Desde el angosto y largo balcón de piedra gris se puede ver la Casa Rosada, tan cerca que parece al alcance de la mano. Esa es la vista que casi a diario tiene Patricia Bullrich desde las oficinas en las que instaló su comando de campaña y en el que desde hace meses la precandidata de Pro y su equipo trabajan para llegar a la presidencia el próximo 10 de diciembre.
“Acá no hay un gurú”, afirma Damián Arabia, candidato a diputado nacional y uno de los principales armadores políticos de la precandidata presidencial con la clara intención de marcar diferencias entre el despliegue de recursos de la exministra de Seguridad con sus competidores.
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El comando de campaña de Bullrich está ubicado un edificio de más 80 años, a medio camino entre Bolívar y Defensa sobre la cuadra donde empieza la recova de Hipólito Yrigoyen. En su exterior no hay nada que denuncie su existencia. No hay fotos gigantes con caras sonrientes ni banderas de ningún tipo.
Recién se puede ver la foto de la precandidata y su compañero de fórmula, el radical mendocino Luis Petri, cuando se abre la puerta del departamento del segundo piso y el visitante se choca con un mostrador curvo de madera y vidrio que, como las oficinas no están abiertas al público, nadie atiende.
Arabia y Carlos Cortes, incansable jefe de prensa de Bullrich, son los encargados de oficiar de Virgilios en la recorrida de LA NACION por las instalaciones. No se tarda mucho. El departamento, con madera oscura en muchas de las paredes, apenas si tiene cuatro ambientes y ocupa una superficie de 90 metros cuadrados.
“Es prestado”, cuenta Cortés ante la consulta de LA NACION. En el comando de Bullrich se niegan a revelar quién es el benefactor que dicen que les cedió el departamento ni cuánto cuesta mantener las instalaciones en funcionamiento, aunque deberán informarlo en el momento de rendir los gastos de campaña. “Es un empresario que no lo tenía en uso, pero no quiere que se sepa su nombre”, dijo a LA NACION uno de los principales dirigentes que acompañan a Bullrich.
Al contrario de lo que se pudiera pensar, en el lugar impera la calma. Los momentos más frenéticos quedaron en el pasado. “La peor parte fue antes del 24 de junio, el día del cierre de listas; tuvimos que armar listas propias en 19 provincias”, rememora Arabia, quien tiene a su cargo el armado de la campaña en 22 provincias.
Solo escapan a su control dos distritos. La provincia de Buenos Aires, cuyo armado está a cargo de Sebastián García de Luca, y la Ciudad de Buenos Aires, que está en las manos de Ezequiel Daglio y de Juan Pablo Arenaza, quien ostenta el cargo de jefe de campaña.
La decoración del lugar es bastante minimalista. En el ambiente más grande, el que da a la Plaza de Mayo, se puede ver sobre una de las paredes una serie de fotos de Bullrich en diferentes momentos de su carrera política. En una, sostiene un poncho salteño que tiene bordadas las Islas Malvinas. En otra, de su época de ministra, está de traje blanco saludando a efectivos de la Policía Federal Argentina. Las imágenes siguen: Patricia montando a caballo a la cabeza de un grupo de jinetes que portan banderas argentinas; en otra imagen, se la ve sentada en el piso rodeada de unos treinta jóvenes seguidores con una sonrisa a flor de labios.
Es en este lugar donde se encuentra la mesa en la que se celebran las reuniones de campaña. Es donde Bullrich forja su sueño presidencial junto a sus colaboradores más cercanos. Además de Arabia, Cortés y Arenaza, se sienta a esa mesa María Onetto, una de las personas en las que más confía la precandidata.
Aunque no suele ser su lugar de reunión habitual, por el comando también pasan los principales responsables de los equipos de gobierno de la exministra. Federico Pinedo, Eduardo Amadeo, Dante Sica, el economista Luciano Laspina y Enrique Cristofani forman parte esencial del equipo de trabajo, que es coordinado por Alberto Föhrig.
En el otro extremo del departamento, a la derecha de la entrada principal, está la oficina privada de la precandidata, que es usada para encuentros reservados de sus colaboradores ya que, desde que se largó la campaña para las primarias, Bullrich se la pasa más tiempo de gira que en el comando de campaña. “Ya recorrimos una distancia equivalente a cuatro veces la Argentina”, dice, orgulloso, Arabia.
En este sector se destaca un mueble con estantes en el que se exhibe una “memorabilia” que recuerda el paso de Bullrich por la cartera de Seguridad durante la presidencia de Mauricio Macri. Protegidos por una caja de vidrio están en exhibición modelos a escala de una camioneta de Gendarmería, una lancha y un móvil de la Prefectura Naval y de helicópteros y aviones de las fuerzas de seguridad nacionales. Coronando la muestra, un sable corvo réplica del que usaba el General San Martín.
Los lunes y martes suelen ser las reuniones en las que se definen las cuestiones más urgentes de la campaña. Armado del cronograma de actos y la logística del traslado al interior del país de la precandidata y su equipo de colaboradores y el envío de material electoral a los diferentes distritos son el tema principal de esos encuentros.
“La ventaja de trabajar con Patricia es que es muy auténtica, lo que te dice acá lo dice en la calle”, afirma Arabia sobre el armado del discurso de la precandidata.
“No hacemos focus group”, destaca Cortés. Y si bien reconoce que hay un equipo de consultores externos, asegura que no tienen un peso excesivo en el armado de la estrategia. “Para nosotros no son dioses”, agrega el vocero de prensa. “Orden y coraje son las palabras centrales”, remata, ilusionado con poder completar los pocos pasos que hoy separan a Bullrich, al menos a su comando de campaña, de la Casa Rosada.