La Rural de Palermo, un reflejo del país que quiere ir hacia adelante

Hace más de 40 años que cada julio espero con ansias cada Exposición Rural de Palermo. De chica venía desde Corrientes en las vacaciones de invierno a Buenos Aires y había dos visitas casi obligadas: el Italpark y la muestra del campo.

Luego fueron los años de estudiante universitaria, donde tampoco faltaron esas noches de guitarreadas debajo de las tribunas, escondiéndonos de la seguridad que quería corrernos del predio que cerraba, de la búsqueda desesperada ese sábado por la tarde para conseguir entradas para el cocktail de socios, al que no podíamos faltar. Ya de grande me toca hace más de cinco años cubrirla como periodista de LA NACION, desde adentro.

En todo este tiempo hay cosas que han cambiado. Ya no están los grandes galpones de chapa, donde permanecían los ejemplares bovinos; tampoco los boxes de madera de los equinos; en el Frers, ya no están las aves y los productos regionales. El galpón de razas varias pasó a ser un espacio ocupado por las camionetas 4×4. El gran cartel de chapa en la pista central que se levantaba de manera manual para que el público desde las tribunas pudiera registrar el número de lote de los que habían ganado se reemplazó por pantallas LED. Y las maquinarias pasaron de estar a la intemperie a un lugar dentro del pabellón. Entre tantas cosas, tampoco está la recordada Retreta del Desierto.

“Es como jugar en primera”: recorrió más de 900 kilómetros para cumplir un sueño que tenía

También la manera de vestirse varió. Aunque las vestimentas gauchas, las bombachas, alpargatas, botas, boinas y ponchos se mantuvieron; los loden y las camperas de gamuza se reemplazaron por enceradas y luego por abrigos con más tecnología.

En las filas, los cajones con las pilchas de los cabañeros perduraron, pero se dejaron atrás los calentadores a gas y las pavas y pasaron a tener protagonismo los dispenser y termos de acero. Otras cosas parecen resistir al tiempo: la misa de campo, la Escuadra Azul, el entrevero de tropillas, el trago Tom Collins cuando ya comienza a caer la tarde, los infaltables encuentros con amigos cabañeros de otras regiones y el discurso del presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA) el sábado de la inauguración, cargado de reclamos y exigencias del campo.

Y, por supuesto, todavía, codo a codo, se encuentran en la misma baranda sobre la pista, cabañero y patrón, suspirando por la misma cucarda. “No hay sueños de riqueza, hay sueños de pasión”, dicen.

Palermo no tiene edades, son generaciones que comparten un mismo entusiasmo. Y como siempre, desde antaño, el campo sigue recibiendo a la ciudad con los brazos abiertos.

Cada muestra es como un oasis en medio de una tempestad, una suerte de una amnesia temporal, de parar el tiempo, donde los productores por 15 días se olvidan por un rato de los problemas de siempre, del clima, de las vicisitudes de la economía y la política y disfrutan y renuevan energías para encarar lo que resta del año.

Pero en este 2023 en particular, con una feroz sequía que despedazó y partió el alma a cientos de miles productores y una economía que terminó de ahogar al sector, me preguntaba cuál sería el ánimo del campo. Si después de tanta angustia y desazón, habría ganas y fuerzas para venir. Sumado a que, en medio de la muestra, como si fuera ya una costumbre interferir en el sector más dinámico de la economía, un Gobierno desesperado por divisas, decidió formalizar un tipo de cambio especial para el maíz y un impuesto a las importaciones de insumos, en busca de aspirar lo poco o nada que le queda de reservas a los productores.

Sin embargo, a lo largo de los días noté que, a pesar de todo, la rueda del campo seguía andando, que había que subirse y continuar. Porque de eso se trata la vida del productor, aun más sabiendo que hay un “Niño” que asoma y, con vientos de cambios electorales, aparece la esperanza de una coyuntura más benévola.

Las palabras que la gente repetía entre las filas, en las tribunas, en los remates, en las charlas y en los stands eran muchas: optimismo, entusiasmo, renovación, un nuevo contrato social, Palermo es Palermo, esta pista central es mágica. Y entendí que Palermo tiene payé, como le decían los guaraníes a ese no sé qué que atrae, que embruja, que encanta, que contagia de positividad para mirar hacia adelante una Argentina resiliente.

Y así lo trasmitió ayer el presidente de la SRA, Nicolás Pino, cada vez que pudo a lo largo del tiempo que duró la muestra y, ayer cerca del mediodía en su discurso de inauguración frente a las tribunas colmadas de celeste y blanco, lo enfatizó: “Tenemos un enorme potencial en las manos, no perdamos la confianza en nosotros mismos, no perdamos la ilusión de ir hacia adelante”.

Entonces, tuve la sensación de que nada ha cambiado desde entonces y me sonreí para mis adentros. Y, en una Argentina ávida de salir adelante, la ilusión de seguir produciendo sigue intacta. Hasta el año que viene Palermo, te echaré de menos.

MySocialGoodNews.com
Logo
Enable registration in settings - general
Shopping cart