CÓRDOBA.- Las políticas basadas en clusters fue recomendada en la última reunión del Foro Económico Mundial como un “instrumento poderoso para promover el crecimiento y la diversificación productiva”. En la Argentina existen diferentes experiencias de encadenamiento productivo local; la clave es la coopetencia (cooperar a la vez que competir) para mejorar los niveles de productividad y competitividad y salir al mundo. La primera del país en institucionalizarse fue en Córdoba en el 2002, la del Córdoba Technology Cluster.
El secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), José Manuel Salazar-Xirinachs, sostuvo en el Foro Económico que los clusters son herramientas útiles para sacar a Latinoamérica “de la prolongada crisis de desarrollo que la caracteriza y que le ha impedido crecer de manera elevada, sostenida y sostenible en las últimas décadas, excepto cuando ha habido bonanzas en los precios de los productos primarios”.
“No hay balas de plata. Hay toda una lista de cosas que tienen que estar bien: clima de inversión, infraestructuras, educación, equilibrios macroeconómicos, buena gobernanza. Pero una solución podrían ser las políticas de iniciativas de clusters o las políticas basadas en clusters, que pueden construirse desde abajo, aunque algunos de los factores en la lista de competitividad no estén correctos al 100%”, explicó.
Aunque el concepto de cluster es muy usado, muchas veces se lo toma como sinónimo de cámara cuando no tiene nada que ver con una organización corporativa. Son formas específicas de asociaciones público-privadas en donde se crea un espacio de gobernanza en el cual todos los actores relevantes colaboran para promover la competitividad, la creación de empleos, innovación, habilidades, financiamiento y la remoción de obstáculos para el crecimiento.
El economista Raúl Hermida, uno de los precursores en hablar sobre clústers en la Argentina, no duda en afirmar que son una herramienta indicada para impulsar las exportaciones: “Son aptos para insertarse en cadenas mundiales de valor, para lograr eficiencia. No existe colaboración sin competencia y participan empresas, gobierno, universidades, mercados de capitales, incubadores. Implican compartir una cultura, un plan de largo plazo, un interés conjunto y confianza”.
Grafica que un esquema de clusters que la Argentina podría tomar es el de las zonas francas en Uruguay, donde existen 14, 12 de las cuales están activas. La última en abrir funciona en Punta del Este, el Aguada Park, un conglomerado de tres edificios donde trabajan 3.500 personas y exportarán por unos US$330 millones, hay empresas de diferentes servicios que trabajan en conjunto. En Uruguay la ley de zonas francas data del 31 julio de 2007 y garantiza la exoneración total de impuestos nacionales “actuales y futuros” mientras dure el contrato; la exigencia es que de cada cuatro empleos, tres deben ser para uruguayos.
“Un tercio de las exportaciones uruguayas que son unos US$13.500 millones anuales -describe Hermida- salen por zonas francas que se forman en cluster, en una concentración geográfica. Si bien la tecnología modificó el concepto de cercanía, este concepto lo mantiene y apunta a generar sinergias que den valor agregado al conjunto”. A su criterio, la Argentina debe “regionalizar de nuevo el país; destruimos las economías regionales y tenemos ahí un elemento clave para insertarnos en la economía mundial, incorporando tecnología, valor”.
Innovación, sostenibilidad
Desde 2008 Patricia Valdenebro la CEO del TCI Network, una red global de clusters alrededor del mundo, insiste en que es una modalidad que colabora con la “internacionalización” de las empresas, en especial de las Pymes. “Si funcionan bien son como una especie de startup, testean productos, hacen prospecciones de mercados y las ponen a disposición de sus integrantes; permiten poner una oferta más especializada y sofisticada que la que podría hacer una compañía en solitario; dan economía de escala y, de esa manera, dan competitividad”.
Grafica con los casos de Habic, el cluster de muebles del País Vasco, que con una propuesta amplia, ganó una licitación de cadenas hoteleras del Reino Unido, o el del textil de Cataluña, que logró reducir costos al poder hacer compras a China en conjunto y ahorrarse los viajes individuales que hacían. “Son formas de ganar que surgen de las conversaciones que se tienen en el cluster”, añade.
Subraya que también es un formato que “multiplica” el acceso a redes internacionales, desde posibles socios a clientes. El de diseño de Dinamarca, por ejemplo, trabaja con centros tecnológicos del sur de Corea para materiales avanzados; el del agua de Cataluña analiza con otros cómo mejorar el uso del agua en el uso de la cosmética.
“Las empresas logran un potencial más grande a través de estos esquemas -añade Valdenebro-Es también una antena que se mantiene al día sobre posibilidades de financiamiento, de internacionalización; filtra información y sus miembros se benefician. Es un jugador clave para poder acceder a este tipo de líneas más avanzadas”.
Otro aspecto que enfatiza es que los clusters “benefician” a las marcas y regiones. “Van haciendo territorio y vendiendo regiones por todo el mundo; Latinoamérica podría hacer mucho en este sentido”. En este caso, indica que en Australia, en la segunda semana de la pandemia del Covid-19, los clústers exportadores de productos perecederos hicieron una negociación con Singapur Airlines, para una ruta directa entre Adelaida y Singapur que “les permitió, en un momento especialmente sensible, responder a un reto muy particular y poder continuar con su internacionalización”.
Para Pamela Cáceres, vicerrectora Investigación de Innovación y Posgrado de la Universidad Blas Pascal, “pensar en el mundo no está desvinculado de pensar lo local”. Aclara que no es un pensamiento “reactivo” como el que se registraba cuando comenzaba la globalización. “Hay que pensar en multidimensional; hacer una lectura compleja de los entornos; hay una estrecha relación entre innovación, desarrollo e investigación y conocimiento”.
Admite que una “debilidad” argentina es que “no hay una buena conexión” entre los sectores privados y el mundo de la academia. En esa línea, apunta que los clusters son significativos en generar “crear redes; avanzar en la inteligencia colectiva que tiene que ver con que no hay proveedores de conocimiento, sino que es un proceso de articulaciones”.
“Estos esquemas implican más inversión, más vínculo y posibilidad de conjugar esfuerzos estatales que son imprescindibles, con el aporte de los privados. La innovación, en todos los ámbitos, es esencial en términos de desarrollo; es un componente fundamental de la sostenibilidad de los negocios y de su proyección. Es una cuestión de sobrevivencia y de mirada de largo plazo”.
Liderazgo cordobés
En la Argentina, estiman los expertos, hay entre 80 y cien clusters, aunque no todos están institucionalizados. Uno de los más reconocidos es el limonero en Tucumán, el que industrializa cerca del 80% de la fruta; también el de maní en Córdoba, el vitivinícola en Mendoza o el de maquinaria agrícola en Santa Fe.
Córdoba hizo una política pública de los clusters. Fernando Sibilla, presidente de la Agencia de Competitividad (ente público-privado), explica que a nivel mundial se potenció la idea de prestar más atención a las políticas productivas en los territorios por lo que los gobiernos subnacionales “tienen un rol protagónico” para incidir en la competitividad y productividad. “No pueden incidir en las variables macro de la competitividad pero sí en la meso (el entorno) y en la micro (colaborar con las empresas)”.
A su criterio, las políticas de clusters son una herramienta en la más general de desarrollo productivo, ya que “dinamizan” el entramado constituido por el conjunto de empresas e instituciones intermedias que “compiten entre sí pero a la vez cooperan para un cambio estratégico, para el acceso a mercados, para la innovación; hay que articular fuerzas en el terreno, avanzar en una agenda de transformación”. Sibilla ratifica que los actores se reconocen entre sí, tienen una hoja de ruta en común y llevan un trabajo “paralelo” a la agenda de coyuntura.
El presidente del Córdoba Technology Cluster, Pablo Givy, acota que desde la creación en 2002 el ente fomentó la internacionalización, “que las empresas miren el mundo” y lo hicieron en una tarea conjunta con la agencia Pro Córdoba u organizándose por su lado. “Ayuda a la sensibilización de las empresas, a tal punto que hoy la mitad trabaja para afuera”, puntualiza y comenta que hace poco avanzaron en un paso más, cinco firmas se reunieron y abrieron una oficina común en Estados Unidos.
Córdoba es sede de cuatro terminales automotrices -Fiat, Renault, Nissan e Iveco- y decenas de autopartistas. El conglomerado emplea unas 20.000 personas que “derraman por cinco”, según sostiene Ramón Ramírez, representante en el clúster por la Cámara de Industriales Metalúrgicos. “Todos los actores establecemos reglas y estrategias para seguir adelante y crecer; no es una reunión de cámaras sino de compañías que solucionamos problemas generales y no los particulares. La existencia del clúster hace más atractivo al sector, hay estrategias específicas no tiene una empresa aislada”, describe.
Uno más nuevo en la provincia es el clúster biotecnológico; su presidente Rodrigo Asili sostiene que en Córdoba hay unas 75 empresas y que el modelo se tomó para “elevar la competitividad; tramitar financiamiento para I+D, formar talentos para poder contar con recursos humanos y crecer en la internacionalización”.
“En un clúster obtenemos coopetencia, nos permite alcanzar hitos y estrategias transversales, independientemente de en qué sector de la biotecnología trabaje cada compañía”, insiste.