Las fragilidades argentinas, al desnudo

Las paradojas argentinas pueden ser infinitas. Mientras la agenda pública está tomada por la discusión sobre la dolarización, reinstalada por el triunfo de Javier Milei en las PASO, irrumpió con la fuerza de lo inesperado una noticia de impacto nacional e internacional, que no podría ir en sentido más contrario a esa corriente.

La aceptación del ingreso de la Argentina y otros cinco países al grupo de los BRICS, que lidera China y que (hasta el 1° de enero de 2024) integran solo Rusia, India y Sudáfrica, cayó acá en el momento más complicado, después de que el Gobierno hubiera estado dos años intentándolo.

Una administración de salida, un Presidente vaciado de poder y un país económica y financieramente vulnerable y dependiente al extremo del exterior (en particular, de Estados Unidos), en medio del rediseño del mapa global, no constituyen las condiciones ideales para procesar una novedad como esta. El orden mundial suele subrayar los errores y las fragilidades de algunos países.

La incorporación queda ahora, atrapado por la puja electoral y refuerza las antinomias políticas internas, exhibe la falta de acuerdos básicos entre las fuerzas políticas principales sobre asuntos neurálgicos para el país y resalta la ausencia de políticas de Estado. Un verdadero dilema de compleja resolución para el presente y el futuro nacional. Otro más.

La dicotomía sobre los beneficios y perjuicios de ser parte de los BRICS es absoluta. Para el oficialismo se trata de un logro histórico que mejora la posición de la Argentina en el mundo y ofrece ventajas sin consecuencias negativas. Para las dos principales fuerzas opositores, una muy mala noticia, de efectos solo negativos.

“Es un error estratégico de política exterior”, sostiene el sector ganador de la interna de Juntos por el Cambio, como lo anunció de urgencia la candidata presidencial Patricia Bullrich. Pero no todos los cambiemitas son tan tajantes. Para Milei y los suyos se trata casi de una aberración de índole moral, equivalente a una membresía en el eje de mal.

El país pendular

No hay matices. Aunque en este tema sobren, precisamente, los claroscuros. El peronismo se propone que este sea un primer paso. Sus oponentes prometen revertirlo si llegan al gobierno el 10 de diciembre próximo. Grietas sobre grietas. El péndulo argentino, en proceso de aceleración. Una vez más.

La complejidad del asunto puede entenderse mejor partiendo de la forma y el momento en que se adoptó la decisión de ampliar los BRICS. Un bloque que, con el liderazgo de China, se propone discutir decididamente el poder de Estados Unidos y del G7, que conforman Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, además de los norteamericanos. Entre ambos conglomerados se reparten el 61% del producto bruto global. Un tablero demasiado grande en el que la Argentina es apenas un peón.

En primer lugar, fue tan sorpresiva la resolución, después de más de un año de fuertes discusiones entre los miembros del grupo, que el anuncio llegado de Sudáfrica descolocó el presidente Alberto Fernández y al canciller Santiago Cafiero. Habían decidido no viajar a la Cumbre porque no esperaban que se resolviera en esta instancia. Y sus nuevos “socios” no se lo habían adelantado.

La temprana aparición autopromocional del Presidente para anunciar la decisión de los BRICS no compensó la ausencia en el lugar donde pasaban las cosas sino que reforzó el tropiezo, además de profundizar la percepción de vacío que transmite la Casa Rosada. La falta de información, sin embargo, no es totalmente atribuible a un error del Gobierno.

La aceleración del proceso de ampliación y, sobre todo el ingreso de la Argentina, dicen las fuentes, fue producto de una combinación de factores y de pujas de intereses entre los países miembros que debían adoptar la decisión por consenso.

China pujaba por sumar integrantes, con la incorporación de los asiáticos Irán, Emiratos Árabes y Arabia Saudita, mientras India buscaba compensar con la suma de los africanos Egipto y Etiopía.

En el armado de ese rompecabezas, dicen las fuentes, terció Brasil, que ante la descompensación hacia el este y muy antinorte global que adquiría el bloque, propició sumar a la Argentina, lo que hasta hace nada estaba fuera de sus objetivos. Todo demasiado ajeno a los tiempos y las complejas circunstancias nacionales.

Una noticia a destiempo

Por eso, son varios los expertos argentinos en política internacional que consideran que si bien la decisión puede resultar beneficiosa en varios aspectos llegó en un tiempo poco apropiado.

Algunos, como el vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella, Juan Gabriel Tokatlian ya lo venían advirtiendo y hasta aconsejaban que la Argentina no insistiera en la incorporación en medio del proceso electoral. hasta que éste no se dilucidara Aunque consideraba beneficioso participar de muchos tableros, señalaba el riesgo de hacerlo sin tener precisión y claridad sobre la forma de hacerla . Como reza la máxima, “cuidado con lo que deseás porque puede hacerse realidad”. Y en el peor momento, cabría agregar.

El riesgo de que esta inserción termine por reforzar la imagen de la Argentina pendular es señalado tanto por Tokatlian como por el director de las carreras de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés, Federico Merke. Al mismo tiempo, ambos señalan que la flamante situación entraña desafíos, tiene probables costos y ofrece también beneficios, que requieren de una muy fina evaluación y ejecución, pero advierten que se parte con la desventaja de que no haya sido parte de un diálogo y algunos acuerdos mínimos entre el oficialismo y la oposición.

Tokatlian destaca que el país atraviesa en política exterior un desfiladero por la crítica situación nacional y la compleja realidad internacional en pleno proceso de reconfiguración, con la pérdida de poder del polo occidental. Por eso mismo entiende que el país no está en condiciones de seguir con los vaivenes que, finalmente, tienen altos costos internos, que profundizan las fracturas, y externos, que afectan fuertemente la reputación y la confianza del país, lo cual no es, precisamente, un capital que haya acumulado la Argentina.

Merke subraya el dilema que implica para la Argentina la incorporación a los BRICS (invitación, en términos formales) en el actual contexto: “Es tan complejo entrar como rechazar la invitación. Tiene costo sumarse a un club con países como Irán, Rusia o Etiopía, que está al borde de una guerra civil. Pero igual o más costoso sería salir, China e India y, en particular, Brasil lo tomarían como un agravio”.

Al respecto, los especialistas coinciden con el oficialismo al subrayar que Brasil, China e India son tres de los cuatro principales socios comerciales del país. Claro que el cuarto es nada menos que Estados Unidos. En ese punto es donde aparece otra fuente de discrepancia.

En el Gobierno y, particularmente, en el equipo del candidato presidencial Sergio Massa, consideran que no afectará las relaciones con Estados Unidos, al mismo tiempo que admiten que puede ser usado como un factor de presión para seguir recibiendo ayuda. “Estando en los BRICS tenemos más espalda y podemos demandar un mejor trato. Ya se le dijo Sergio a los norteamericanos: no nos echen a los brazos de los chinos”, dicen en el entorno del ministro Massa, en estado puro.

El embajador en Suiza y candidato a canciller de Massa, Gustavo Martínez Pandiani, considera que “el ingreso en los BRICS significa un avance en la decisión de diversificar la inserción internacional del país. Y no significa abandonar o debilitar otros vínculos, sino tener, principalmente, más alternativas de financiamiento, con bancos de desarrollo, como el de los BRICS”.

Con ambos puntos discrepa la oposición. Federico Pinedo, postulado a canciller de Bullrich, destaca que la incorporación implica sumarse a la estrategia de política exterior de China para avanzar sobre Estados Unidos, con los perjuicios que eso entrañaría. Al mismo, señala que para ser socio del banco de los BRICS no hace falta sumarse al bloque. “Es como lo que pasa en el BID. No se necesita ser parte de la CELAC o de la OEA para ser socio”, afirma. Con este punto coinciden los expertos, aunque algunos advierten, con realismo, que difícilmente países como China o Rusia permitan ingresar y financiar programas a países que no son miembros.

Por otra parte, Pinedo considera “grave sumarse a una asociación con países claramente autocráticos, como China y Rusia, a los que se suma Irán, que ni siquiera facilita la investigación del atentado contra la AMIA”. Al respecto desde la Cancillería, responden que “La Argentina es parte del G20, donde también está China y Arabia Saudita”. Más desacuerdos.

Por último, en JxC destacan que la declaración de Sudáfrica demanda un cambio en el estatuto de la Naciones Unidas para darle asientos en el Consejo de Seguridad a India y Brasil. “Sería una claudicación en una tradición de la política exterior nacional. La Argentina siempre rechazó que Brasil tenga un lugar permanente ahí, porque desbalancearía el tablero regional”, explica Pinedo.

Desde el oficialismo oponen un extraordinario pragmatismo, nada nacionalista: “Es cierto que sería un cambio histórico, pero sería asumir la realidad. El predominio brasileño es indiscutible”, explican la Cancillería y el entorno de Massa.

Como si faltaran conflictos internos, las relaciones exteriores aportan ahora su grano para restablecer grietas. Y, aunque parezcan temas lejanos a la complicada cotidianeidad de la mayoría de los argentinos, tienen demasiadas consecuencias. Ni hablar para un país con una crisis económico-financiera crónica, dividido políticamente y fragmentado socialmente, en medio de un proceso electoral incierto como nunca.

El mundo suele exponer los errores y las fragilidades de las naciones. Y, sobre todo, las consecuencias que tiene la falta de acuerdos internos sobre los temas importantes.

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