretende “exportar con valor agregado” será bueno repensar los soportes legales, económicos, institucionales y de relación internacional.
El valor está cambiando.