LONDRES.- Es la tranquila mañana de un viernes y Jane D. Hartley está sentada en el jardín de invierno de Winfield House, la señorial residencia del embajador de Estados Unidos en Londres, haciendo una lista de todas las cosas de su vida que son diferentes a las de Kate Wyler, la embajadora de ficción interpretada por Keri Russell en la popular serie dramática La Diplomática (The Diplomat), de la cadena Netflix.
“Por ejemplo esa idea que una puede volar de un país a otro sin siquiera levantar la mano y decir ‘Esta soy yo’ ante el Congreso”, dice Hartley, señalando que la embajadora ficcional Wyler nunca tuvo que ser confirmada por el Senado. “Perdón, pero eso no es así”.
“Y tampoco tengo un colaborador que entre en mi oficina con percheros de ropa y me diga lo que me debería poner”, apunta en referencia al vicejefe de la misión diplomática, que en la serie también funge de asesor de vestuario de la embajadora. “La ropa que uso es mía”.
Mezcla transparente de thriller de espionaje y culebrón, La Diplomática debutó en Netflix el mes pasado como la serie más vista, y todavía sigue en la lista de las primeras 10 en Estados Unidos. De hecho, en los círculos diplomáticos se ha convertido en una adicción: un programa del que les resulta fácil burlarse por sus giros mezcla de James Bond con Jason Bourne, pero también una fuentes de satisfacción para los diplomáticos, que sienten que Hollywood finalmente les da el mismo reconocimiento que siempre le dio, por ejemplo, a los agentes de la CIA, aunque en la serie también hay uno de ellos…
“Ya era hora de que fuéramos los héroes de algo”, dice Matthew Palmer, el verdadero vicejefe de la delegación diplomática norteamericana en Londres.
La embajadora Hartley siente que de pronto su trabajo se ha convertido en un objeto de fascinación, incluso en los más altos niveles del Departamento de Estado y la Casa Blanca. Dice que el secretario de Estado, Antony Blinken, y el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan vieron la serie y que ambos la interrogaron sobre los detalles de la serie para confirmar si ella también la había visto.
#NoSpoilers 👀… but #TheDiplomat Season 2 is happening 🙌🇺🇸🇬🇧 https://t.co/mR6udeuNRV
— U.S. Embassy London (@USAinUK) May 10, 2023
Cuando la entrevista con Hartley estaba por terminar, su esposo, Ralph Schlosstein, atraviesa calladamente el hall camino a la escalera. Inversor de Wall Street, Schlosstein reparte su tiempo entre Londres y Nueva York.
Pero ni se sienta en las reuniones de su esposa con los funcionarios británicos ni se pelea con su esposa en los jardines de la embajada durante una visita del presidente norteamericano, como hacen en la serie Wyler y su esposo Hal, un colega diplomático de fuste y armas llevar interpretado por el actor británico Rufus Sewell.
“Supongo que si pasara algo así, mi equipo de seguridad intervendría”, dice Hartley, de 73 años, una mujer afable y una muy bien conectada recaudadora de fondos del Partido Demócrata. Esta es su segunda misión diplomática de alto vuelo, después de haber sido embajadora en Francia entre 2014 y 2017. El único otro norteamericano que fue tanto embajador en Londres como en París fue John Adams.
Cara a cara
Debido a sus orígenes como ejecutiva de televisión, Hartley entiende las licencias creativas que suele tomarse Hollywood. E martes, recibirá en Winfield House la actriz Russell —memorable interprete del espía ruso dormido en “The Americans”— y a la creadora de la nueva serie, Debora Cahn —cuyos pergaminos incluyen “Homeland” y “The West Wing”—, para conversar sobre las diferencias y similitudes entre La Diplomática y la diplomacia real.
Yesterday evening we toasted the coronation of Their Majesties King Charles III and Queen Camilla, and celebrated the eternal bond between our two countries with our guest of honor @FLOTUS Dr. Jill Biden. #Coronation pic.twitter.com/RSqVvRjv9k
— Ambassador Jane Hartley (@USAmbUK) May 7, 2023
“En la cultura pop, los diplomáticos suelen ser jugadores secundarios”, explica Palmer. “En las películas, solemos ser los que entran en medio de la reunión y dicen: ‘¿Pero qué pasa con los riesgos para la relación a largo plazo?’”.
La contraparte ficticia de Palmer, Stuart Hayford —interpretado por Ato Essandoh— no solo ayuda a vestir a la embajadora. También es su ladero constante, quien la aconseja sobre los planes del presidente para convertirla en vicepresidenta y quien la ayuda a tramar planes descabellados, como cuando la embajadora se cuela en la oficina del secretario de Relaciones Exteriores británico para encontrarse con un representante iraní, que cae muerto ahí mismo, fulminado. En la serie, el personaje de Hayford también está de novio, secretamente, con la jefa de la delegación de la CIA en Gran Bretaña.
En la vida real, Palmer no hace ninguna de esas cosas. Muy por el contrario, Palmer maneja la embajada, una de las instalaciones diplomáticas estadounidenses más grandes del mundo, con 1100 empleados. Pero en su tiempo libre Palmer ha escrito cuatro novelas de suspenso diplomático, lo que le permite apreciar tanto los detalles acertados como los pifies del guión de la serie.
Los retratos de Winston Churchill y Dwight D. Eisenhower en la oficina de Kate Wyler son copias de los originales que tiene Hartley en la suya. Aaron Snipe, el vocero de la embajada que gentilmente publicó en Twitter un chequeo de los detalles que muestra la serie, señaló que aunque los productores alquilaron una mansión majestuosa en las afueras de Londres como sustituto de Winfield House, usaron tecnología digital para agregar la Torre BT, la famosa antena de comunicaciones que es visible desde las ventanas traseras de la verdadera embajada.
We fact checked the first episode of @netflix’s The Diplomat and the amount they got right might surprise you. Got a question about how a real 🇺🇸 embassy works? Ask your questions in the comments below ⬇️ pic.twitter.com/Ol8CpdnNwO
— U.S. Embassy London (@USAinUK) May 2, 2023
Las exageraciones arrancan con la premisa del programa y su énfasis en el papel sensible que cumpliría el embajador para la seguridad nacional.
El personaje de Kate Wyler, una diplomática de carrera con un resonante historial de logros, es desviada de su puesto en Kabul para ocupar la embajada de Londres, después de un letal ataque contra un portaaviones británico. Wyler teme que lo que le espera es organizar fiestas y veladas en el jardín: muy por el contrario, queda inmersa en el núcleo candente de la política exterior estadounidense y británica durante una crisis geopolítica de alto nivel.
Según los diplomáticos de la vida real, nada de eso se parece al trabajo real de un embajador político, y menos en un estrecho aliado como Gran Bretaña, donde los funcionarios de seguridad nacional de cada lado tienen el número de teléfono de sus contrapartes en marcado rápido.
“Lo que pasaría en la realidad es que Jake Sullivan levantaría el teléfono y llamaría directamente a su contraparte, y el embajador se enteraría después”, apunta Lewis A. Lukens, que se desempeñó como vicejefe de misión de Robert Wood Johnson IV, el predecesor de Hartley en la embajada de Londres.
Great to speak with White House National Security Advisor @JakeSullivan46 ahead of meetings in London with our friends and partners on a wide range of global issues. pic.twitter.com/7MolMYwEWR
— Ambassador Jane Hartley (@USAmbUK) May 10, 2023
Eso no implica que el secretario de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, James Cleverly, no haya cultivado una amistad con Hartley. De hecho, en la fiesta de Navidad que se celebró en Winfield House, charló con la embajadora mientras se tomaba un whisky. El Ministerio de Asuntos Exteriores británico les concedió un permiso excepcional a los productores de La Diplomática para filmar a sus anchas dentro de su gran sede en Whitehall. De hecho, el secretario Cleverly incluso planea grabar un video para Netflix promocionando la serie.
“El programa logra captar la informalidad de las buenas reuniones que se celebran en la oficina del secretario de Asuntos Exteriores, y sin que nadie caiga muerto”, dijo Matthew Barzun, quien se desempeñó como embajador en Londres durante el gobierno de Obama.
Por Mark Landler
Traducción de Jaime Arrambide